26 de febrero
Hoy he llegado a
ese punto. Ese punto en el que he recorrido el camino sin pensar en la dirección,
no he dudado si girar a la izquierda o a la derecha para llegar a la sala de
conferencias, me he puesto un té en la cocina y he iniciado sesión con mis
claves en uno de los ordenadores del espacio compartido para los postdoc.
Creo que ha
llegado el momento de que os hable del piso 6. Antes de que, aquello que el
primer día me pareció una especie de Disneylandia para científicos se convierta
en la cosa más normal del mundo ante mis ojos.
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18 de
noviembre
El viernes tengo una reunión con la directora del centro de
investigación en desarrollo y salud pediátrico del Hospital de niños de
Seattle, a ver qué le digo... lo prepararé un poco porque estoy algo nerviosa. Escribiré
al menos un resumen de lo que hago, las líneas de investigación que me interesan
y aquellas en las que me encantaría colaborar. Espero que haya suerte, me
encantaría colaborar con ellos porque han hecho contribuciones muy importantes
en el ámbito del dolor infantil, comparten conmigo los intereses por el sueño y
las nuevas tecnologías (eHealth sobre todo) y sería la manera de no desconectar
del todo del ámbito pediátrico durante estos dos años. Me encanta el hospital
de adultos pero creo que aquí tendré oportunidades únicas de hacer contactos y
aprender otras técnicas y perspectivas. Así que venga, a tragarse la vergüenza y
“palante”.
20 de
noviembre
La sede del hospital de niños donde trabajan las personas
con las que colaboraré está en la octava avenida, en pleno centro de la ciudad.
El edificio es enorme, hay un Starbucks en el vestíbulo y en las plantas
superiores hay empresas como Amazon.
Te
puedes tomar algo tan molón como un té “Oprah”. Sí, esta mujer tiene hasta una
bebida con su nombre…
El centro de investigación en sí es una pasada. Todo es
blanco, todo es coqueto, todo el mundo es “super nice” (muy amables), tienen
personas que se encargan de los más pequeños detalles y parece que reciben una
buena financiación. Eso sí: la seguridad es de mayor nivel que la de un bunker.
Si no tienes acreditación tienes que ir a una recepción del cuarto piso, enseñar
el pasaporte, permitir que le hagan una fotocopia y ponerte un pase temporal
que debe permanecer visible todo el tiempo. Para que te dejen subir al sexto
llaman por teléfono a la persona que te ha invitado y debe bajar personalmente
a recogerte.
La reunión ha sido un éxito. Es extraño, es la primera vez
que me pongo tan nerviosa desde que llegué. No entiendo bien por qué, quizás es
por el renombre que tiene esta catedrática y todas las contribuciones que ha
hecho, quizás es porque no la conocía de antemano y parece muy seria de primera
impresión. A los pocos minutos de hablar con ella descubro que es un encanto:
amable, abierta, colaborativa… me ha invitado a asistir a todas sus reuniones
de grupo, me ha pedido que tras la reunión me reúna por separado con todos los
miembros de su equipo para ver en qué podemos colaborar y me ha dicho que si
quiero me puedo unir al “journal club” una especie de club de lectura científico
donde van analizando libros y artículos. Wow. Me ha dejado sin palabras… creo
que se me han gastado las gracias de tanto dárselas. Me resulta sorprendente
que alguien que no te conoce esté tan dispuesta a ayudar y a abrirte las
puertas de esa manera.
18 de
diciembre
Hoy he ido a la primera reunión
de grupo en el piso 6 y ha sido genial. Hay al menos dos proyectos en los que
podemos colaborar: uno de dolor postoperatorio y sueño con seguimiento mediante
un diario electrónico y otro utilizando una base de datos de una encuesta
nacional a la que también van a darme acceso. Hay varias postdoc, aunque la
mayoría terminando, pero me ha gustado mucho el ambiente que hay. No sé a cuánto
me dará tiempo antes de que se vayan, pero espero que al menos pueda plantar
unas cuantas semillas para colaborar en el futuro.
