Hola Soletes,
Parece mentira que hayamos llegado al post número 50.
Muchas gracias por seguir leyéndome y siguiendo mis peripecias. Tal como
comenté la semana pasada, estoy de vuelta para desvelaros el misterio que se
quedó a medias, si no habéis leído el post anterior os recomiendo que lo hagáis aquí, si no seguramente no os enterareis de nada. Aparte, está mal que yo lo
diga, pero las fotos de la cámara de Tristeza son una pasada.
Parte 2: Lobo hombre
en Airbnb
7 de marzo, buscando por Internet…
Una cabaña perdida en medio de los bosques de Forks. Paz,
tranquilidad, algo bucólico y rustico, es AirBnb, seguro que está genial ¿no? Uy,
pone que tiene jacuzzi y parece que desde el techo se pueden ver las estrellas.
¡Ay, qué suerte hemos tenido! Encima está bien de precio. Oh, y pone que al
alojarnos ayudamos al dueño a pagar sus gastos médicos y mantener el sueño de
su vida de conservar su granja. Ya está, decidido, nos quedamos con esta.
12 de marzo, tras conducir por esos caminos dejados de la
mano de Google maps…
¿Será el dueño ese hombre que nos mira? Bueno, no tiene
pinta de haber mucha más gente por aquí, vamos a preguntarle. Efectivamente.
Nuestro querido anfitrión al que acabamos apodando “Chiwi”, de cariño, nos dijo
que cruzásemos el famoso puente de las “ranas cruzando” y aparcásemos enfrente
de la cabaña. Aunque era mayor se le veía fuerte, estaba curtido por el sol y
llevaba unas gafas de sol medio acopladas bastante curiosas. Me fijé en que
llevaba una especie de pulsera de plástico blanca en una de las muñecas, quizás
había estado hospitalizado hace poco, el pobre…
Salimos del coche y nos detuvimos en la puerta de lo
que, más que una cabaña, parecía una chabola. Toda de latón, uralita y madera,
con dos sillas de plástico en el porche y aspecto de estar sin terminar,
nuestro futuro alojamiento nos esperaba silencioso. Chiwi nos alcanzó en
seguida y nos hizo un “tour” guiado por la mansión. La puerta: corredera, sin
cerradura ni posibilidad alguna de bloquearla por dentro. El suelo parcheado
con losetas y trozos de moqueta era del todo irregular y tenía bastante…
solera. El techo de uralita se intercalaba con vigas de madera y algunas
ventanas, las paredes estaban decoradas con troncos y motivos similares y en
algunas partes quedaba al descubierto un material aislante rosa que parecía
estar llegando desde otra dimensión para hacernos compañía.
Todo glamour |
Empezamos por el “salón” con un sofá naranja desvencijado
como elemento principal y una colmena en el techo como complemento (sin abejas,
por suerte). A la derecha accedimos a lo que sería nuestro dormitorio: una cama
“nido” que parecía sacada del atrezo de alguna película de torturas medievales,
una cama de aire, de matrimonio, medio desinflada que había vivido mejores
tiempos y una salamandra. Con salamandra me refiero a una de esas chimeneas de
hierro cerradas cuya salida de humos es un tubo que va a la pared. En ese
punto, Chiwi nos explicó que para calentarnos (no olvidemos que era marzo y hacía
un frío considerable por las noches) teníamos dos opciones: o bien usar la
salamandra o un calentador de propano. Nos explicó que normalmente tenía un
extintor al lado de la salamandra “por si acaso” pero que la noche anterior
había tenido un “problemilla” y lo había tenido que usar. Así que nos aconsejó que
si teníamos algún “problema” que saliéramos afuera y cogiéramos la manguera y
que gritásemos para que él viniera a ayudarnos, porque los bomberos hasta allí
no llegaban. –Estupendo.- Prefería morirme de frío antes que achicharrada. Tras
eso, nos enseñó “su habitación preferida de la casa” que consistía en una
especie de agujero entre dos paredes donde, mirando hacia abajo se adivinaba un colchón con unos almohadones… lo más parecido que había visto hasta
entonces eran esas noticias con los típicos zulos donde meten a las personas
secuestradas. En fin.
Atentos a las ramas decorativas |
La famosa salamandra |
La cocina no decepcionó. Los muebles, cada uno de su padre
y de su madre, se amontonaban sin ningún tipo de orden lógico y nuestro querido
anfitrión nos dijo que nos había dejado algunas sorpresas en la nevera… miedo
me daba, si su habitación preferida era un boquete, ¿Qué nos habría dejado? Para
terminar, nos enseñó el baño, en el que por supuesto no osamos ducharnos y antes
de irnos nos dijo: “y lo mejor es que tenéis total privacidad, no hay nadie en
50 millas a la redonda”. Nadie excepto él, claro, que dormiría en la casa de al
lado.
