domingo, 28 de febrero de 2016

16. La planta 6

26 de febrero
Hoy he llegado a ese punto. Ese punto en el que he recorrido el camino sin pensar en la dirección, no he dudado si girar a la izquierda o a la derecha para llegar a la sala de conferencias, me he puesto un té en la cocina y he iniciado sesión con mis claves en uno de los ordenadores del espacio compartido para los postdoc.

Creo que ha llegado el momento de que os hable del piso 6. Antes de que, aquello que el primer día me pareció una especie de Disneylandia para científicos se convierta en la cosa más normal del mundo ante mis ojos.

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18 de noviembre
El viernes tengo una reunión con la directora del centro de investigación en desarrollo y salud pediátrico del Hospital de niños de Seattle, a ver qué le digo... lo prepararé un poco porque estoy algo nerviosa. Escribiré al menos un resumen de lo que hago, las líneas de investigación que me interesan y aquellas en las que me encantaría colaborar. Espero que haya suerte, me encantaría colaborar con ellos porque han hecho contribuciones muy importantes en el ámbito del dolor infantil, comparten conmigo los intereses por el sueño y las nuevas tecnologías (eHealth sobre todo) y sería la manera de no desconectar del todo del ámbito pediátrico durante estos dos años. Me encanta el hospital de adultos pero creo que aquí tendré oportunidades únicas de hacer contactos y aprender otras técnicas y perspectivas. Así que venga, a tragarse la vergüenza y “palante”.
 
20 de noviembre
La sede del hospital de niños donde trabajan las personas con las que colaboraré está en la octava avenida, en pleno centro de la ciudad. El edificio es enorme, hay un Starbucks en el vestíbulo y en las plantas superiores hay empresas como Amazon.
 
Te puedes tomar algo tan molón como un té “Oprah”. Sí, esta mujer tiene hasta una bebida con su nombre…
 
El centro de investigación en sí es una pasada. Todo es blanco, todo es coqueto, todo el mundo es “super nice” (muy amables), tienen personas que se encargan de los más pequeños detalles y parece que reciben una buena financiación. Eso sí: la seguridad es de mayor nivel que la de un bunker. Si no tienes acreditación tienes que ir a una recepción del cuarto piso, enseñar el pasaporte, permitir que le hagan una fotocopia y ponerte un pase temporal que debe permanecer visible todo el tiempo. Para que te dejen subir al sexto llaman por teléfono a la persona que te ha invitado y debe bajar personalmente a recogerte.
 
La reunión ha sido un éxito. Es extraño, es la primera vez que me pongo tan nerviosa desde que llegué. No entiendo bien por qué, quizás es por el renombre que tiene esta catedrática y todas las contribuciones que ha hecho, quizás es porque no la conocía de antemano y parece muy seria de primera impresión. A los pocos minutos de hablar con ella descubro que es un encanto: amable, abierta, colaborativa… me ha invitado a asistir a todas sus reuniones de grupo, me ha pedido que tras la reunión me reúna por separado con todos los miembros de su equipo para ver en qué podemos colaborar y me ha dicho que si quiero me puedo unir al “journal club” una especie de club de lectura científico donde van analizando libros y artículos. Wow. Me ha dejado sin palabras… creo que se me han gastado las gracias de tanto dárselas. Me resulta sorprendente que alguien que no te conoce esté tan dispuesta a ayudar y a abrirte las puertas de esa manera.
 
18 de diciembre
Hoy he ido a la primera reunión de grupo en el piso 6 y ha sido genial. Hay al menos dos proyectos en los que podemos colaborar: uno de dolor postoperatorio y sueño con seguimiento mediante un diario electrónico y otro utilizando una base de datos de una encuesta nacional a la que también van a darme acceso. Hay varias postdoc, aunque la mayoría terminando, pero me ha gustado mucho el ambiente que hay. No sé a cuánto me dará tiempo antes de que se vayan, pero espero que al menos pueda plantar unas cuantas semillas para colaborar en el futuro.
 
Ha pasado casi un mes desde la reunión inicial (no volví a ir porque estuve con la mudanza al piso y pillaron las Navidades en medio) y aún no tengo mi acreditación para entrar al hospital sin tener que hacer a la pobre jefa bajar dos pisos para recogerme. El proceso ha sido interesante: me han revisado los antecedentes penales (es la cuarta vez desde que pedí el visado), he tenido que rellenar una montaña de papeles, tengo pendiente hacer varios cursos online (cursos muy similares a los que ya hice en el hospital de adultos pero que como no son SUS cursos, parece ser que no valen…), rellenar unos documentos de declaración financiera y conflicto de intereses y el último paso es ir a ver a la enfermera ocupacional y a sacarme la foto para la identificación (espero que con el informe que he presentado sobre las vacunas sea suficiente…).
 
Lo que más me ha llamado la atención es el espacio: tienen vistas al Space Needle, una cocina, pequeñas oficinas con un ordenador, pizarras, sillas y mesas que están disponibles para reuniones… también tienen unos espacios para los “investigadores voluntarios” como yo, donde pueden registrarse con sus claves en el ordenador y se inicia una sesión propia. Algunos de ellos tienen programas para análisis de datos y acceso a bases de datos para buscar artículos. También tienen un autobús gratis que conecta el hospital con otros centros de investigación, entre los que afortunadamente se encuentra el mío, cosa que me viene de maravilla.
 
Lo segundo que me ha dejado con la boca abierta es la manera de organizarse. Tienen personas encargadas de escribir y revisar los proyectos para que pasen por el comité ético del hospital, asistentes de investigación que se encargan de gestionar contratos, reclutamiento de participantes para los estudios, licencias… Ah, y a las reuniones de los viernes cada semana lleva uno el desayuno, así que lo mismo hablan de los estudios en marcha mientras se comen unas uvas que preparan las presentaciones que harán en el siguiente congreso mientras se comen una rosca con queso crema o unas galletas caseras. Así da gusto empezar el día.
 
Por último, me asombra la cantidad de recursos que tienen: creo que para el “Journal Club” te dan los libros ellos (al menos a los empleados, yo no sé si entro en el cupo), tienen otro proyecto para formar a profesionales de la salud y científicos en las que lo mismo te enseñan a revisar un artículo que te dan pautas sobre cómo escribirlo. En definitiva: que el hospital de adultos está muy bien, no tengo queja, pero no había visto nada como esto.
 
