¿Conocéis esa sensación de ir a un bufet libre, a uno
realmente bueno (no como esos que incluyen fritanga y pasta fría pegada al fondo
de la bandeja) cuando tenéis mucha hambre? Queréis probarlo todo, parece realmente
delicioso y a lo mejor no tenéis oportunidad de volver, así que hacéis lo lógico.
Empezáis a comer y hmmm madre mía, realmente se cumple el dicho de "qué bien huele, mejor sabrá", así que os acabáis el plato aunque estáis a
reventar... y entonces veis el postre "vaya pinta, bueno solo un
bocadito". Consecuencia: casi os tienen que sacar con carretilla del
restaurante y os pasáis el resto del día como zombies, con la sangre
concentrada en el sistema digestivo para procesar todo lo que os habéis comido.
No os podéis quejar, pues ha sido voluntario y lo habéis disfrutado mucho, pero
ahora os toca apechugar con las consecuencias. Pues eso es lo que me ha pasado
a mi... aunque no literalmente.
¿Recordáis los post de invierno? Oscuridad a las cuatro de
la tarde, lluvia y bufandas, pues ahora es lo contrario: mejor tiempo, horas de
luz infinitas y una montaña de actividades por hacer, actividades que sé que no
durarán, que en invierno no podré probar, que quiero hacer con amigos que se
van, etc. En menos de un mes he ido a Montebello, Nueva Jersey, Nueva York, Vancouver, barbacoas,
conciertos, comidas y cenas de despedida, cumpleaños… y me he empachado. Me he
empachado de actividades, de caminar, del transporte público, de hacer cola, de
no dormir, de afrontar retos, de aprender... así que ahora me siento como una boa que se ha comido
una cabra entera: tengo que tumbarme boca arriba a digerir un poco si quiero
volver a ser productiva. Tengo material escrito en fase de borrador como para cuatro
entradas del blog, tengo fotos preciosas de los viajes, tengo muchas ganas de revivirlo todo
mientras lo escribo, de compartirlo con vosotros… pero aún no tengo energía para
organizarlo y darle sentido, para que resulte interesante y digno de leer. Así
que os pido paciencia, creo que el resultado merecerá la pena. Hasta entonces,
os dejo con un par de reflexiones sobre la empachera.
15 de julio
Estoy absolutamente extenuada. Llevo toda la semana
corriendo de una reunión a otra y sintiendo que no llego a ninguna. En realidad
no he hecho tanta cosa pero tengo la sensación de que no he parado. Supongo que
pasar tres fines de semana seguidos fuera de casa pasan factura. Eso y haber
tenido una comida de despedida en el trabajo, una cena de despedida fuera, un cumpleaños
y una barbacoa de despedida. Sumado a una fecha de entrega de un artículo y mil
cosas más. Está visto que comerse el mundo puede producir digestiones pesadas.
No doy pie con bola, sólo quiero dormir y que pase el fin
de semana leeento. De momento hoy he ido a un concierto de música clásica en el
parque que está debajo de mi casa. Era gratis e incluía perritos calientes,
galletas, refrescos y café si querías. Te daban hasta mantas para sentarte en
la hierba… muy bonito todo. Lo organiza la asociación de música de cámara de
Seattle y el organismo que se encarga de gestionar los parques públicos. El
evento ha empezado con un concierto de un cuarteto de cuerda, cuatro asiáticos
que podrían estar en el instituto perfectamente han tocado como auténticos
profesionales, a veces siento que voy tarde en la vida. Después han empezado a emitir en directo un concierto que daban
en el Benaroya Hall, una sala de conciertos local. Nos hemos ido antes de que
terminara porque mi amiga tenía que coger el bus de vuelta a su casa. La chica
con la que he quedado es una chica canadiense que está haciendo una estancia
predoctoral en el hospital de niños, también se va en un par de semanas... otra a la que tendré que decir adiós. Mañana es el último día de Galadriel aquí, qué pena, jo.
18 de julio
Lunes otra vez, no me puedo creer que haya tenido un fin
de semana y aun no me haya recuperado. Sigo sin concentrarme bien y sin muchas
fuerzas. Estoy tomando vitaminas, a ver si eso ayuda. No me quejo, no estoy así
por estar enferma o algo peor, simplemente por la empachera de viajes, eventos
y emociones de los días anteriores. Ahora siento que no llego, que estoy
fallando a nivel laboral, que no estoy pendiente de mis amigos y familia, del
blog... en fin, creo que es momento de recordarme a mí misma uno de los propósitos
de 2016: “dejar para mañana lo que no pueda hacer hoy”. Así que con mis
disculpas y la promesa de que pronto tendré algo en condiciones, termina esta
mini entrada del blog, una que también retrata cómo es este proceso de montaña
rusa que se vive cuando estas fuera. Ahora a priorizar e ir avanzando poco a
poco.
Gracias a los que seguís conmigo, el lunes volveré con más... espero. Hasta entonces:
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