Una vez solas descubrimos tres cosas: 1) había dejado
toallas y un bombón (uno, para cuatro huéspedes) con un conejo de pascua,
encima de una de las almohadas, 2) la principal sorpresa de la nevera era una
cantimplora de plástico gris con la inscripción “vino de la casa” a rotulador, y
3) la colcha de la cama nido medieval estaba llena de pelos de perro blanco,
aunque no vimos ningún perro.
El cartel para indicar que el aparcamiento era privado |
Decidimos descargar el coche e ir a dar un paseo antes de que se hiciera de noche. Casi nos da un ataque de risa cuando descubrimos que en el lugar para aparcar el coche había un cartel que decía “parking privado”: gracias Chiwi, no vaya a ser que una de esas personas que vive a 50 millas nos deje sin sitio para aparcar. Íbamos riéndonos, comentando lo apañado que era el pobre Chiwi, que intentaba tener todo tipo de detalles, pero los resultados no eran demasiado buenos. En ese punto empezó lo raro, conforme íbamos andando encontramos: un abrevadero (pero no había animales en los alrededores), una cabaña llena de váteres, una cama elástica escondida entre los árboles… y entonces los vimos, semienterrados en el suelo había huesos, muchos huesos. Primero vimos este y nos asustamos en serio: ¿era una pierna humana?
Prueba A |
No tardamos en descubrir decenas de huesos semiocultos
entre el césped o la maleza, y esos claramente (por la forma de la mandíbula)
eran de animal. Y entonces surgió la idea, medio en broma: ¿y si los había
cazado él?, ¿Y si lo había hecho para alimentarse? La noche anterior había sido
luna llena… ¿Y si era un hombre lobo y se había transformado? Quizás por eso
había tenido el “problemilla” con el extintor. Quizás el zulo que tanto le
gustaba era el cuarto que usaba para encerrarse y no dañar a nadie cuando se transformaba.
Quizás los carteles de “prohibido cazar” iban dirigidos a protegerse a sí mismo. Y claro…
también es humano, así que necesita el dinero para vivir y por eso ha puesto su
cabaña en AirBnb. Todo cuadraba. Y entonces nos fijamos en las huellas de “perro”
fuera de la cabaña… y nos acordamos de los pelos blancos de la colcha, pelos
blancos como los de Chiwi. Sin embargo, no se había visto ni oído a ninguno,
qué raro.
Prueba B |
Nos dispusimos a cenar algo y a cotorrear un poco
divertidas por la historia, (que decidimos tomar medio a broma, quizás para ser
capaces de pegar ojo…) y en ese momento fue cuando me asusté de verdad. Empezó
a sonar el teléfono, así que me acerqué a cogerlo, pues pensé que quizás Chiwi quisiese
comunicarse con nosotras desde la casa principal y fuese alguna especie de
línea externa. Llegué a tiempo de ver cómo alguien lo cogía desde otro sitio
(la casa, supongo), pero lo que hizo que se me erizara hasta el último pelo del
cuerpo fue ver el nombre del emisor de la llamada: la Alianza Norteamericana de
Salud Mental. ¿Y si este hombre estaba loco?, ¿Y si se creía que era un hombre
lobo y lo llamaban el día después de la luna llena para comprobar que estuviese
bien?, ¿Y si los “gastos médicos” que tenía que cubrir eran de salud mental y
no física?, ¿Y si la “pulserita” que llevaba era de haberse escapado de un
psiquiátrico? No podía hacernos nada, ¿no? Cuatro chicas desapareciendo de
golpe sería muy escandaloso… y perdería todos los puntos en AirBnb. No, no nos
pasaría nada. O eso esperaba. Y por eso no comenté nada con mis hermanas hasta
el día siguiente.
Debido a los grandes ventanales en paredes y techo,
dormimos con la sensación de estar en medio del bosque, pero calentitas. Cuando
nos despertamos empezamos a recoger, ni desayuno, ni ducha, ni leches, queríamos
visitar muchos sitios antes de volver a casa. En ese punto les conté lo del
teléfono y me dijeron que todo cuadraba, que además el carisma que Chiwi tenía era
bastante peculiar. Quisimos despedirnos de Chiwi pero no lo vimos por allí, así
que para no irnos a la francesa le mandé un mensaje dándole las gracias y
diciéndole que no le habíamos visto para despedirle. Nos montamos en el coche y
deshicimos el camino de tierra. Llevaríamos unos tres kilómetros cuando vimos
un bulto, con camisa de cuadros, corriendo en sentido contrario hacia nosotros,
corriendo medio agachado (como lo haría un licántropo). No puede ser… ¿es él?,
¿pero de dónde viene?, ¿y cómo ha llegado aquí tan rápido?. Tormenta, que iba
conduciendo preguntó si paraba o no. – Para, para, no sea que se enfade…-
Abrimos la ventana, nos dijo que había visto el mensaje y había venido
corriendo a decirnos adiós… No hacía falta que lo jurara. Nos llamó la atención
que ni si quiera había perdido el aliento. Qué hombre… ¿u hombre lobo?. Tras la
despedida lo vimos alejarse por el retrovisor, corriendo, de vuelta a casa, a sus setentaymuchos años. En fin.
