sábado, 12 de diciembre de 2015

5. La noche es más oscura antes del amanecer

 
Cuando empecé a interesarme por la posibilidad de tener un blog, observé que en muchos de ellos habían bautizado a sus lectores con algún apodo. Me pareció una buena forma de llegar más a la gente, así que empecé a pensar. ¿Cómo narices les llamo?: ¿Dorothys?, ¿Rainbowers? Uf, qué horror, suena totalmente estúpido. ¿Y en español? ¿Esmeraldos? Peor. Decidí desechar la idea porque me parecía muy forzado, muy hipster o muy cursi. Hasta que, como suele pasar con estas cosas, la inspiración me ha venido de pronto. Os llamaré "Soletes".

Todo tiene una explicación: ¿qué hace falta para que salga el arcoíris? Lluvia + sol. ¿Qué tengo yo en Seattle? Lluvia. Por tanto, lo que me falta es el sol. Vosotros sois mis soles, los que me ilumináis a través de las nubes del tiempo y la distancia. Así que en el día de hoy, yo os bautizo: ¡bienvenidos a Ciudad Esmeralda, Soletes míos! Seguid alumbrando mi camino.

Se suponía que esta semana iba a hablaros de mi trabajo, de hecho, cada vez se pone más interesante y no dejo de sorprenderme con algo nuevo cada día. Aún así, creo que no es el momento: esta detective aficionada quería conseguir para vosotros una foto que no ha podido lograr, así que prefiero esperar a la semana que viene y ofreceros un “producto de calidad”. Ya tendré tiempo de hablaros de los entresijos del piso 14, he venido aquí a trabajar, ¿no? Historias al respecto no me faltarán, os lo aseguro.

Como todo en esta ciudad, los últimos días han sido impredecibles y creo que merece la pena que os cuente lo que ha pasado. Espero seguir con post más felices, yo tampoco esperaba que pasara esto pero he preferido ser fiel a mi realidad y transmitírosla tal cual. Como sabéis los que sufristeis conmigo el post anterior (podéis releerlo aquí) mi camino hasta conseguir un apartamento decente no fue precisamente una alfombra roja. Aún así, me las prometía muy felices: ya había llegado a la meta, ¿qué podría ir mal en un apartamento totalmente renovado? Pues bien, la respuesta a esa pregunta no se hizo de rogar. El azar quiso que aquella primera noche que pasé en el apartamento acabara conmigo embelesada con otro chico, tatuado y perforado, que me hablaba de rodillas frente a mí. Pero no me adelanto, como ya sabéis que me gusta hacer: empezaré por el principio.

3 de diciembre
Como recordaréis, por fin firmé el contrato del piso, di de alta la luz y encargué los muebles. Todo genial. Todo excepto el hecho de que el grifo de la ducha echa la mitad del agua por la pared, que la puerta de la caja de fusibles no cierra y el congelador de una de las neveras hace mucho hielo (parece que no cierra bien). Todos minucias. Nada insalvable.

4 de diciembre, 2 PM
Estoy sentada en el water del apartamento 21004, ese que tanto me ha costado conseguir. Llevo aquí una media hora. ¿El motivo? Pues resulta que aquí es difícil comer verdura y... que nooo. ¿Os lo habíais creído? Aún no ha llegado el momento en el que mi vacío de ideas sea tal que tenga que recurrir a contaros si voy o no al baño. Lo que sí es cierto es que estoy aquí sentada, con la tapa cerrada, porque los que me traen los muebles se retrasan y aún no tengo sillas en el apartamento. Así que he tenido que improvisar una.

Los muebles llegan. Con la ayuda de Laura montamos el sofá cama de mis amores (este, de momento, parece que sí es amor de verdad). Muebles, fotos y demás en un futuro post, prometido. Bueeno, un adelanto:


Por las molestias y el sufrimiento ;)

5 de diciembre, 7.30 PM
Demasiado bonito para ser verdad. Algo tenía que pasarme para que tuviera una bienvenida en condiciones al piso... Estaba fregando los platos nuevos cuando empecé a observar que el fregadero no tragaba. Vaya lata, pensé, mañana cuando me pase a preguntar cuándo me van a arreglar lo de la ducha preguntaré por eso también.

Decidí dejar de fregar para esperar a ver si se iba el agua. Entonces fue cuando lo oí. Venía del cuarto de baño. Mientras recorría el pasillo deseé que no fuera lo que yo creía... pero sí. El lavabo estaba lleno hasta arriba de agua con tropezones marrones. La tubería de debajo goteaba dentro del mueble formando un charco en el suelo de madera con el agua que rebosaba... Urgí a mi memoria a que recordara dónde narices había puesto el cubo que compré en IKEA mientras corría a por el rollo de papel de cocina. Lo bueno de ser un piso pequeño es que lo encontré en seguida. Lo coloqué debajo del mueble e intenté secar lo que pude con papeles.

