“(…) El caso es que todo japa mala tiene un abalorio de
más, un abalorio especial —el número 109— que queda fuera del círculo
equilibrado que forman los otros 108, colgando como un amuleto. Al principio yo
creía que el abalorio 109 era de repuesto, como el botón extra de una blusa o
el segundón de una familia real.
Pero parece ser que tiene un propósito más
elevado. Cuando estás rezando y lo alcanzas con los dedos, debes interrumpir la
concentración de la meditación para dar las gracias a tus maestros. Así que
aquí, en mi abalorio 109, me detengo
incluso antes de
haber empezado. Quiero
dar las gracias
a todos mis maestros, que han aparecido en mi vida, a
lo largo de este año, de la manera más variopinta.”
Elizabeth Gilbert
Hola Soletes,
Vuelvo a llegar tarde una vez más (aquí podéis leer el post de la semana pasada por si os lo perdisteis, lo publiqué el miércoles). Cuando
empecé con el blog, pensaba que mis días en Seattle iban a parecerse bastante a
los de mi estancia en Canadá. Los tres meses que pasé allí fueron bastante
monótonos. Debido a que empezaron en enero y terminaron en abril, época en la
cual está todo nevado, no había mucho que hacer: las temperaturas muy por debajo
de cero hacían poco agradable salir a pasear una vez se había ido el sol,
muchos parques estaban cerrados para evitar accidentes y las empresas de
turismo y viajes no abrían hasta mayo por similares razones. Para rematar, era
una ciudad pequeña con poca inmigración, y no había tanto movimiento en las
redes sociales como ahora, así que durante ese tiempo no hice más que un par de
amigos. Como resultado, exceptuando algún día del fin de semana en el que me
armaba de valor y salía a recorrer la ciudad, el resto de mi rutina consistía
en trabajar, hacer las tareas de la casa (comprar, la colada, limpiar…), hablar
un poco con mis amigos y familiares antes de que se fueran a la cama, y
escribir. En aquellos tres meses fui productiva a nivel literario como pocas
veces antes: aproveché para hacer un poco de introspección y conocerme mejor a
mí misma, recordé multitud de historias de mi infancia y adolescencia y las
puse por escrito. En cierto modo, fue una especie de “retiro espiritual
helado”.
Antes de venir pensaba que sin círculo
social, con tanta lluvia, y con nueve horas de diferencia horaria, esto sería
más de lo mismo. No podía estar más equivocada. Seattle es una ciudad que
desprende vida por todos sus poros, es rara la semana en la que no tengas unos
cuantos eventos de todo tipo entre los que elegir: exposiciones temporales en
museos, alguna ruta de comida, conciertos, carreras populares, encuentros
deportivos, mercadillos… En invierno suelen ser más “de puertas adentro” y
ahora en primavera empiezan a brotar por las calles como las flores. Aquí me
siento más como si estuviera de Erasmus que de estancia. La diferencia es que
una es una chica responsable que tiene un trabajo que le pagan por hacer, un
futuro que labrarse y una casa que mantener decente (o casi).
Este ha sido uno de los aprendizajes que he
hecho al venir: no se puede planear todo. A veces tomamos decisiones teniendo
en mente una imagen muy clara de cómo será el futuro… sólo para descubrir que
no teníamos ni idea. Por supuesto que está bien plantearse cuáles van a ser las
consecuencias de nuestros actos, por supuesto que organizarse bien nos permite
ser más productivos y que no nos devore el caos, pero creo que hay que aprender
a ser flexibles y dejar que la vida se nos desordene de vez en cuando. A lo
mejor no somos tan eficientes como queríamos, a lo mejor tenemos que tirar
adelante permitiéndonos ser “sólo aceptables” en algunas de las cosas que
hacemos… pero que todos los males sean esos si el premio son las sorpresas
inesperadas que tenía la vida para nosotros, sorpresas de las que seguro
podremos aprender. Después de todo, si ya supiésemos lo que va a pasar, la vida
sería muy aburrida, ¿no? Pues eso es todo, que viva la primavera y sus jaleos,
espero volver la semana que viene con algo más consistente.
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Toda esta explicación es, en parte, para expresar
que estoy un poco más ocupada “viviendo” de lo que había supuesto en un
principio, por eso a veces no me dan las semanas para escribir… Aun así no
quiero dejarlo, me parece una experiencia muy chula y sé que a algunos de
vosotros os gusta lo que escribo, por lo que voy a seguir con el blog al menos
hasta que termine el año y luego ya veremos. Lo que sí os quería decir es que
es posible que algunas semanas no publique nada (oohh) intentaré avisaros
antes, sobre todo cuando tenga congresos o viajes. Me parece la mejor solución
a la que puedo llegar, dadas las circunstancias (mi pobre cerebro no da para
más). Prefiero escribir menos y que sea de mejor calidad.
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