23 de diciembre
 
10.50
Voy en el autobús hacia la cita con la enfermera ocupacional. Creo que he llevado los nervios bastante bien, intentando distraerme y demás. Pero no puedo evitar estar preocupada. ¿Me querrán pinchar?, ¿Me pondrán problemas con las vacunas? Espero que no… y si lo hacen pienso negarme . Eso sí, si me preguntan por la vacuna de la gripe seré sincera y diré que no la tengo.
 
12.00
Y ahora voy de vuelta. Me han pinchado. Tres veces. Me han vacunado de la gripe y del tétano-difteria-tosferina. Me han sacado sangre para ver si tengo las defensas de la varicela todavía. Espero que sí y que no me la tengan que poner otra vez… me he sentido un poco obligada, como si fuera una prisionera. Pero bueno, la enfermera ha sido muy amable y simpática. Espero no tener efectos secundarios y pasar todas las navidades mala. Lo que hay que hacer por la ciencia. En fin, ya me pueden toser en la cara pacientes griposos o me puedo pinchar con un hierro y quedarme tranquila. Sé que no es para tanto, que sólo son unos pinchazos pero aunque resulte paradójico a pesar de trabajar con el manejo del dolor, las agujas no me gustan nada de nada… desde luego, qué mejor que irte a casi 10.000 km de casa para seguir superando miedos.
 
Ya tengo mi acreditación y es lo importante. Me siento como un agente doble: en la carcasa de plástico transparente tengo por un lado la que me da acceso a la planta 14 (hospital de adultos) y por otro la que me permite acceder a la 6 (hospital de niños).

8 de enero
Hoy he tenido otra reunión en el hospital de niños y me he sentido como pez en el agua. La acreditación no funcionaba pero por lo demás ha ido bien. He conseguido encontrar la sala de reuniones y la cocina, y volver en el bus secreto cuya parada está escondida y he hecho aportaciones y sugerencias para una investigación de la que se estaba hablando sin que me diera un colapso.


Aquí las vistas desde la parada, son “cool” hasta para anunciar lo que hacen

28 de enero
Síndrome del impostor total. Me da miedo que vean que no sé analizar bases de datos complejas, les diré la verdad: tengo más experiencia en pruebas de usabilidad, en evaluación momentánea, en revisiones sistemáticas, en análisis factorial… pero que hay otros análisis que no he hecho nunca (ni sé usar algunos programas estadísticos que utilizan ellos).

Estoy haciendo cursos online, leyendo… más no puedo hacer. A ver, sé que no están aquí para evaluarme ni juzgarme. Les explicaré mis ideas, les propondré colaborar en un par de cosas y a ver cómo va. Si les decepciono supongo que no volverán a contar conmigo y ya está, tengo a los del otro hospital y los de España que sí confían en mí.  
 
Supongo que ya se me pasará, es normal al principio… los comienzos nunca son fáciles y sólo exponiéndose a estas situaciones y sintiéndose vulnerable es posible no acomodarse y crecer. Quizás me imponen un poco por lo maniáticos o perfeccionistas que son para todo: lo de las vacunas, lo del examen de español que tengo que hacer ahora…
 
¿No he contado lo de el examen? Bueno, preparaos para otra historia surrealista. En uno de los proyectos, les habían criticado porque el 10% de los pacientes de un hospital donde estaban reclutando participantes para un estudio son de habla hispana y no entienden bien el inglés y por eso se les estaba excluyendo. No tenían dinero para contratar intérpretes de español (pueden cobrar 300 dólares la hora). La solución propuesta fue que yo tradujese los materiales y les hiciese el proceso de consentimiento informado: ¿quién mejor que una hablante nativa para encargarse de esto? Pues parece que no es suficiente, los del hospital requieren que la persona encargada pase un examen del idioma que sea, no importa que sea su primera lengua. Lo surrealista no termina ahí: tras un largo y tortuoso proceso resulta que no me pueden hacer el examen porque no soy empleada, pero si no me hacen el examen no puedo realizar esa tarea. ¿La solución? Pues no lo sé, aún estamos en ello y la verdad es que me estoy quedando sin ideas. Si no les vale mi pasaporte español ni mis notas de la carrera y no me quieren examinar no sé qué más entregarles. Si lo que quieren es un certificado de Español latino, creo que les pediré a mis padres un informe de las innumerables películas Disney que habré visto de pequeña con ese doblaje, desde luego deberían computar como horas de practica…

26 de febrero
Como os comentaba, hoy me he sentido un poco “en casa” mientras estaba en el piso 6. Cuando hemos acabado la reunión me he puesto a trabajar un rato y después he ido a comer con dos de las postdocs que son muy apañadas. Ha sido un rato muy divertido donde he podido desconectar y conocerlas un poco mejor. Ya de paso he descubierto un restaurante mediterráneo donde ponen un falafel de muerte. Me encanta Seattle.


Una de las tazas que puedes coger si necesitas, así no tengo que cargar con la mía
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Hasta aquí mi visión del hospital de niños, os mantendré informados de los avances. Ah, con el paciente muy bien: no puedo dar detalles por aquello de la confidencialidad pero creo que hemos conectado y que le resultará útil lo que aprenda en terapia. Ya os contaré cómo acaba la historia.

IMPORANTE. Ya es definitivo: los post no están llegando por email. Lo hice con una función automática del blog, por lo que no sabía ni quién está suscrito, ni si llega, ni nada. Por tanto, he creado una newsletter para cumplir esa misma función: que aquellos que quieran enterarse por email de que he publicado una entrada puedan hacerlo. Para suscribiros lo único que tenéis que hacer es pinchar aquí http://eepurl.com/bSbgUX y poner vuestro email. Para cualquier duda podéis dejar un comentario debajo o en la página de Facebook.


Besos desde el lluvioso Seattle

domingo, 21 de febrero de 2016

15.- Prejuicios


Intento tener la mente abierta. Intento no juzgar sin conocer. Intento ver, oír y callar primero para poder actuar en conciencia después. Pero no siempre es fácil, hay ciertos temas en los que nuestros prejuicios o creencias son tan fuertes que ni si quiera nos damos cuenta de que estamos distorsionando la realidad. En mi caso, debo confesar que uno de estos temas es la discapacidad. No sé por qué tiendo a pensar que las personas con alguna discapacidad van a necesitar ayuda, son más débiles o menos felices. Por mucho que con los años haya ido conociendo a personas maravillosas que me demuestran lo contrario tengo tendencia a pensar que es así.

Ya me ocurrió cuando fui a visitar las instalaciones de la ONCE hace unos años: perdí una buena parte del miedo a quedarme ciega. Vi todos los sistemas de ayuda y compensación de los que disponían, la cantidad de profesionales dedicados a la causa y lo bien adaptadas que estaban algunas personas. Al venir aquí, a trabajar en el departamento de Medicina de la Rehabilitación, supe que iba a enfrentarme a muchos retos.

