domingo, 31 de julio de 2016

34. OMG, ¿soy una de ellos?


“Like a Koi in a frozen pond, like a goldfish in a bowl”
R.E.M., Imitation of life

Galadriel siempre me decía: “Cuando vuelva a la vida real…” y yo le contestaba: “Oye, que esto también es la vida”. Es una vida muy distinta de la de nuestro país de origen pero, ¿por qué aquello debe ser considerado más real que esto? Es como la canción de R.E.M. “como un Koi en un estanque congelado, como un pez dorado en una pecera” ¿es que acaso eso no es la vida para ellos?

Dicen que vivir en otro país te cambia. Y yo creo que soy la misma, soy más consciente de mi identidad, de mi cultura, de mi nombre que suele ser difícil de pronunciar y de que no me da la gana de renunciar a nada de eso. Pero ¿qué ocurre con el resto?, ¿qué pasa con las cosas que no son tan importantes?, ¿es más cómodo abandonarse y dejarse absorber por la cultura local?, ¿tiene si quiera sentido tratar de resistirse?, ¿y si me estoy convirtiendo en una de ellos sin apenas darme cuenta?. Los estudios dicen que simplemente por el hecho de tener que manejar dos idiomas tu cerebro se configura de forma diferente… ¿Y si eso me cambia para siempre? Tengo mis sospechas, tengo mis dudas, tengo mis momentos, y de eso es de lo que quiero hablaros en este post.

Últimamente voy coleccionando momentos de esos de verme desde fuera y pensar que un director de Hollywood debe estar dirigiendo la escena. Ejemplos como los que comentaba en el post anterior se vuelven comunes. El otro día lo pensaba mientras guardaba la compra: una ensalada de kale y quinoa, plátanos orgánicos, tofu, edamame, sushi… Uhh, qué glamour. Pero a ver, ¿por qué tiene eso que ser más glamuroso que un paquete de salchichas del Mercadona y una lata de paté? No lo sé. Quizás es lo que nos venden. Hay otras pruebas de que me voy integrando más, unas son positivas y otras no: sueño bastante en inglés y a veces me es más fácil encontrar las palabras en ese idioma cuando hablo en español (antes me daba mucho coraje cuando veía a los famosillos de Miami pasearse por los platós de televisión españoles soltando anglicismos, pensaba que era por hacerse los interesantes, ahora los entiendo), utilizo muchas de las abreviaturas que tanto me costaba entender al principio, tengo en mi cabeza algunas rutas mejores que las que da Google maps, tengo lugares favoritos para ir de “afterwork”, sitios/horas a evitar, programas de descuento, y a punto he estado de solicitar la tarjeta de crédito de una aerolínea. Por el lado más negativo, me agobia el calor… el otro día rozamos los 30 y ya estaba pasándolo mal, creo que cuando vuelva a casa voy a necesitar hacer como los buzos pero con la temperatura: un periodo de “desenfriamiento” con el aire acondicionado encendido para resistir. Otra de las cosas que espero que no me pase cuando vaya de vacaciones es la extrañeza del contacto físico: el otro día fueron a darme dos besos y me eché instintivamente hacia atrás. 

Sun Liquor, uno de mis sitios preferidos para ir después del trabajo

Paso a ilustrar mis impresiones con ejemplos concretos:

21 de julio
Hoy me he puesto sandalias por primera vez, mañana probaré a ponerme un vestido, qué locura. Vaya, ha sido escribirlo y ver un relámpago… en fin, soñar sigue siendo gratis.

Hoy ha sido un día un poco raro: el paciente me ha cancelado y he acabado yendo a hacer el “Foodwalk” en Chinatown con una compi de trabajo como guía (es de Seattle pero sus padres son de china, así que es una experta en el tema) y una canadiense que está haciendo una estancia predoctoral en el hospital de niños. El foodwalk (como una especie de ruta de la tapa) ha consistido en andar mientras comíamos, literalmente. He probado la barbacoa china (¡deliciosa!), los fideos fríos (meh), las alitas de pollo con arroz (pasables), unas tartas de fruta de muerrrte y un bubble tea de postre.

Aquí las citadas tartas

Luego, mi vecino indio que es un poco bipolar (a veces me ignora y a veces me manda mensajes a horas raras para ser amigo mío) me ha dicho que me ha visto bajarme del bus… simplemente eso. Le he dicho que volvía del foodwalk, que como le comenté otro evento parecido y no me dijo nada, no le dije nada esta vez porque asumía que no le interesaba. Me ha dicho que lo vería medio dormido y se le olvidó y me ha invitado a ver una película en su casa el fin de semana.

