Hola Soletes,
Si, de verdad soy yo. Sigo viva… casi
más viva que nunca, podríamos decir. Siento mucho haber tardado tanto en escribir,
laboralmente es la etapa más estresante que he tenido desde el cambio de trabajo
a finales de octubre: estoy escribiendo un proyecto de investigación, tengo que
entregar un capítulo para un libro, un resumen para un congreso y un artículo
para el número especial de una revista. Personalmente… pues he estado
entretenida. He decidido hacer este post para poneros un poco al día porque si
no, me temo que os ibais a quedar otro mes a pan y agua: en dos días vuelo a
casa y luego voy a un congreso en Copenhague, así que ibais a tardar en tener
noticias.
He decidido titular a este post “Sol
y nieve” porque lo que voy a contaros son dos viajes que he hecho en este
tiempo: una escapada de fin de semana a Portland con Jay y un congreso en
Anaheim con visita a Disneylandia incluida. Este post tiene tanto fotos como “chicha”,
para al menos podáis viajar un poco conmigo. Abróchense los cinturones porque
despegamos ya.
Parte 1: Portland (nieve)
16 de febrero
Este es uno de esos momentos, esos puntos
de inflexión en la vida en los que precisamente por lo intenso de lo vivido se
hace difícil encontrar tiempo para escribir, uno de esos en los que me alegraré
hasta el infinito de haber escrito porque son mágicos, sorprendentes y totalmente
impredecibles. Mañana voy a Portland con Jay. He cogido un Airbnb esta tarde
para la primera noche, la segunda noche no tengo ni idea de lo que haremos… la
idea era ir un poco a la aventura y a ver qué nos encontramos. Si podemos, me
encantaría ir a algún sitio a ver algo de naturaleza pero se supone que el
domingo nieva. A saber. Me encanta la idea de coger coche y simplemente perdernos
por ahí, de descubrir cosas nuevas. Y también de ir descubriendo a Jay. Me está
encantando conocerlo, tengo esa sensación como cuando ves una serie que te
encanta y no puedes parar de verla, y al mismo tiempo no quieres ver todos los
capítulos para que no se acabe y conozcas toda la trama.
17 de febrero
Me encantan los viajes por carretera, el
Noroeste del Pacífico es precioso, los momentos que pasamos en el coche son
simplemente mágicos... como si estuviéramos conectando con el universo a través
del movimiento del coche y las notas que resonaban en la cabina, envolviéndonos
y obligándonos a estar presentes mientras las siluetas de los árboles ajenos a
todo se iban desdibujando con la velocidad de nuestro discurrir por las
carreteras. Es otro nivel, es darme cuenta de lo contenta que puedo llegar a
estar, es añadir una pequeña chispa a la felicidad tranquila de la que ya disfrutaba
antes.
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Parada en Olympia, capital del estado de Washington para ver el Ayuntamiento |
Es curioso cómo los lugares a veces se
reducen a simples escenarios que parecen transformarse dependiendo de la
compañía: la Portland de esta escapada no se parece en nada a la que vi en
noviembre. Gracias a ir con alguien de aquí, he vivido una experiencia que no
podría haber vivido de otra manera. Hemos ido a un bar roquero, con personajes
muy interesantes y dibujos en el techo y allí Jay me ha enseñado lo básico de
jugar al billar. Él es bastante pro (el chiquillo tiene múltiples talentos… me
pregunto si algún día dejará de sorprenderme), ha sacado sus palos desmontables
y me ha enseñado cómo lo hace. Me ha encantado verlo en ese ambiente, fluyendo concentrado
calculando ángulos, disfrutando del juego. La parte en la que me enseñaba ha
sido tan sexy como en las películas, pero muy sutil... tocando mis caderas o empujándome
hacia adelante cuando era necesario. ¿O a lo mejor la película está en mi
cabeza? Ni idea, lo importante es que me ha encantado.
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Estaba más oscuro de lo que parece |
Terminamos la noche con él jugando al póker
y yo mientras escribiendo. El sitio al que fuimos era bastante raro, de alguna
forma me recordaba al casino que aparece en Twin
Peaks, pero sin la parte de las “chicas”, claro. Llamamos por teléfono para
ver si había sitio en la mesa de póker y nos dijeron que sí, pero que el lugar
no estaba exactamente donde Google maps
decía… tenía pinta de clandestino. Por fuera estaba decorado con diamantes,
corazones, picas y tréboles que iban de suelo a techo, por lo que quedaba
bastante claro qué se hacía en el interior. No sé si me llamaron más la
atención los que organizaban aquello o los jugadores. Al entrar, nos recibió
una especie de Betty Boop escotada y
que casi parecía que iba a una comicon
a hacer un cosplay… no sé a quién
parecía más interesada en seducir, si a Jay o a mí. Nos dirigió a un mostrador
donde Jay compró las fichas y nos pusieron una pulsera (como esas típicas de
los resorts de todo incluido: los jugadores las tenían verdes y los no
jugadores azules). El/la croupier de su mesa (no llegué a averiguar qué artículo
sería más adecuado ponerle) era también de lo más curioso. Los otros jugadores
también parecían sacados de una película: hombrecillos con pinta de dedicar
mucho tiempo al juego, de ser infelices en sus rutinas y necesitar una inyección
de adrenalina o de buscar un lugar donde sentirse atendidos y ser importantes. Yo
estaba muerta de sueño tras una semana bastante intensa, así que no miento si
digo que me alegré cuando terminó la partida y nos fuimos a descansar.