Algo que me pedisteis en el post de Reyes es que os contase más detalles acerca de mi trabajo. Es parte importante de mi aventura aquí, así que hoy quiero relataros cómo ha sido el proceso de enfrentarme a mi primer paciente: las dudas, los miedos, los imprevistos, los prejuicios…

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21 de enero
Hoy al hacer la compra me ha atendido una cajera sorda. No me he dado cuenta de que era sorda hasta que ha transcurrido un rato. Cuando me ha saludado me ha hecho el gesto de “hola”. En principio he pensado que quizás era por si yo era sorda, como una forma de facilitar la integración de estas personas, pero he visto que no cuando la que iba detrás mía le ha preguntado algo mientras ella no miraba y no le ha respondido.

Entonces lo he entendido, era su manera de decir: “hola, aunque me veas hablando perfectamente no puedo oírte, así que por favor mírame a la cara cuando hables y pronuncia bien”. Suele pasarme con personas con discapacidades, quizás sea que me imagino en su lugar y no sé cómo lo haría y me maravillo de lo bien que se integran. No sé qué me esperaba ¿qué llevase puesta una chapa diciendo “Soy sorda”? Me ha pedido el carnet porque he comprado vino blanco (te lo piden si aparentas menos de 27, qué halago) y al terminar me ha dado las gracias. De palabra y con la mano. Le he devuelto el gesto (creo que “hola” y “gracias” es todo lo que sé de lengua de signos, además en inglés no es igual que en español).

Ya me pasó uno de los primeros días que fui a comprar. Mi cajero tenía una deformidad congénita en los brazos. Mientras me acercaba a la caja me preguntaba cómo lo haría, si tendría que pasar yo los artículos por el lector de códigos de barra o qué. En cuanto llegué levantó la cesta, que a mí me estaba costando un triunfo cargar, como si estuviese llena de aire. Tras esto, comenzó a pasar los ítems uno a uno, a tal velocidad que casi no me daba tiempo de meterlos en las bolsas…

Ahora estoy preocupada por el primer paciente que voy a ver en un par de semanas. No sólo me preocupa el inglés (que no comprenda lo que me dice o que él no me entienda a mí), me preocupa su discapacidad. Por lo que tengo entendido, no tiene movilidad de cuello para abajo y me pegunto cómo entregarle los materiales del tratamiento, cómo realizar algunos ejercicios para los que normalmente se sientan en una silla reclinable, cómo pedirle que haga la tarea (los psicólogos a veces pedimos a nuestros clientes que escriban, por ejemplo, sus pensamientos en determinadas situaciones para después trabajarlos en consulta), etc. Si el hombre no puede escribir, a lo mejor puedo pedirle que los grabe en audio o algo así… a lo mejor tiene un ordenador a lo Stephen Hawkins o un cuidador que le haga las cosas. No lo sé, supongo que lo mejor es preguntar y punto. Me preocupa meter la pata y resultar maleducada al presuponer que puede o no hacer algo y el hecho de tener que explicarme en inglés y estar en otro contexto cultural (con sus correspondientes temas tabú) no ayuda.

De una forma u otra, no me cabe duda de que va a ser una experiencia muy enriquecedora el poder conocerlo y ver cómo se aprende a vivir así. Seguro que me ayuda a eliminar más prejuicios y me enseña cómo ser natural en estos casos.

16 de febrero
Mañana tengo la primera entrevista con el paciente. No he estado nerviosa en todo el día, sé que puedo hacerlo, tengo un guion y sé que el paciente no me va a estar juzgando ni analizando. Lo que me echa más para atrás es el inglés (pero qué es esto al lado de defender una tesis…). También temo que me vaya a impactar mucho su historia porque tiene más o menos mi edad. Espero no ser demasiado solícita ni demasiado comedida, que nos entendamos bien y que no haya ningún problema inesperado ni ningún choque cultural o malentendido.

A ver, sé improvisar, sé que de todo se sale y que siempre se puede pedir perdón. Intentaré preguntar las cosas sobre las que tenga dudas y ya está. Me ayuda pensar dos cosas: 1) que sea como fuere en unas horas habrá pasado y ya las siguientes sesiones serán más fáciles, 2) imaginarme con la sensación de seguridad, satisfacción y sentimiento de realización una vez que haya terminado.

Creo que es importante exponerse, salir de la zona cómoda una vez más para seguir creciendo, venciendo los miedos y avanzando, para demostrarme de lo que soy capaz. Si no es perfecto: estoy en mi derecho, tengo que aprender y este es el momento. Sin duda creo que el tratamiento será beneficioso para el participante y eso hace que merezca la pena. Dicho esto me voy a dormir, que si no le atenderá una terapeuta zombi. ¡Crucemos los dedos!

17 de febrero

16.45
Queda menos de una hora para que lo conozca por fin, la última vez que estuve tan nerviosa antes de ver a un hombre tenía unos motivos muy diferentes.
 
Ya hemos tenido varios incidentes: vamos con retraso (se suponía que ya deberíamos haber empezado y estoy esperando a que me avisen para ir, una vez que me avisen pasarán veinte minutos o así hasta que empecemos), me acabo de enterar de que utiliza un respirador y deberá hacer pausas al hablar… no sé si será una especie de Darth Vader o cómo sonará. Mi jefe se va de viaje A NEPAL y no vuelve hasta dentro de once días. Espero que vaya todo bien en su ausencia…
 
Lo malo de tener la cita por la tarde es irte poniendo más nerviosa conforme avanza el día, lo bueno es que no he dormido inquieta pensando en qué pasaría si me quedaba dormida. Aunque he de confesar que he estado toda la noche soñando que le tenía que hacer trencitas en el pelo a Lolita y no acababa nunca. Surrealista, yo y mis sueños de agobio. En fin, hora de respirar profundo y ser fuerte. Tirar para delante que es lo que queda. Me siento bien, tengo energía, así que seré capaz de improvisar y hacer frente a lo que surja.
 
17.15
Ahora mismo una parte de mí desea que se cancele por algún motivo... aunque sé que sería peor. Es como sacarte una muela: cuanto antes, mejor. Creo que ahí está la magia: quedarte, esperar, elegir enfrentarte. Luego nunca es para tanto y cuando lo es te sorprende lo bien que te enfrentas a ello.
 