Va a ser raro e interesante a la vez. Vive tres pisos por encima del mío, así que va a ser muy cómodo. Pienso sobre todo en invierno y en la pereza que da salir a la calle con la lluvia… va a ser genial, un poco fiesta pijama porque vamos a ser él, yo y su compi de piso al que no conozco, a lo mejor me lo he encontrado alguna vez abajo en la lavandería, quien sabe. La idea es hacer una maratón de pelis o juegos… esto empieza a parecerse un poco a The Big Bang Theory, solo que no soy una rubia buenorra y sí que soy un poco friki.

22 de julio

18.43 de la tarde
Me esperan 53 paradas de autobús y luego 20 min andando por un parque para llegar a la fiesta de tesis de una amiga. Me voy casi durmiendo en el bus... sé que podría haberle dicho que no, nos habremos visto unas cuatro veces antes de hoy pero sé que se va y me da pena. Además, no quiero que el cansancio me impida disfrutar de esto. Esta mañana no podía levantarme y me notaba espesísima en las reuniones, otra vez.

En fin, me centraré en lo de ahora: vamos a Magnuson Park, no he estado nunca y tengo curiosidad por saber cómo es la otra parte del agua, pues nunca la he visto. Aparte, puede que haga algún que otro amigo hoy, que con la desbandada que hay últimamente no me va a venir mal, la verdad. Además, llevaba tiempo con la sensación de que no conocía sitios nuevos ni a personas nuevas, vislumbraba peligrosamente el riesgo de acomodarme a lo que conozco aquí y dejar de ser valiente, así que ale, a ver calles nuevas con ojos nuevos y punto. Es raro que esté tan cansada, pero en fin, estoy orgullosa de haberme puesto los vaqueros y haber salido a la calle (bueno y el jersey y el chubasquero). A lo mejor es una mierda pero al menos no me quedaré con el "¿y sí..?"

Por cierto, ya empezaba a preguntarme si es que en Seattle la gente no cazaba Pokemon  y hoy he tenido 3 experiencias al respecto: he visto un concurso anunciado en un local, un encuentro en el barrio chino y lo que me ha pasado en el semáforo ha sido muy bueno. Estaba yo mirado el grupo de wasap de mi familia mientras se ponía en verde y había una  chica mirando el móvil también. Parecía inquieta y me miraba de reojo; en cuanto se ha puesto en verde ha salido corriendo, por lo que pensé que iba con prisa, pero no: se ha parado, ha tocado la pantalla y ha sonreído satisfecha. Incluso me ha parecido que me miraba con aires de suficiencia. Oh, a lo mejor se pensaba que se lo quería quitar y que me había ganado. En fin.

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Estuvo muy bien la noche. Conocí a un montón de gente interesante o medio loca, de un montón de países. Me hice un poco más amiga de Candela, una chica a la que había conocido en otra fiesta anterior, allí volví a coincidir con ella y su novio.

Aquí tenéis una foto del parque

Hubo hasta un momento mágico durante la noche. Estábamos sentados cerca del lago y, a pesar de ser ya de noche, los tonos rosados se negaban a abandonar el agua y el horizonte. Uno de los chicos comenzó a cantar una versión de Yellow, de Coldplay, acompañada por la guitarra y la armónica. De repente se hizo el silencio en la mayoría de las animadas conversaciones que estaban teniendo lugar. No tenía sentido hablar. En una especie de síndrome de Stendhal colectivo me quedé allí, inmóvil, contemplando el agua y me sentí conectada con la naturaleza y el universo. Un solo pensamiento vino a mi mente: esto lo has conseguido gracias a tu esfuerzo. Y tras eso, por unos instantes, sólo pude sentir felicidad.

Al día siguiente por la noche fui a casa de mi vecino a ver la película. La verdad es que fue un poco raro porque como no tenían aún muebles, acabé en un colchón en el suelo, sentada en medio de los dos chicos viéndola. Ah, y bebí cerveza, una cerveza holandesa de esas suaves, menos mal… llegué a casa a las 4 de la mañana.

30 de julio
He amanecido con resaca. Ayer mezclé vino tinto con margaritas, hoy sé que fue un error. Fui a una fiesta en casa de Candela y su novio y me lo pasé genial pero otra vez me sucedió lo mismo: en un momento dado me di cuenta de que estaba en una casa de película, sintiéndome como pez en el agua en medio de una fiesta con unas 50 personas de las cuales conocía a cuatro de haberlas visto en dos o tres eventos similares, explicándoles cómo se pronunciaba mi nombre mientras sujetaba uno de esos vasos rojos de bebida. Previamente pude haber hablado con personas de unos nueve países diferentes, distintas razas, edades, profesiones y aspiraciones en la vida. Me hizo mucha gracia enterarme que dos de las que habían ido juntas eran dos vecinas que se conocieron en la lavandería… entonces caí en la cuenta de que esas cosas no pueden pasar en España. Se quedaron muy sorprendidos cuando les dije que la norma es que cada uno tuviese lavadora en su casa. Y entonces volví a hacerme consciente de lo distinta que es mi vida ahora, de que estoy viviendo el Erasmus que nunca llegué a realizar.