Ha pasado casi un mes
desde la reunión inicial (no volví a ir porque estuve con la mudanza al piso y
pillaron las Navidades en medio) y aún no tengo mi acreditación para entrar al
hospital sin tener que hacer a la pobre jefa bajar dos pisos para recogerme. El
proceso ha sido interesante: me han revisado los antecedentes penales (es la
cuarta vez desde que pedí el visado), he tenido que rellenar una montaña de
papeles, tengo pendiente hacer varios cursos online (cursos muy similares a los
que ya hice en el hospital de adultos pero que como no son SUS cursos, parece
ser que no valen…), rellenar unos documentos de declaración financiera y
conflicto de intereses y el último paso es ir a ver a la enfermera ocupacional
y a sacarme la foto para la identificación (espero que con el informe que he
presentado sobre las vacunas sea suficiente…).
Lo que más me ha llamado la atención es el espacio: tienen
vistas al Space Needle, una cocina, pequeñas oficinas con un ordenador,
pizarras, sillas y mesas que están disponibles para reuniones… también tienen
unos espacios para los “investigadores voluntarios” como yo, donde pueden
registrarse con sus claves en el ordenador y se inicia una sesión propia.
Algunos de ellos tienen programas para análisis de datos y acceso a bases de
datos para buscar artículos. También tienen un autobús gratis que conecta el
hospital con otros centros de investigación, entre los que afortunadamente se
encuentra el mío, cosa que me viene de maravilla.
Lo segundo que me ha dejado con la boca abierta es la
manera de organizarse. Tienen personas encargadas de escribir y revisar los
proyectos para que pasen por el comité ético del hospital, asistentes de
investigación que se encargan de gestionar contratos, reclutamiento de participantes
para los estudios, licencias… Ah, y a las reuniones de los viernes cada semana
lleva uno el desayuno, así que lo mismo hablan de los estudios en marcha
mientras se comen unas uvas que preparan las presentaciones que harán en el
siguiente congreso mientras se comen una rosca con queso crema o unas galletas
caseras. Así da gusto empezar el día.
Por último, me asombra la cantidad de recursos que tienen:
creo que para el “Journal Club” te dan los libros ellos (al menos a los
empleados, yo no sé si entro en el cupo), tienen otro proyecto para formar a
profesionales de la salud y
científicos en las que lo mismo te enseñan a revisar un artículo que te dan
pautas sobre cómo escribirlo. En definitiva: que el hospital de adultos está
muy bien, no tengo queja, pero no había visto nada como esto.
23 de
diciembre
10.50
Voy en el autobús hacia la
cita con la enfermera ocupacional. Creo que he llevado los nervios bastante
bien, intentando distraerme y demás. Pero no puedo evitar estar preocupada. ¿Me
querrán pinchar?, ¿Me pondrán problemas con las vacunas? Espero que no… y si lo
hacen pienso negarme . Eso sí, si me preguntan por la vacuna de la gripe seré
sincera y diré que no la tengo.
12.00
Y ahora voy de vuelta. Me
han pinchado. Tres veces. Me han vacunado de la gripe y del
tétano-difteria-tosferina. Me han sacado sangre para ver si tengo las defensas
de la varicela todavía. Espero que sí y que no me la tengan que poner otra vez…
me he sentido un poco obligada, como si fuera una prisionera. Pero bueno, la
enfermera ha sido muy amable y simpática. Espero no tener efectos secundarios y
pasar todas las navidades mala. Lo que hay que hacer por la ciencia. En fin, ya
me pueden toser en la cara pacientes griposos o me puedo pinchar con un hierro
y quedarme tranquila. Sé que no es para tanto, que sólo son unos pinchazos pero
aunque resulte paradójico a pesar de trabajar con el manejo del dolor, las
agujas no me gustan nada de nada… desde luego, qué mejor que irte a casi 10.000
km de casa para seguir superando miedos.
Ya tengo mi acreditación y
es lo importante. Me siento como un agente doble: en la carcasa de plástico
transparente tengo por un lado la que me da acceso a la planta 14 (hospital de adultos)
y por otro la que me permite acceder a la 6 (hospital de niños).