 
Las pruebas del delito

Vale, contención efectuada. Siguiente paso: llamar al número de urgencias. Número que no tengo. Número que me dijo el agente inmobiliario que me daría y no me dio. Lo busco en la web del edificio, en los emails que hemos intercambiado, en el panfleto de bienvenida. Nada. Se me ocurre mirar en mi cuenta de la red social del edificio a ver si ahí... nada, encargos no urgentes. Te dicen que para los urgentes llames por teléfono... ¡pero no te dicen a qué número!

Que no cunda el pánico, tienes como 200 vecinos así que alguno estará en casa. El primer timbre no suena. El segundo sí. Suena y se queda pillado. No consigo que deje de sonar... sale un chico mirándome entre asombrado, asustado y cabreado. Le pido perdón y le digo que no sé cómo ha pasado. Se lía a golpes con el timbre y finalmente lo para enganchándolo con un sacacorchos. La escena fue más o menos así: 


El pobre chico se me queda mirando y estoy tan en shock que no digo nada. No reacciono hasta que me pregunta: “¿te puedo ayudar en algo?” Le pido el número de emergencias y me lo da. Después de un rato al teléfono, un técnico de mantenimiento me llama para decirme que viene en media hora. A ver si es verdad.

8.43 PM
El chico de mantenimiento es monísimo. Se llama Sam y también tiene pendientes y tatuajes. Y barbita de malote. Es "de esos desaliñados que me gustan", como diría una amiga mía. Tiene un acentazo que no me entero de la mitad de lo que dice, pero me encanta. O a lo mejor porque me encanta estoy más centrada en cómo se le marca el bíceps mientras intenta apretar una pieza de la tubería y por eso no me entero de lo que dice... Hmm, no me importaría que me hiciese un trabajito de mantenimiento a mí también.

Céntrate. Mientras me mira desde ahí abajo con esos ojazos azules, me explica que los contratistas que han arreglado el piso iban muy rápido, que les han metido prisa y no sé qué, que como el edificio es muy viejo hay tuberías que drenan todas hacia el mismo sitio y a veces se taponan y rebosan. Me ha pedido perdón mil veces el pobre.

12.30AM
Estoy estrenando el famoso sofá cama. Hace una hora que se ha ido Sam, desde luego, lo mío es tener encuentros fortuitos con chicos malotes en mis primeros días. Antes de irse me ha contado que vive aquí al lado y me ha soltado que “tampoco tenía mejor plan para esta noche”, qué interesante. No ha conseguido solucionar el problema. Viene mañana a primera hora y también vendrán los fontaneros.

Espero que pueda quedarse todo listo para vivir y que pueda estar tranquila en el piso sin nada ni nadie que me moleste. Igual pido mucho, pero de verdad que me hace falta para poder centrarme y empezar a ser productiva en el trabajo. Supongo que después de todo el caos de la mudanza esto me viene cuando ya estoy cansada y se me hace más cuesta arriba. Es como si estuviese corriendo una maratón y cuando ya veo la línea de meta la mueven 100 metros más allá. Pero bueno, una vez más creo que será cuestión de tiempo, de esperar un poco más a que pase la tormenta. Supongo que no puedo quejarme si me trae regalitos como este. No debo despreciar esta parte de la experiencia porque es enriquecedora e inquietante como ella sola.

6 de diciembre, 9.30 AM
Tengo una contractura en el cuello. No es mal balance después de todo lo vivido. Mi querido Sam entraba a trabajar a las 9 y aún no ha dado señales de vida. Al menos tengo provisiones y nada que hacer aparte de montar muebles, así que creo que empezaré a trabajar.

Sam me contó que hay 316 pisos en el complejo. Resulta extraño pensar que algunos pueblos son más pequeños que esta comunidad, no me extraña que se hagan un lío con las peticiones y los arreglos pendientes.

11.30 AM
Cuando ya iba a bajar a la oficina a ver qué narices pasaba me han llamado para pedirme perdón y decirme que ya han hablado de un plan para solucionarlo todo, que luego me vuelven a llamar.

5.30 PM
Ya me han arreglado lo del agua, menos mal. Empiezo a descubrir que la casa está mal hecha: las baldas de los armarios la cocina están torcidas, los muebles no tienen cajones, las perchas no caben enteras en el armario, el cubo de fregar no cabe debajo del fregadero, hay repisas altísimas a las que no llego...

8.00 PM
Se suponía que el bonito (Sam) iba a venir a ayudarme a tirar unos cartones, muchos y muy grandes, cuando acabase su turno a las 6 pero aún no ha aparecido. Estos chicos malos… ¿por qué me gustarán tanto este tipo de personajes si luego son unos impresentables y me acaban volviendo loca?

Para que veáis que no exagero

Estoy que me caigo de sueño y no he terminado de deshacer la maleta todavía... Quería poner la cortina de la ducha pero se me han perdido los aros, no sé dónde narices están, así que no me va a quedar otra que ducharme sin nada y rezar porque no salpique mucho, vaya aventura.