Este es el barrio de la casa de la fiesta
Quienes me invitaron son una pareja muy maja que conocí hace poco y que creo que volverán a aparecer por el blog. Uno de los principales motivos es que él baila tango y ella quiere aprender. Y los que me conocéis sabéis que es mi baile platónico: llevo desde los 14 años queriendo aprender y, por un motivo u otro (era para adultos, se requería pareja, los alumnos prefirieron aprender salsa…) no he podido hasta ahora. Así que es uno de mis objetivos de cara al curso que viene: aprender a bailar tango.

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Escribo ahora desde el parque de abajo de mi casa. Tengo sentimientos encontrados: me encanta la combinación de la música clásica en directo con los pájaros volando entre los rascacielos mientras se pone el sol. Como me dijo Escarlata cuando fui a verla (detalles en el siguiente post), creo que esto me está gustando demasiado... me da un poco de miedo que mi ciudad se me quede pequeña cuando decida volver. Pero no es oro todo lo que reluce en Ciudad Esmeralda: una parte de mi visión y de mis pensamientos están secuestrados por el hombre sin techo que parece bastante drogado del fondo del parque. Se ha quitado y puesto la camiseta varias veces, tumbándose y volviéndose a levantar en uno de los bancos mientras se medio comía una de las hamburguesas que daban gratis. Pero ahora está como bailando... a veces parece que tenga una pesadilla y otras que realmente disfruta de la música. Se acaba de poner a hablar con una de las chicas que organiza el evento y parecía normal, a lo mejor me equivoco. Uy, le he visto los ojos y no: tenía yo razón. Creo que a esto no llegaré a acostumbrarme (ni quiero). Porque no es él, son muchos. En el autobús, en las esquinas... y me dan pena. Y miedo a veces. Y no sé qué hacer.. Sé que es uno de los principales problemas de la ciudad y no voy a venir yo a solucionarlo.

Me parece rarísimo que sea casi agosto: aquí el verano empezó literalmente hace dos días (y eso tampoco me gusta). Llegó justo a tiempo para la fiesta en la piscina que organizaban los de mi apartamento. 
La verdad es que se esforzaron bastante
De lo que no voy a quejarme es de las temperaturas, porque con suerte llegamos a los 30 durante el día... aunque tengo que planificar mejor las noches. De hecho voy a irme ya a casa porque me estoy quedando helada. Pero bueno, así llego con tiempo para la noche de juegos con los chicos de la planta 13. Por suerte me dio tiempo de preparar la tarta que voy a llevar mañana al picnic anual de verano que hace el grupo del hospital de niños en casa de la jefa. En una isla. Tengo muchísima curiosidad en saber cómo será ese grupo fuera del ambiente de trabajo. Va a ser un momento agridulce, pues deberé decir adiós a tres de las chicas que trabajaban allí.

31 de julio
De nuevo siento que estoy en una película. Suelos de madera, cocina enorme con isla central, niños mestizos (ideales) jugando con los aspersores, agua con gas, bandejas con frutas tropicales, gafas de sol y sombreros, salmón en el grill. Wow. De nuevo la fotografía de casa ideal se vuelve real. Mercer Island es un pequeño paraíso situado cerca del centro de Seattle. No se tardan más de 20 minutos en llegar y te permite alejarte por completo del ruido de los coches. Las casas con tejados a dos aguas y banderas americanas ondeando en el porche se suceden dejando el espacio necesario para la privacidad. Todo el resto es vegetación. No me extraña que sea uno de los lugares más caros para vivir. La velada ha estado bien, todo muy comedido, incluso los postres (aunque les ha gustado mi tarta, prueba superada). Me ha dado pena despedirme de las que se van… con suerte nos veremos en algún que otro congreso en el futuro.

Como veis, mi racha de despedidas no termina. Por suerte, el miércoles llega mi primera visita desde que estoy aquí. A efectos del blog, llamaremos a mi amiga Elphaba (como veis a la mayoría les gusta escoger nombres de personajes de novelas y películas). No me cabe duda de que va a ser un mes muy interesante a su lado, durante él visitaremos San Francisco y volveré a mi adorada Vancouver. Prometo contarlo todo, todito, todo, lo que no sé es cuándo… de momento la entrada de Nueva York está casi lista, un poco de paciencia Soletes, ya sabéis que lo bueno se hace esperar.


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