Creo que a parte de ser un fastidio tener la cita por la tarde, lo es el que vaya con retraso: de alguna manera me había planificado para estar tranquila hasta ahora y siento que no me quedan estrategias… Es como cuando algún chico con el que había quedado ha retrasado una cita o ha llegado tarde. El tiempo de descuento, el que pasa cuando ya deberíamos habernos visto es el peor. Aunque luego todo va bien: nunca es tan malo, a veces, incluso es genial.
 
18.30
Son casi las seis y media y todavía no he entrado… si la entrevista inicial, que dura dos horas normalmente, está durando tres y media no quiero ni imaginar cuánto voy a tardar yo: si entro a las seis y media puedo acabar a las ocho tranquilamente. Me noto cansada, espero espabilarme cuando entre.
 
21.00
Lo he conocido. Habla más o menos normal y parece que me entiende bien. No es para nada como me lo imaginaba… tiene el pelo algo largo rizado y es corpulento. Lleva la cabeza sujeta con una banda a la parte superior de la silla. La silla la controla con la cabeza: es una maravilla, puede moverla, inclinarla… ¡de todo! Lleva un respirador y a veces pierde el aliento cuando se le está preguntado pero se comunica sin problema. Maneja su móvil mediante comandos de voz y utilizando un palo, parece que se organiza muy bien. Tiene un cuidador que va con él, conduce y demás. Le ha dado agua de una forma rara con una jeringa y me ha parecido que se la ponía por la barriga… no lo sé porque no he mirado.
 
Creo que nos llevaremos bien, hemos reprogramado la sesión para mañana a las cinco. Me fastidia un poco porque hoy he acabado cansadísima, supongo que pasaré otro rato de nervios (aunque no sé por qué al conocerlo se me ha pasado un poco) y tendré que pasar a limpio los resultados el viernes, con lo que quedará un día muy apretado. Pero bueno, solamente van a ser cinco sesiones contando con mañana y sin duda merecerá la pena.
 
18 de febrero
Ya he terminado, ya ha pasado. Para variar tenían que ocurrirme cosas. Para variar me quedo con la sensación de no haberlo hecho bien del todo, de no haber sido suficientemente buena. Tengo miedo de que no quiera venir la semana que viene.
 
Hemos estado una hora y media y creo que hemos cubierto todo lo necesario para el caso. Sé que es un caso complicado, que no se nace sabiendo y ha sido mi primer paciente en inglés y con tanta discapacidad pero no sé, tengo una sensación difusa de que podría haberlo hecho mejor. Supongo que mi auto exigencia no ayuda demasiado pero bueno: uno de mis propósitos de este año es no ser tan dura conmigo misma, así que esta es una buena oportunidad para ponerlo en práctica. De momento creo que debo sentirme orgullosa por haber decidido aceptar este reto.
 
Como soy yo, obviamente tenían que pasarme cosas. Para empezar, el viaje en ascensor hacia la sala de terapia fue el más largo que he tenido en estos casi cuatro meses. Paró en la planta 13, 12, 11, 10, 9, 8, 7, 6… y vestíbulo. Llegué con el tiempo justo para averiguar qué llave abría la puerta de la sala de terapia, colgar el cartel de “experimento en curso, no molestar”, retirar la silla del participante para que pudiese colocar la suya, quitarme el abrigo, sacar la grabadora, mi entrevista, el bolígrafo y sentarme a esperar. El llegó enseguida, entró a toda pastilla con su silla y me preguntó si creía que el enfermero debía esperar dentro o fuera. Le dije que, en mi opinión, era mejor que esperase fuera, ya que le iba a hacer algunas preguntas que a lo mejor prefería no contestar delante de otra persona.
 
Me respondió que entonces prefería que esperase fuera, que me había preguntado por si había algún problema con el respirador, pero que no creía (NO CREÍA, ¡¿Qué?!, ¿a lo mejor sí?). Le pidió al enfermero que sacara la bolsa de “no sé qué”, y me dijo que si empezaba a hacer un ruido parecido a las pedorretas tenía que usarlo. Oh por Dios… espero que no. Al final el enfermero se fue sin explicarme nada. Le pregunté al paciente por la bolsa, que no sabía usarla porque no era enfermera, y me dijo que daba igual, que seguramente no habría problema. Me pasé toda la sesión tensa por si tenía que salir corriendo a buscar a las enfermeras pero por suerte todo fue bien.
 
Casi todo. Cuando estábamos terminando su silla empezó a emitir un pitido y me pidió que pulsara el botón de “reset”. No lo encontraba y el pobre dándome indicaciones. Al final lo encontré y el pitido cesó. Hoy me he dado cuenta de lo importante que es el lenguaje corporal y gestual para entender a las personas, y más en inglés. También se me ha hecho más dura la entrevista porque él tenía la boca detrás del aparato que usa para mover la silla y no podía verle los labios, lo que sumado al ruido del respirador de fondo, hacía que la conversación fuera digna de un “listening” de esos maravillosos que ponen en los exámenes de inglés.
 
Cuando hemos terminado le he preguntado si tenía alguna duda. Al principio me ha dicho que no pero cuando he insistido me ha preguntado que cuánto tiempo llevo haciendo esto. Mierda. Le he dado un par de vueltas contándole mi experiencia sin mentirle pero sin decirle tampoco que es el primer paciente de sus características que veo y que será la primera vez que atienda a alguien en inglés. En realidad la sesión de hoy ha sido la más difícil, las otras consisten en seguir un guion y poco más.
 
Al ir a llamar al enfermero para que lo recogiera, le he ayudado con el móvil y resulta que tenía el número mal: ha contestado una mujer. Nos ha dado el número del enfermero (lo he apuntado de medio lado con una mano, mientras sujetaba el móvil a la altura de la boca del paciente con la otra). Finalmente, le he propuesto mirar a ver si el enfermero estaba esperando fuera y, por suerte, así ha sido.
 
En fin, espero que no se haya sentido incómodo y que vuelva la semana que viene. Mis inseguridades me hacen tender a pensar que me ha preguntado porque me ha visto inexperta aunque, por ejemplo, al entrar me preguntó si era licenciada y cuando le dije que era doctora se sorprendió, así que a lo mejor es porque me ve joven (la cara de niña ataca de nuevo). También hay personas que son más prejuiciosas que otras y preguntan “por si acaso”, así que no tiene sentido darle más vueltas. Yo me he preparado como mejor he sabido y lo he hecho lo mejor que he podido. Espero que haya sido suficiente y si no pues bueno, lo he intentado… así es la vida.
 
Ah, no os lo he dicho pero el chico también tiene un blog, quien sabe si está escribiendo su experiencia conmigo en estos momentos.
 