8 de diciembre
Se suponía que hoy iba a ser un día tranquilo. Ja. Después de más de una hora hablando por internet con un tipo, de que me dijera que no estaba en el sistema, de que se equivocara y me dijera cosas raras (como que mi comunidad no tenía el servicio no sé qué) y de pagar una fianza por no ser de aquí, he conseguido contratar internet.

He tenido que ir al quinto pino mientras caía el diluvio universal a recoger el router. He esperado casi media hora al autobús bajo la lluvia, mientras guiñaba los ojos escudriñando para tratar de ver el número del autobús que se acercaba, me he dado cuenta de que me he dejado las gafas en el trabajo. Genial. He confirmado que no veo nada de lejos. A la vuelta he visto que tenía que andar casi 15 min entre ir al bus y llegar a casa, así que decido coger un Uber (¿un qué? lo sabréis en un futuro post, todo a su tiempo), debo hacerlo rápido porque no tengo casi batería en el móvil. La tarifa está a 2.2 veces la normal, así que descarto la idea y uso la batería que me queda para mirar cómo ir a la parada de autobús y de ahí a casa. Apunto el itinerario en una nota y pongo el móvil en modo ultra ahorro de energía. Tras otros 20 minutos rezando porque no se me mojara y rompiera el router consigo llegar a casa. Con los pies chorreando. Nota mental: no usar estas botas si llueve hasta verano.

Aquí es raro que se equivoquen los del tiempo

Se suponía que hoy venían a arreglarlo todo. Cuando entro veo que el piso está igual. Un aplauso para los manager de m***** estos. Qué coraje. Me paso el resto de la tarde en tensión, por si vienen, sin cambiarme y ponerme cómoda. No vienen.

Me pongo a instalar internet y descubro que los listos han llenado de pintura el cable y no encaja con la otra parte. Lo raspo con una llave y lo consigo enchufar. Después de algo más de una hora trasteando, configurando, dando cosas de alta y observando lucecitas, por fin funciona. Ya tengo internet, ¡yuhu!

Por el camino me he comido las uñas de las dos manos. Hay que ver que ni para algo tan importante como la defensa de la tesis me las comí y por estas chorradas sí. Aunque, bien pensado, igual estar sola en la otra punta del mundo y con unas cuantas adversidades no es precisamente la definición de “chorrada”.

9 de diciembre
Creo que esta experiencia me está cambiando, que ya me ha cambiado, que me hacía falta ver que realmente soy capaz de hacer cosas como montar una estantería o poner la cortina de la ducha yo sola. Completamente sola y sin ayuda. Que soy capaz de atender una emergencia como una fuga de agua de noche sin tener que llamar a mis padres y que puedo hacerlo en inglés. Me hacía falta descubrir que las cosas que me daban más miedo han pasado a ser simples tonterías o no han llegado siquiera a resultarme molestas.

Es duro pero es precioso, creo que desde que estoy en el piso nuevo por fin tengo la sensación de haberme mudado a otro país. De alguna forma, la sensación de estar de viaje se va difuminando, lo que unido a la nueva rutina del trabajo, me hace centrarme más en lo que he venido a hacer y en cómo he venido a crecer y a desarrollarme aquí. Espero que el vértigo no se apodere de mi. Espero poder frenar, ir poco a poco, tal y como lo estaba haciendo hasta ahora. Disfrutar de la experiencia sin pensar en él mañana. Si me pongo a pensar que no puedo volar a España cuando me apetezca me agobio.

De todas formas no es que esté mal aquí, que va, estoy muy bien, sintiéndome realizada. He descubierto un mundo nuevo en cada pequeña cosa, llevándome conmigo experiencias, aprendizajes y también cicatrices que darán forma a mi carácter. Creo que la novela que puedo escribir ahora es mucho mejor que la que podría haber escrito hace dos meses. Sólo por eso ya ha merecido la pena. Después de todo, como se suele decir:

La noche es más oscura antes del amanecer
----
Tras esta reflexión, quiero terminar con algo un poco más alegre. Hay mucho que celebrar: este es el primer post que escribo desde el piso, el blog está a punto de cumplir un mes, ha tenido más de 600 visitas y con vuestros comentarios me estáis animando a seguir, a probar cosas nuevas, a abrirme un poco más y seguir explorando esta ciudad para compartirla con vosotros. Así que: muchas gracias.

También quiero anunciar un cambio: reflexionado sobre mis rutinas aquí y la diferencia horaria, creo que lo mejor es publicar los post los domingos, así puedo tenerlos seguro y no os mareo tanto. Ya pensaré alguna sorpresilla para daros las gracias por todo y compensaros por el cambio. ¡Estad atentos, Soletes!

Muchos besos desde mi rincón, medio amueblado, de Ciudad Esmeralda.


4 comentarios: