lunes, 14 de marzo de 2016

18. Código rojo


10 de marzo, 4.30 de la tarde
<<Código rojo… ascensor… código rojo>> Las palabras apenas llegaban con nitidez a mis oídos… ¿de verdad me iba a tener que ver en la tesitura de abandonar el edificio a toda prisa con una persona dependiente a mi cargo?

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Código rojo
Hay momentos en la vida en los que te planteas qué pasaría si todo cambiase de repente. No me refiero a un cambio de país o de estilo de vida como el que estoy experimentando, me refiero a perderlo todo… o casi todo. Hoy he vivido uno de ellos. Es curioso cómo ciertas situaciones pueden desencadenar ese tipo de pensamientos. Ya me ocurrió con las personas sin hogar, me hizo plantearme que quizás la vida pueda truncarse de tal manera que te veas sin un techo bajo el que guarecerte. También me pasa cada vez que recibo una notificación de la policía sobre un incidente en el campus (envían un email a los miembros de la comunidad universitaria cada vez que ocurre algo así): robos, tiroteos, violaciones… ¿y si alguna vez estoy en el momento equivocado, en el lugar equivocado? Soy consciente de que no sirve de nada pensar así, en España y cualquier otra parte del mundo también hay desgracias y no hay que dejar que el miedo gane la partida. Es curioso, el otro día una señora de aquí se sorprendía de que en Argentina le preguntasen si esto era peligroso, con lo “peligrosísima” que es Sudamérica. Supongo que tememos lo que no conocemos, la solución es ser precavido y tirar para delante.

Os preguntaréis qué es eso del código rojo que me ha hecho tener este tipo de pensamientos. Pues bien, en los hospitales tienen unos códigos de colores para avisar de las diferentes emergencias: código azul-paro cardiaco (o persona que necesita reanimación), código amarillo-desastre natural, naranja-derrame de sustancia peligrosa (radioactiva, tóxica, de riesgo biológico…), código rojo-incendio. La situación ha sido tal que así, me encontraba en plena sesión con el paciente y entonces:

Yo: “… seguro, en paz… y cada vez que pienses en este lugar, te sentirás…”

Megafonía: <<Código rojo… ascensor… código rojo>>

Ay, madre… ¿eso no significaba fuego? Pero si hay un incendio no puedes usar los ascensores, ¿sería eso lo que estaban diciendo? De verdad, no sé por qué en la mayoría de estos sitios parece que los que hablan por el altavoz tienen una patata en la boca… ¿cómo lo hacemos para sacar al paciente?, supongo que algún sistema tendrán para sacar a los que están encamados.

A ver, que no cunda el pánico, a lo mejor se ha prendido una papelera en la otra punta del edificio y han dado la alarma, con lo exagerados que son por aquí no me extrañaría… Además, el enfermero que acompaña a mi paciente está sentado fuera esperando a que terminemos, supongo que si fuera una emergencia entraría y nos avisaría… mejor seguir.

Yo: “…tranquilo, relajado, conservando todos los beneficios de…”

Megafonía: <<Código rojo… octava avenida… código rojo>>

¿Qué?, ¿estarán diciendo el punto de encuentro al que hay que ir una vez salgas a la calle?, a ver si esto va a ir en serio de verdad… no huele a quemado ni nada y estamos en mitad de la hipnosis, voy a seguir y si lo escucho otra vez ya me asomo a ver qué pasa. Espero que no haya dado la casualidad de que el enfermero se haya ido a dar una vuelta y no pueda avisarnos… los bomberos están justo al lado, supongo que a malas irían revisando todas las habitaciones a ver si hay alguien… aunque estamos en una zona de despachos y oficinas. Venga, céntrate, a ver qué rollo le estás soltando al pobre.

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No hubo más avisos. Terminé con la hipnosis y le dije que esperase un momento. Salí al pasillo y le pregunté al enfermero (que por cierto es monísimo) si había escuchado un código rojo. Me dijo que no, que era un código gris (persona violenta), así que estábamos seguros. Con la patata en la boca de la que daba los avisos había entendido "code red" (código rojo) en lugar de "code grey" (código gris). Menos mal. Volví a entrar y terminé con la sesión sin más incidentes. Una vez el enfermero entró de nuevo, empezamos a comentar lo de los códigos y le dije que como en cada hospital era diferente no recordaba lo que era el gris (por ejemplo cuando estuve en Canadá no había gris pero sí blanco-sospecha de secuestro de un menor). Me dio por mirar el código de colores que tengo del hospital de niños y en ese momento agradecí enormemente no haber recordado qué significaba el gris para ellos: amenaza de bomba. Resulta que para ellos “persona violenta” es código morado y en el hospital de adultos bomba-negro.

Aquí podéis ver el código de colores que os digo, lo llevamos en el mismo plástico de la tarjeta de identificación que te permite acceder a los edificios.

En resumen, que si hay tanto protocolo es porque las cosas pueden pasar y, a veces, pasan. Pero también te puedes tropezar caminado por la calle, te puede caer un andamio en la cabeza o puede venir un meteorito y acabar con todo de un plumazo, por tanto, puestos a elegir, mejor dejar esos miedos de lado y hacer que nuestra estancia en este mundo merezca la pena, aunque implique respirar hondo de vez en cuando mientras el corazón quiere salirse de tu pecho.

Pétalos color rosa
Como el relato no ha quedado demasiado largo y no quiero dejaros con esta sensación de angustia, termino la crónica de mi semana con algo que es casi lo opuesto. Una de las atracciones más populares de la primavera en Seattle son los cerezos del campus en flor. Hay una plaza, a la que llaman “The Quad” con muchos de ellos formando un círculo. Los árboles llevan allí desde los 60 y se crea mucha expectación respecto a ellos. Hay incluso una cuenta en twitter donde puedes ver fotos y vídeos y en las que te van informando del porcentaje de “florecimiento” de los árboles. Le podéis echar un vistazo aquí, si tenéis curiosidad: https://twitter.com/uwcherryblossom

Creo que si alguna vez tengo una casa con jardín plantaré un cerezo: me parece un árbol mágico, delicado y con unos frutos deliciosos. En mi calle hay unos cuantos y la estampa parece sacada de un anime japonés de esos ñoños en los que los protagonistas pueden tirarse diez capítulos hasta darse un beso (los besos en este tipo de series vendrían a ser el equivalente a los goles en “Oliver y Benji” o las peleas en “Bola de dragón”).

Apréciense los pétalos volando por el aire

La cuestión es que si hace viento puedes presenciar una nevada de pétalos de color rosa que se posan en el suelo de una forma tan delicada que atrapa, es fácil sumirse en un mundo de musarañas mientras los observas. Dicen que el efecto en el campus se multiplica por 10. A las copas saturadas de flores se les une una alfombra pálida y suave formada por los pétalos caídos. Ya no sé si me recuerda más incluso a Avatar.

Ahora que lo pienso, este árbol sería un injerto entre un cerezo y un sauce llorón (bueno, y una medusa de esas que brillan en la oscuridad).

Quería haber ido a verlos el fin de semana pero no he podido… el año que viene será. De igual modo, os dejo un par de fotos para que os hagáis una idea. Si queréis más, ¡no os va a quedar otra que venir a verme, Soletes!





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Se acabó lo que se daba, espero no haberos agobiado con la primera historia y/o haberos relajado con la segunda. Os recuerdo que os podéis suscribir para recibir las entradas en el email y no tener que estar pendientes aquí y que podéis seguir las novedades en la página de Facebook.

Estad atentos porque a mitad de semana volveré a publicar con detalles sobre el calendario de los días que no estoy.


¡Hasta pronto!

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