Ya de camino hacia Forks, donde desayunamos, me dio por
buscar su nombre en google porque nunca lo había oído antes y me parecía muy
raro. Agarraos: su nombre (el real, no Chiwi) en otro idioma significa “carnívoro”
y también hace referencia a un tipo de insecto que chupa la sangre. A lo mejor
era su nombre de la manada. Picada por la curiosidad envié una foto de los
huesos a un amigo que está estudiando algo relacionado con la antropología
forense (que sabe identificar huesos y causas de la muerte, vaya) y me dijo
que el hueso era de vaca o de ciervo y que lo raro es que no estaba
descompuesto pero le habían arrancado la carne, es decir, que alguien o algo lo
había cazado y se lo había comido. Había señales de mordiscos (marcas de
dientes) de un cánido: un perro o un lobo. Que lo raro es que no había nada de
carne por unas partes pero por otras sí, como si hubiese sido una decisión
racional.
Soletes, en este punto sólo puedo repetir lo que ya os
dije: a la luz de estos datos, mis hermanas y yo estamos convencidas de que si
los hombres lobo existen Chiwi es uno de ellos.
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El resto del día consistió en hacer un poco de turismo a
lo Crepúsculo y volver a casa. Forks es un mini pueblo con bares de carretera y
merchandising de vampiros. Está curioso para hacerte alguna foto pero poco más.
La reserva india Quileute y la Push son otra historia…
qué paisajes más bonitos y mágicos, desde los árboles a los acantilados
perdidos en la niebla dignos de la película Avatar. Rubi Beach también es para
quitarse el sombrero. No tardamos mucho en irnos: había mucha niebla, hacía
frío, y los carteles que decían “ruta de evacuación en caso de tsunami”
terminaron de animarnos a salir de allí.
El resto del viaje transcurrió sin incidentes. Excepto
uno: llegados a un lugar no había gasolineras, no las había y punto. Comenzamos
a buscar cuando aún nos quedaba un cuarto de depósito de gasolina y por fin lo
conseguimos casi llegando a Aberdeen, tras un buen trecho en reserva. Fue tal el
mal rato de pensar que íbamos a tener que llamar al servicio de asistencia en
carretera y que nos recogieran de noche que no atinamos a sacar fotos. Sólo os
diré que el contador de la gasolina era una rueda metálica con los números en
relieve y que para activarlo había que darle a una manivela.
La verdad es que ha sido un viaje impresionante, ha
merecido la pena alquilar el coche y poder parar donde queríamos. Para mí ha
supuesto un reto eso de conducir un coche que no es el mío, automático y por
esas carreteras del Señor, pero ha merecido la pena el estar todo el tiempo con
la boca abierta por los paisajes. De hecho, al final fue fácil: iba más tensa
guiando que conduciendo, con acordarte de no pisar el embrague (porque no existe)
y de empezar a frenar antes (porque no se puede usar el motor como freno), todo
bien. Sigo viéndome como alguien que no es para nada aventurera, a pesar de lo
que pueda parecer al leer esto, creo que la prudencia y la planificación son
dos de mis virtudes, pero voy trabajando en ello y algunas veces sí que me
atrevo y al final lo hago. Y cuando lo hago siempre me alegro, así que creo que
lo seguiré haciendo. Y os seguiré informando.
Tras haber salido airosas, pese a todo, de esta extraordinaria
experiencia me permito daros cinco “Super consejitos” por si alguna vez se os
ocurre hacer algo parecido:
1 Llevad tarjeta de crédito (no de débito)
2 Descargad los mapas con antelación en el móvil
3 Reservad con tiempo para aseguraros de que tendréis
sitio
4 Cuidado con AirBnb: mirad bien las fotos y las
opiniones. Llevad inhalador si tenéis alergias por si el sitio no está demasiado limpio
5 Empezad a buscar una gasolinera con tiempo o pensad una
ruta que las incluya
Quizás fue la luna llena, quizás son los cuervos que
graznan junto a mí en la terraza y me hacen sentirme un poco Poe mientras
escribo, pero así es como lo recuerdo y así es como lo he relatado. Mañana me
voy a un congreso a Pittsburg, Pensilvania. Tengo la sensación de que no será
lo suficientemente interesante como para escribir al respecto pero bueno,
siendo yo nunca se sabe… Quizás amenice el vuelo de vuelta (de seis horas)
escribiendo el siguiente post. En cualquier caso: ¡nos vemos en dos semanas!
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