18 de febrero
Tras una noche de calor inesperado que
llevamos como pudimos (nivel: no sé cómo se baja la calefacción así que voy a
enchufar el ventilador del techo), llegó una mañana de abrazos, de prepararse
el desayuno mutuamente, de conducir de nuevo cogidos de la mano con la ciudad
cuan videoclip mientras canciones de rockeros muertos hacían de banda sonora.
Una cosa interesante que ha pasado es que
Jay y yo queríamos ir al mismo sitio sin saberlo. Se llama The Grotto, es el
sitio que me quedé con las ganas de ver la otra vez que vine a la ciudad porque
estaba muy lejos. Él quería ir a un sitio “con un acantilado” que no sabía cómo
se llamaba. Encontré “el que yo decía” por internet y resultó ser el mismo. El
sitio en cuestión es un santuario en medio de unas montañas y unas cuevas. Se
respiraba un ambiente muy espiritual y único, por lo visto van muchos
peregrinos allí. Mientras una nevada espontánea nos sorprendía, mi primer
impulso ha sido ir a besarlo para celebrarlo. A él le ha hecho mucha gracia.
Hemos tenido momentos de ver la nieve caer, momentos de estar cogidos de la
mano y mirar al infinito. Y un momento místico de entrar en una capilla,
supuestamente milagrosa, en la que no sé muy bien cómo he acabado comunicándome
con no sé quién y pidiendo una señal de cómo manejar las cosas o por qué camino
tirar. Ha sido raro, este chico me está haciendo cuestionarme cosas que no me
había cuestionado desde hacía tiempo. De verdad, ¿tiene que venir un
desastrillo con patas con el que conectes hasta en lo más extremo para poner
todo tu mundo del revés y quitarte vendas de los ojos que no sabías que tenías?
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Aquí la nevada inesperada |
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Una de las pocas copias en bronce de La Piedad, de Miguel Ángel que hay en el mundo |
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Aquí la cueva |
Tras volver del sitio mágico, hemos hecho
un poco de turismo por la ciudad y le he hablado a Jay de los sitios que visité la otra vez que fui a Portalnd. Para terminar el día, le he acompañado a un
torneo de billar… suele jugar y le hacía ilusión ir a uno en Portland. He
dormido fatal, así que estoy aquí a base de té a ver si aguanto. Situación
actual: otro bar motero que podía ser perfectamente como el Merlotte’s de True Blood, personajes variopintos, música Country, y yo con el Mac escribiendo. Me parecía bien venir porque
también me apetecía verlo en su ambiente y saber cómo me siento yo en estas
situaciones pero he comprobado lo que sospechaba: que nunca podré ser esa chica
que va a todos los partidos de su chico, y se limita a sonreír desde la grada.
No, creo que prefiero que (exceptuando ocasiones especiales), si no vamos a
estar con más gente, cada uno haga sus cosas y ya nos encontremos al terminar. Principalmente
porque no es que me sobre el tiempo, y tengo la sensación de que él también
estaría más a gusto sin tener que estar “pendiente” de mí, simplemente porque el
billar es una actividad individual que requiere concentración.
Ha pasado otra cosa rara, al llegar al
sitio del torneo Jay me ha dicho: creo que si te pones en esa mesa puedes ver
la partida desde ahí. En la mesa en la que me he sentado había un mapa, en cada
mesa uno distinto. Era del sur de España, en concreto cerca de la parte donde
me siento yo un nombre ha llamado mi atención: “Málaga”, era un mapa tan grande
que hasta podría decir dónde estaba mi casa. ¿Cuáles son las probabilidades de
poder ver tu casa en un mapa de una mesa cualquiera, de un bar cualquiera, de
una cuidad cualquiera de Estados Unidos? Encima se lo digo a Jay y me dice que
puede ser una señal, que él ha elegido este sitio y me dijo que me sentase
justo en esa mesa para verle bien. De verdad, no puedo con tanto misticismo.