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Hace tiempo leí un estudio muy curioso: entrevistaron durante años a personas que habían ganado la lotería para preguntarles por su nivel de bienestar y felicidad. Para sorpresa de los investigadores, el nivel de felicidad se incrementaba notablemente al principio pero después descendía a los niveles anteriores a resultar premiados y en algunos casos incluso descendía. Cuando preguntaron los motivos, los participantes contestaron que se habían acostumbrado al lujo, lo que antes les hacía felices ahora les resultaba normal. Muchos mencionaban, incluso, que ahora se sentían más estresados al tener que gestionar su patrimonio, estaban preocupados por que les robasen o habían perdido amigos por no querer prestarles dinero.

Los investigadores entonces se plantearon lo siguiente: ¿qué ocurrirá si sucede lo contario?, ¿cómo se sentirán las personas a las que les haya ocurrido algo muy malo? En esta ocasión entrevistaron a personas que habían tenido accidentes que les causaron secuelas físicas permanentes (amputaciones, ceguera, parálisis…). Tras un periodo de adaptación, de dos años de media, la mayoría decían sentirse igual de felices que antes de tener el accidente. Algunos incluso comentaban que ahora valoraban más la vida, que habían aprendido a disfrutar de los pequeños detalles y se habían sorprendido del apoyo percibido por parte de sus seres queridos. A esto se le conoce como “crecimiento postraumático” y es común en diferentes situaciones de alto impacto emocional.

Bajo este fenómeno (y otros como la habituación a las drogas) se esconde algo conocido como “los procesos oponentes”, no voy a entrar en detalles porque hoy el post parece una clase de psicología pero podríamos resumirlo como “a todo se acostumbra uno”. Ojo: no estoy diciendo que todos los ricos sean miserables ni que lo mejor que podéis hacer para ser felices es tiraros a la carretera, mi reflexión es que a veces deseamos con fuerza algo que quizás no nos haga felices y llegamos a temer otras cosas que, de ocurrir, quizás nos hagan más fuertes.

Un beso enorme, Soletes. Continuará…

domingo, 14 de febrero de 2016

14.- Las crónicas de febrero

Hola Soletes, ¿Cómo lleváis el año? 

Sobre eso precisamente voy a hablaros hoy. Me he dado cuenta de que al haber hecho varios post temáticos: enseñaros el apartamento, dar la vuelta al mundo, etc., (podéis acceder a las entradas anteriores aquí ) hace ya mucho que no os cuento cómo es mi día a día. Tras más de tres meses viviendo bajo la lluvia de Ciudad Esmeralda, la forma en que la veo va comenzando a cambiar: sé qué autobuses llevan a qué zonas, en qué supermercado hay mejor fruta o en cuál tienen más barato el aceite, las mejores horas para pillar una lavadora libre en el piso, cuál es el camino a varios lugares sin mapa… en definitiva, voy sintiendo a Seattle “más mía”. Lo que no ha cambiado es mi capacidad para sorprenderme con la fauna local y sus costumbres, y eso me gusta. Tengo la sensación de que febrero es un mes lleno de eventos, tanto en España como aquí así que comparto con vosotros cómo lo hemos vivido a este lado del arcoíris. Sin más preámbulos, os dejo con las crónicas de febrero.


2 de febrero: miedo y asco en Seattle (sí, otra vez)

Estoy contenta de que sea febrero por fin, no sé, parece que la primavera está más cerca. Los días son un poquito más largos y algunas flores se van asomando con timidez a través de la tierra.

Qué asco y qué miedo. Estoy en las oficinas de la Seguridad Social por tercera vez. Asco porque alguien, quizás varias personas, no se han duchado en mucho tiempo. Huele fatal, es casi insoportable... Estoy poniéndome mi cacao de cereza a ver si se mitiga el olor pero no sirve de mucho. Miedo porque hay mucha gente rara otra vez. Gente rara que hace sonidos extraños: se quejan, suspiran, canturrean de forma siniestra, se ríen solos o profieren una especie de gruñidos tipo "pirata"... sin duda el peor es uno que emite una especie de gemidos como de alivio, como si hubiera ido al baño después de mucho tiempo. A lo mejor tiene gases y se ahí viene el olor...

Es la segunda vez que vengo hoy. Vine hace un mes y medio y supuestamente estaba todo bien. Como aún no he recibido la tarjeta y se supone que debía llegar en dos semanas he venido a ver. He tenido que volver a casa porque me ha dicho la funcionaria que como he tardado en reclamar, tengo que presentar otra vez todos los papeles como si YO hubiese perdido la tarjeta. No sé como algo tan importante (¿sabéis eso que sale en las películas del robo de identidad? Aquí es fácil de hacer robando una de esas tarjetas) no lo mandan por correo certificado o te piden que vayas a recogerlo. Parece que esta chica es menos espabilada que el que me atendió por primera vez y no ha conseguido poner mis apellidos enteros. Resultado: tienen que comprobar que mi nombre es de verdad el que digo y cotejar todos mis papeles, por lo que tardarán cuatro semanas. Genial. Tengo más historias surrealistas de burro-cracia para contar pero no tengo fuerzas ni ganas… las reservo para otro día.


7 de febrero: ¡Super Bowl!

No entiendo la Super Bowl... Es la primera vez que veo un partido de fútbol americano y no conozco las reglas pero he pensado que merece la pena darle una oportunidad a ver en qué consiste este evento que tanta fama se ha granjeado.

Paran todo el rato, hay anuncios cada 5 minutos (los anuncios son rarísimos, surrealistas). He visto a una cuchilla de afeitar, un tirador de cerveza y una especie de perro-mono-bebé hablarle a los protagonistas en tres anuncios diferentes. 


Por lo visto son carísimos, el equivalente a los anuncios de las campanadas en España fuente


Cada vez que paran detienen el tiempo, como en el baloncesto. Juegan los Broncos de Denver contra los Panthers de Carolina del Norte, al equipo de Seattle, los Seahawks, lo eliminaron hace poco.

Estoy en la sala de cine de mi edificio, es cómoda pero hace frío. Creo que intentaré esperar a que llegue el famoso intermedio a ver y luego me iré. Se supone que quedan 6 minutos para que acabe la primera parte pero no sé cuántas son...

Vale, un montón de tíos cuadrados tirados los unos encima de los otros y el árbitro pitando... sólo hay una pareja aparte de mí en la sala, así que tampoco puedo pedirle a nadie que me explique las reglas. Los jugadores se hacen esas señales con las manos que salen en las pelis pero no entiendo nada.