8 de enero
Hoy he tenido
otra reunión en el hospital de niños y me he sentido como pez en el agua. La
acreditación no funcionaba pero por lo demás ha ido bien. He conseguido
encontrar la sala de reuniones y la cocina, y volver en el bus secreto cuya parada
está escondida y he hecho aportaciones y sugerencias para una investigación de
la que se estaba hablando sin que me diera un colapso.
Aquí las vistas desde
la parada, son “cool” hasta para anunciar lo que hacen
28 de enero
Síndrome del impostor total. Me da miedo que vean que no sé
analizar bases de datos complejas, les diré la verdad: tengo más experiencia en
pruebas de usabilidad, en evaluación momentánea, en revisiones sistemáticas, en
análisis factorial… pero que hay otros análisis que no he hecho nunca (ni sé
usar algunos programas estadísticos que utilizan ellos).
Estoy haciendo cursos online, leyendo… más no puedo hacer. A
ver, sé que no están aquí para evaluarme ni juzgarme. Les explicaré mis ideas,
les propondré colaborar en un par de cosas y a ver cómo va. Si les decepciono
supongo que no volverán a contar conmigo y ya está, tengo a los del otro hospital
y los de España que sí confían en mí.
Supongo que ya se me pasará, es normal al principio… los comienzos
nunca son fáciles y sólo exponiéndose a estas situaciones y sintiéndose
vulnerable es posible no acomodarse y crecer. Quizás me imponen un poco por lo
maniáticos o perfeccionistas que son para todo: lo de las vacunas, lo del
examen de español que tengo que hacer ahora…
¿No he contado lo de el examen? Bueno, preparaos para otra
historia surrealista. En uno de los proyectos, les habían criticado porque el
10% de los pacientes de un hospital donde estaban reclutando participantes para
un estudio son de habla hispana y no entienden bien el inglés y por eso se les
estaba excluyendo. No tenían dinero para contratar intérpretes de español
(pueden cobrar 300 dólares la hora). La solución propuesta fue que yo tradujese
los materiales y les hiciese el proceso de consentimiento informado: ¿quién
mejor que una hablante nativa para encargarse de esto? Pues parece que no es
suficiente, los del hospital requieren que la persona encargada pase un examen
del idioma que sea, no importa que sea su primera lengua. Lo surrealista no
termina ahí: tras un largo y tortuoso proceso resulta que no me pueden hacer el
examen porque no soy empleada, pero si no me hacen el examen no puedo realizar
esa tarea. ¿La solución? Pues no lo sé, aún estamos en ello y la verdad es que
me estoy quedando sin ideas. Si no les vale mi pasaporte español ni mis notas
de la carrera y no me quieren examinar no sé qué más entregarles. Si lo que
quieren es un certificado de Español latino, creo que les pediré a mis padres
un informe de las innumerables películas Disney que habré visto de pequeña con
ese doblaje, desde luego deberían computar como horas de practica…
26 de febrero
Como os
comentaba, hoy me he sentido un poco “en casa” mientras estaba en el piso 6.
Cuando hemos acabado la reunión me he puesto a trabajar un rato y después he
ido a comer con dos de las postdocs que son muy apañadas. Ha sido un rato muy
divertido donde he podido desconectar y conocerlas un poco mejor. Ya de paso he
descubierto un restaurante mediterráneo donde ponen un falafel de muerte. Me
encanta Seattle.
Una de las tazas que
puedes coger si necesitas, así no tengo que cargar con la mía
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Hasta aquí mi
visión del hospital de niños, os mantendré informados de los avances. Ah, con
el paciente muy bien: no puedo dar detalles por aquello de la confidencialidad
pero creo que hemos conectado y que le resultará útil lo que aprenda en
terapia. Ya os contaré cómo acaba la historia.
IMPORANTE. Ya es
definitivo: los post no están llegando por email. Lo hice con una función automática
del blog, por lo que no sabía ni quién está suscrito, ni si llega, ni nada. Por
tanto, he creado una newsletter para
cumplir esa misma función: que aquellos que quieran enterarse por email de que
he publicado una entrada puedan hacerlo. Para suscribiros lo único que tenéis
que hacer es pinchar aquí http://eepurl.com/bSbgUX
y poner vuestro email. Para cualquier duda podéis dejar un comentario debajo o
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Besos desde el
lluvioso Seattle