Corto y cierro.
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Para que veáis que no os engaño... |
19 de febrero
Acabamos por volver a su casa a las
tantas. Por el camino de vuelta paramos en Tacoma en una especie de museo de
Chihuli al aire libre que está ahí escondido para quien lo quiera ver.
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Estas son algunas de las piezas que se pueden ver gratis |
20 de febrero
Ya en Seattle hemos ido a dar un
paseo a un sitio precioso, uno de esos que te hacen ver que no estabas tan
enamorada como creías de la ciudad porque aún puedes quedarte más prendada de
ella. ¿Habrá sido la compañía quizás? La cuestión es que al final hemos vuelto
ya de noche, linternas en mano y tenía la sensación como de estar caminando
dentro de un sueño. Como en aquellos campamentos de verano en los que estaba
tan cansada que parecía que yo flotaba por los días en vez de los días pasar y
proveerme de experiencias. Me ha dado un poco de miedo pero me he dejado llevar
y he vuelto a casa sana y salva.
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Sin palabras... |
Parte 2: Disney (sol)
Cuando tenía 5 años lanzaron La
Sirenita en vídeo. Antes de empezar había un anuncio diciendo que abrían
Disneyland París. Corría 1992 y yo tenía mi primer sueño de la infancia.
Recuerdo que mi mejor amiga y yo hicimos planes: preparamos nuestras bicicletas
con comida y muñecos y nos decidimos a ir. Málaga-París en bicicleta, no está
nada mal. Obviamente, nuestros padres lo descubrieron a tiempo y nos quitaron
la idea de la cabeza. A medida que crecía, seguí con esa espinita y al
descubrir que el parque original estaba en Estados Unidos también quise ir. Cuando
cumplí 18 años mis padres me llevaron por sorpresa a Disneyland París y fue de
ensueño. Ahora, gracias a que un congreso al que voy se celebra allí voy a
tener la oportunidad de conocer el parque original, el que Walt Disney soñó. Ahora
que lo pienso: qué egocéntrico ponerle a un parque de atracciones tu apellido,
¿no?. Es curioso pensar que si Walt Disney se hubiera llamado “Smith” sería
“Smithlandia”.
3 de marzo
Jay me recogió, me llevó a su casa, me
cocinó sopa de tomate y un sándwich mixto a la plancha que estaba riquísimo y
me llevó al aeropuerto puntualmente.
Voy en el avión rumbo al congreso, objetivo:
aprender cosas nuevas y pillar un poco de solecito californiano. Acaban de decir
que vamos a aterrizar en Orange County:
California here we come! ¡¡No me creo que vayamos a ir a Disney hoy!! Seguiremos
informando.
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La verdad es que sí que es naranja... |
10 de la noche
Pues ya lo he hecho: he visitado
Disneyland. Como siempre que esperas algo con mucho anhelo, la realidad se
aleja de tu perfecta fantasía. Todo era más pequeño de lo que esperaba (el
castillo de París es el doble de grande, por ejemplo) y predominaba un aire de
nostalgia vintage. Aun así, me ha encantado conocer algunos clásicos: Piratas
del Caribe, crucero por la jungla, los cohetes y los coches. También he
descubierto cosas nuevas: un submarino inspirado en Buscando a Nemo en el cuál
vas bajo el agua y se las apañan para proyectar animaciones… al mezclarse con
las algas y los corales que son reales, da la sensación de que los personajes
están vivos de verdad. Por último, he revisitado una de las atracciones que más
me gustó de París: una basada en Toy
Story en la cual eres del mando estelar y tienes que vencer al emperador Zurg,
para ello tienes una pistola laser y un coche que puedes girar y te dan puntos
cuando aciertas en unas dianas. Queríamos ir al Space Mountain pero Barbara y yo estábamos cansadas, heladas, y la cola era de
hora y media… así que nos fuimos al hotel a descansar y eso fue todo.
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Por pequeño que fuese, no negaré que transmitía magia... |
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Los cohetes famosos |
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El cuarto de Andy <3 |
5 de marzo
El resto de los días transcurren
entre charlas, talleres, ratos de trabajar al sol en la piscina con canciones
Disney de fondo y descansos en nuestra habitación temática. Tras eso vuelvo a
Seattle, a un inesperado sol, al trabajo sin final y a Jay. Me ha gustado el
Condado Naranja… creo que volveré.
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Detalle de la habitación |
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Soletes míos, lo dicho. Me voy a la
cama que me han dado las tantas y mañana me espera un día de acabar cosas a marchas forzadas y preparar
la maleta. Escribiré para contaros qué tal Copenhague y su nieve. Eso sí: no sé
cuándo… intentaré que sea pronto.
¡Mil besos!