Ah, los árbitros son un poco “showman”: cuando alguien entra al campo lo presentan casi como a un artista invitado. Además, tienen un micrófono y cuando tienen que tomar una decisión la explican a la audiencia. Me está recordando más a un videojuego que a un partido.

- Vaya crónica churro que estoy haciendo del partido, lo que hace no tener ni idea. -

Han vuelto a parar, uno de los jueces de línea ha tirado un pañuelo amarillo con una bola hacia uno de los jugadores, el árbitro ha dicho algo de una maniobra ilegal... supongo que es algo como una tarjeta amarilla. Oh oh, han dicho algo del primer cuarto: eso significa que quedará otro para el intermedio. Panthers 0, Broncos 10.

Empieza el segundo cuarto. En el suelo pone “2nd & 11”, ni idea de lo que significa. Dura 15 minutos, menos mal, si no creo que me congelaría.... aunque llevamos 2 minutos y ya han parado un rato, así que no sé cuánto durará. “1st & 10” ahora... ¿será que los números van para abajo? O a lo mejor es como los puntos del Voleibol ... “1st and Goal” Y los Panthers hacen “Touch down” y se anotan 6 puntos. Vale, creo que sí, es como lo del Voleibol entonces.

Bueno, después de dos horas hemos llegado a la mitad. Ahora se han ido a publicidad y creo que después harán un comentario de la primera parte, supongo que tienen que montar el escenario y eso. Espero que no tarden mucho porque estoy congelada y muerta de hambre. Vale, la pareja se ha ido: ellos se van para el intermedio y yo deseando que llegue…

Fotograma de la única parte de la Super Bowl que entendí


Y así acaba la crónica del partido: no aguanté más, me fui. Está visto que no voy para periodista deportiva, desde luego no es lo mío, aunque os aviso: tengo previsto ir a ver a los Mariners (el equipo local de baseball) cuando jueguen en casa, así que puede que os torture con otra "crónica desde la ignorancia", ya veremos.

Algunos estaréis preguntándoos por qué no hablo del carnaval de Seattle. La respuesta es sencilla: no hay. Al menos que yo, mis amigos y Facebook sepamos.


9 de febrero: Niebla

Intento escudriñar la calle que se abre ante mí y no consigo ver más allá de unos metros. Miro a un lado, al otro, y como no escucho nada decido cruzar. Una luz intermitente viene hacia mí, ¿por la acera? Parece como si un faro hubiese decidido salir en mi ayuda. Se acerca. Es un ciclista, el pobre lleva un frontal y sujeta un silbato entre los dientes… no es mala idea. Otro brillo repentino llama mi atención, miro a la derecha: en lo alto del cielo algo metálico y acristalado flota en mitad de la niebla… esto parece Independence Day. A ver, repite conmigo: “las naves espaciales no existen” ¿o sí? Después de unos segundos consigo procesar que un rascacielos está recibiendo los rayos del sol que le llegan desde arriba, consiguiendo perforar la maraña de algodón en la que se ha convertido esta mañana de niebla y asomarse curioso por ella. 


Aquí todavía no me había adentrado del todo en la niebla


Lo que yo os diga, ir al trabajo supone una aventura cada día. Ir o volver, ayer me cruce con una anciana con la cara llena de tatuajes tribales, vestida estilo Ágata Ruiz de la Prada y llevando a su perro en un cochecito de bebe… aquí quien no se inspira es porque no quiere.


11 de febrero: ¡Einstein tenía razón!

Hoy han presentado en una conferencia resultados que demuestran que las ondas gravitacionales existen, lo que sirve para apoyar la teoría de la relatividad, entre otras cosas. Si queréis saber más os recomiendo este post (al final del todo podéis oír cómo suenan, a mí me recuerdan al ruido que hace una moto pasado por un sintetizador...).


13 de febrero: Celebración del año nuevo lunar

El lunes comenzó el año del mono. Para celebrarlo se organizaban una serie de eventos en el Distrito Internacional, al que también llaman “Chinatown” aunque hay algunos negocios japonenses y vietnamitas. Para variar, ha llovido bastante así que, entre goteras y chapoteos, he visto con sorpresa cómo montaban sus puestos, cómo hacían sus desfiles y cómo las colas ocupaban toda la acera de los negocios que tenían platos típicos por 3 dólares. El evento se llamaba “food walk” y sería algo parecido a lo que en España conocemos como “ruta de la tapa”. Aunque es más cara y no incluye bebida, el precio no está nada mal para tratarse de Seattle. He ido con algunos españoles que conocí en el grupo de Facebook (si me estáis leyendo: que sepáis que os echaré de menos cuando os vayáis o me vaya...) y hemos probado cerdo asado con fideos y dim sum (una especie de empanadillas que se sirven cocinadas al vapor o fritas) y unos bollos.


Dim Sum fuente


Después hemos ido a un sitio donde preparan “bubble tea” un té frío que lleva bolas de tapioca y gelatinas de sabores. Lo mezclan en una máquina y te lo dan con una pajita bastante ancha por la que pasan los ingredientes sólidos para que puedas comértelos. Por lo visto, en algunas ciudades de España también lo preparan, yo no lo había oído nunca. Yo me he pedido otra cosa: tenían Oolong de alta montaña y no me he podido resistir… otra frikada de las mías, lo sé.


Bubble tea fuente


Respecto a los eventos callejeros, han sido un poco decepcionantes: baile de dragones (dos dragones, dos personas por dragón: uno era la cabeza y otro el culo), desfile de disfraces infantil (unos 12 niños con trajes chinos cogidos de una cuerda paseando por la calle) y un “baile de leones” que no hemos llegado a ver. Lo que más me ha impactado ha sido esta mujer, he ido a grabar el baile de dragones y me he encontrado con el baile de La Dragona:



¿Veis como hay muchos personajes?


14 de febrero: San Valentín

Qué ganas tengo de que llegue. Sí, me gusta porque es un día especial y: No. Quiero que llegue porque son unos pesados: no habían acabado las navidades y ya estaba todo lleno de corazones rosa con purpurina, dulces para regalar, tarjetas, farolillos… ¡qué empachera de cupido, por favor! Estos días todo es rojo y rosa, hasta las luces del edificio de enfrente de mi casa son de ese color.


En navidad era rojo y verde, cuando jugaban los Seahawks verde y azúl (los colores del equipo) etc.


El día 15 es fiesta, se celebra "el día del Presidente" porque la fecha se sitúa entre los cumpleaños de Abraham Lincon y George Washington. Yo creo que es una excusa para poder tener una cena romántica y acostarse tarde.

Aunque esté empachada de azúcar, aprovecharé para enviaros mi amor desde aquí, que los buenos deseos son gratis, no se gastan, y nunca vienen mal. Así que a repartir amor, Soletes, y a dejarse querer, que también es importante.


Postdata: importante

Algunos me habéis comentado que no os llegan las entradas por email a pesar de estar suscritos: ¿Os ha pasado a más personas? Si es algo general buscaré alguna otra web para hacerlo. También podéis seguir la página de Facebook para no perderos nada: pinchad aquí para verla


Postdata 2: todavía más importante

No quería terminar mi crónica de febrero sin compartir con vosotros una de las cosas que ha marcado mi mes: el descubrimiento de este vídeo. No puedo parar de verlo… Con este genial hallazgo me despido hasta la semana que viene.



De nada ;)



domingo, 7 de febrero de 2016

13. Norte, sur, este y oeste: segunda parte


Hola Soletes,

¿Deseosos de seguir recorriendo mundo? Pues no os hago esperar más. Aquí tenéis la segunda parte del post, en la que viajaremos por Australia y América para terminar de conocer cómo viven allí otros españoles. Como recordaréis, en la entrada anterior recorríamos Europa. Yo no sé a vosotros, pero a mi me han entrado ganas de visitar todos esos sitios… si queréis leerla, pinchad aquí.

Los sitios que visitaremos hoy son las estrellas que no recorrimos en el anterior post.


Viviendo en  Sídney, Australia: Gerard

fuente

Comenzamos la segunda parte del viaje casi en las antípodas. En la ciudad más grande de Australia vive Gerard, un ingeniero de 30 años que se fue hace ya 4 meses a perfeccionar su inglés. Lo que más le llama la atención es que resulta complicado conseguir algunos visados pero es fácil encontrar trabajos de baja cualificación y bien remunerados (con trabajar media jornada es suficiente para vivir). La facilidad con la que cambia el tiempo es otro de los aspectos que le desconcierta, pues comenta que “Un mismo día puedes estar a 40 grados por la mañana con mucho sol y en media hora empezar a diluviar y que se desplomen 20 o más grados las temperaturas”. Lo que más le gusta es la multiculturalidad de Sídney, lo cosmopolita que es y la gran variedad de actividades y eventos que se organizan. Lo que más echa de menos es a su pareja, amigos y familia; la diferencia horaria no ayuda demasiado en este aspecto. Y, ¿adivináis qué más añora? La comida.

Una anécdota…
“Bañarse en el mar a 35 grados siendo Navidad es toda una experiencia.”

Un consejo para alguien que vaya a mudarse a tu país o ciudad…
“Protegeros del sol que aquí: hay 13 veces más posibilidades de coger un cáncer de piel.

Por lo demás, que no se asusten por los precios... al principio parece todo caro pero en relación a los sueldos no lo es tanto. Además, ¡en los supermercados siempre hay buenas ofertas!

Creo que irte un tiempo a otro país te ayuda muchísimo en infinitos aspectos: te ayuda a valorar lo que ya tienes, a valorar las pequeñas cosas y detalles, a madurar en muchísimos aspectos, a espabilarte. Te culturiza ¡Os animo a todos a hacerlo!”


Viviendo en Buenos Aires, Argentina: Sabelús

Comenzamos con el continente americano por la parte sur. En la capital porteña nos espera Sabelús, una Carmelita de la Caridad de 77 años que se fue de España hace ya 29 por amor (al Señor, en este caso). Junto a otras Hermanas de su comunidad, regenta una residencia universitaria para que chicas con pocos recursos que viven lejos, en el norte o en el sur del país, puedan estudiar en la capital.

Le sorprendió gratamente “La alegría, la solidaridad. Me encanta "Manos Abiertas", Tienen muchos servicios solidarios pero es hermoso “la Casa de la Bondad”, atendida por voluntarios, para los enfermos terminales que están en situación de calle, a base de donaciones de medicamentos, de guantes descartables, pañales, sábanas, etc.” También destaca el folklore y la música popular como uno de sus elementos preferidos (el tango, la chacarera, la samba, etc.). Como contrapunto, lo que le parece más negativo es la corrupción, especialmente por parte de aquellos que tienen la responsabilidad de la seguridad y de la justicia. También extraña la familia y las raíces, y el encontrar bancos para poder sentarse por la calle.

Una anécdota…
“Estaba en Pozo Hondo, Santiago del Estero, donde las calles eran de tierra y piedras (ahora ya han mejorado). La Patrona es Ntra. Sra. de la Merced y todo el mes de septiembre se lleva a la Virgen por los distintos barrios. Uno de los días, terminaba la oración y al empezar la procesión me tropecé tontamente y no podía caminar. Dos muchachos me tomaron y a la "sillita de la reina" seguimos con la procesión hasta el final. Qué detalle ¿Verdad? Nos reímos mucho.”

Un consejo para alguien que vaya a mudarse a tu país o ciudad…
“La inter-culturalidad es importante y es una riqueza. Estar abiertos e ir adaptándonos poco a poco, recibiendo y compartiendo.

Si han conseguido leerme hasta el final: gracias y un gran abrazo a los buenos lectores.”


Viviendo en La Jolla, San Diego, EEUU: Ro

fuente

Subimos hasta EEUU, último país de nuestro tour, casi al otro lado de la frontera con México, para conocer a Ro. Esta joven investigadora, de 27 años, se encuentra haciendo la estancia predoctoral de su tesis sobre nanosensores en la Universidad de California (UCSD). Tanto ella como su pareja llevan allí dos meses y han aprovechado para viajar, por lo que pueden ofrecer una visión amplia de esas tierras. A Ro le tienen enamoradas las chocolatinas con crema de cacahuete y las múltiples variedades de Pringles que hay, lo que le resulta más complicado es entender a las personas que hablan rápido con acento cerrado y lo echa de menos “todo” de España.

Son varios los puntos que le han causado sorpresa o desagrado: “Aquí todo es apariencia. Hay casas de cartón piedra imitando todo tipo de material, razonamientos del tipo: no tengo trabajo pero sí un iPhone o un cochazo.... cuando me quede sin dinero, pues ya veremos... este punto lleva al siguiente: hay muchísima gente sin hogar, y en general gente extraña, muchos de ellos son enfermos mentales. Ves claramente el contraste entre primera potencia, tecnología, desarrollo versus la falta de ayudas sociales, cuidados a los enfermos mentales que acaban en la calle por no poder costearse los tratamientos, etc. Pero esto ocurre en todas las ciudades que he visitado en los EEUU. Es una pena...

Hay personas extrañas por la calle de noche, lo que sumado al hecho de que las armas son legales, hace que me sienta bastante insegura en ciertas partes o ciudades en las que he estado. No mola nada la sensación de que cualquiera que venga hacia a ti con capucha y las manos en los bolsillos te pueda sacar la pistola… sé que soy peliculera ¡pero aquí puede pasar!”

Un consejo para alguien que vaya a mudarse a tu país o ciudad…
“¡No vengas sin ayudas económicas! ¡Esto es carísimo!”


Viviendo en Seattle, Washington, EEUU: Dorothy

Si subimos hasta la otra frontera, la que pega con Vancouver, nos encontramos de nuevo en Ciudad Esmeralda. No iba a haber comentado nada, que bastante os he contado ya, pero me ha parecido un juego divertido y me apetece jugar.

Lo que más me ha sorprendido, sin duda, es la cantidad de personas sin hogar que hay… Tal como comenta Ro, si tienes algún problema serio, desarrollas alguna enfermedad mental o tienes un accidente y tienes que dejar de trabajar, más te vale tener dinero ahorrado o una familia que te apoye porque de lo contrario puedes acabar sin nada, tirado en la calle. Se me encoje el corazón cada vez que paso frente a ellos… pero tampoco sé cómo actuar para no ponerme en peligro.

Lo que menos gusta, sin duda, es el tiempo: mucha lluvia y pocas horas de luz, lo más difícil es la diferencia horaria respecto a España. Lo que más me gusta es lo bonita que es la ciudad, lo mucho que ofrece y las oportunidades laborales. Lo que echo de menos por encima de todas las cosas son los abrazos de mi gente… bueno, y el lomo ibérico.

Una anécdota…
¿Más? Ya sabéis que me vengo arriba y, sin comerlo ni beberlo, lo puedo convertir en un post de un kilómetro… Tengo muchas semanas por delante, ya vendrán más historias.

Un consejo para alguien que vaya a mudarse a tu país o ciudad…
“Atrévete. No dejes de hacer cosas por miedo o vergüenza, la única manera de no conseguir algo es dejar de intentarlo. Ah, y deja un poco de espacio en la maleta para la paciencia, te hará falta.”


Viviendo en Lawrenceville, New Jersey, EEUU: Escarlata

Volamos ahora de costa a costa, hasta la helada Nueva Jersey. Cerramos el viaje cerquita de Princeton, donde la señorita Escarlata, de 31, lleva dos años trabajando como psicómetra. Lo que más le sorprendió de su nuevo hogar fue descubrir que se puede conducir con medio metro de nieve, que eso no detiene la vida de la ciudad. Inciso: ¿sabéis esas noticias de tormentas de nieve en Estados Unidos? Pues por ahí anda la pobre. Destaca la gran variedad de ofertas de ocio y restaurantes internacionales. Para ella lo más complicado es forjar relaciones más allá de la cordialidad con personas de allí, ah, y calcular las propinas. Siguiendo con la tónica general, lo que más echa de menos son sus seres queridos. Respecto al proceso de adaptación, comenta que: “La perspectiva es muy distinta dependiendo de si tu estancia la percibes como temporal o como permanente. El principio es excitante, todo es nuevo y distinto, con el tiempo deja de ser nuevo y se convierte en una rutina muy distinta a lo que uno esta acostumbrado, ¡con más tiempo se convierte en tu hogar!”

Una anécdota…
“Una pregunta que me han hecho dos veces (la primera en la entrevista de trabajo) 'así que eres de España... Entonces, ¿hablas español?' No, hablo chino mandarín y kurdo, no te fastidia…”

Otro inciso: me ha pasado. Dos veces. Más detalles en un futuro post…

Un consejo para alguien que vaya a mudarse a tu país o ciudad…
“Los precios que veas, NUNCA serán los que pagues; ¡ojo avizor! No eches cuentas hasta que hayas comprobado que todas las tasas, impuestos y/o propinas están incluidas.”

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Como buena científica, no podía cerrar el “estudio” dejando los resultados ahí, de cualquier manera, sin redactar unas conclusiones. Así pues, tras leer con entusiasmo las aventuras, vivencias y opiniones de estos valientes, creo que hay varios puntos sobre los que reflexionar.

En primer lugar, dejando a un lado los contrastes de cultura, costumbres y meteorología, parece que todos echamos de menos las mismas cosas, independientemente del lugar donde nos encontremos: la familia y los amigos, y la comida. Lo que parece más difícil es adaptarse al clima de los lugares fríos y oscuros, y el establecer relaciones profundas con la población local. Lo que más llama la atención es la bondad y la honradez que se perciben o la falta de ellas.

Es curioso también que, además de por trabajo, muchos han dejado su tierra por amor. Y hablando del trabajo, también parece ser un denominador común la dificultad para encontrar uno cualificado sin dominar el idioma, lógico. A pesar de que, por lo general, se destacan las dificultades de adaptación y los elevados precios, todos recomiendan la experiencia, resaltando que se valora más lo que se deja en casa y se aprende el valor del trabajo y del esfuerzo, que se amplía la perspectiva y cambia la forma de ver la vida. En definitiva parece que, por duro que sea, todos compartimos esa sensación de que “merece la pena”.

De alguna manera esto me transmite esperanza, sé que algunos no volverán pero creo que nuestra generación estará mejor preparada para gobernar que las anteriores: sabe idiomas, conoce otras culturas desde dentro, tiene la mente abierta, es consciente de lo duro que es irse y no olvida el valor de salir adelante con el esfuerzo del trabajo.

Quiero dar las gracias de nuevo a los que habéis participado. Ya sabéis lo que dicen: “un acento extranjero es un signo de valentía”. Hay más Soletes viajeros que hablan español y han recorrido mucho mundo, pero quería centrarme en los que están viviendo la experiencia ahora, para que fuese más fiable. No obstante, podéis escribir vuestras experiencias curiosas de viajes en los comentarios de la página o en Facebook ¡Animaos!

Volveré la semana que viene, posiblemente con un post más corto. Siento que sea así pero me cuesta seguir el ritmo… si me quedo en casa el fin de semana para escribir, no me pasará nada y llegará un momento en el que no tendré nada que contar, así que creo que será mejor buscar un punto de equilibrio.


PD: Este es el segundo post que termino con una noticia genial, otra buena amiga acaba de convertirse en la madre de un niño precioso. Un besazo enorme y enhorabuena.