domingo, 14 de abril de 2019

74. Nueva Orleans: ciudad de huracanes, paraíso del jazz


Ni un mes después de volver de Australia (podéis leer sobre ello aquí), sobrevuelo las Montañas Rocosas rumbo a Nueva Orleans. Pasaré unos días en un congreso y, si todo va bien, podré visitar sus rincones.

Lo poco que sé de esta ciudad por el momento es lo que leí en cierta novela que no voy a mencionar… pero que me consta que algunos (o más bien algunas) saben de lo que hablo. Me pasó como con Venecia: me enamoré un poco de ella leyendo. Lo que más me atrae de la ciudad es toda esa aura de misterio y cosas sobrenaturales que la envuelven, que tantas novelas de vampiros (como entrevista con el vampiro o la novela en la cual se basa la serie True Blood) se ambienten ahí o en el estado de Luisiana no puede ser casualidad. Tengo curiosidad por la famosa hospitalidad sureña, lo bien que me han hablado de la comida (especialmente los beignets) y por el jazz, oh el jazz... Tengo en mente varios sitios para visitar, especialmente lo relacionado con Louis Armstrong (que nació aquí) y me hace ilusión ver el río Mississippi. Dicho esto, voy a un congreso… así que quién sabe cuánto tiempo para hacer cosas acabaré teniendo. Además, se supone que va a hacer calor y tormenta… en cualquier caso, eso no debería ser un impedimento para la buena música o la buena comida, así que no pinta mal la cosa. El congreso también es muy interesante, así que creo que va a ser una buena semana. 

Por una parte, me da un poco de miedo que me pase como con Australia: que tenga las expectativas muy altas y luego me decepcione… Nueva Orleans está en el top de mi lista de ciudades por visitar en EEUU y casi me quedo sin ello, así que a ver.

Día 1
Y cuando menos te lo esperas, sucede... ha sido amor a primera vista. Imaginad unas calles que bien podrían pertenecer a La Habana o a Buenos Aires, por sus colores, por sus gentes, por su vibrante ambiente… calles donde los locales con artesanía se suceden salteados por clubes de los que sale un jazz celestial, alguna que otra tienda de artículos de brujería o vudú y restaurantes cuyo olor te recuerda a lo que es la comida casera de verdad. El aire de la noche es dulce y la tormenta que amenazaba con caer ha decidido esperarse a mañana y deleitarnos con una primera noche de ensueño.

Terminamos cenando en Palm Court, un restaurante donde creo que éramos las únicas comensales que no peinábamos canas. Un jazz exquisito en directo y unos no menos jugosos manjares:  jambalayacrabfish y una pasta con verduras deliciosa me transportaron a otra época, imaginando cómo sería aquel local hace casi un siglo. Me vi a mí misma preguntando si había buenas Universidades por allí... en un delirio de que quizás no estuviese tan mal quedarse a vivir un curso. En fin, hora de ir a la cama que ha sido un día largo.

Una de las calles donde todo era jazz

Palm Court

Día 2
Una señora tormenta se cierne sobre nosotros… tras tres años en Ciudad Esmeralda donde la lluvia es apenas un chispeo y no hay tormentas, casi había olvidado lo que es sentir retumbar el suelo tras la caída de un rayo no muy lejos de ti y que el cielo se ilumine con un fogonazo. Llueve a raudales, los charcos crecen por minutos y antes de darme cuenta voy por la calle corriendo empapada, evitando chorros literales de agua que cae de los tejados y buscando refugio. No nos afecta, tenemos un objetivo más importante: desayunar beignets en Café du Monde y descubrir el parque Louis Armstrong. La primera parte la cumplimos con matrícula de honor: qué cosa más deliciosa… para que os hagáis una idea: si un churro y un donut pudieran tener un hijo, así es cómo sabrían.

Directas del cielo... eso sí, el "chocolate a la taza" tan poco espeso y empalagoso como todos en este país...

Decidimos seguir explorando pero llovía demasiado para ir al parque… a ver si me da tiempo de ir otro día. Paramos en Marie Laveau’s house of voodoo, un establecimiento muy curioso, dedicado a todo tipo de artículos de santería, donde también vendían libros, muñecos vudú y te leían la mano si querías. El ambiente y la energía de aquel sitio eran cuanto menos curiosos… en teoría es el legado de una de las practicantes de vudú más famosas de la ciudad.

Estaba prohibido tomar fotos dentro, así que esto es lo que hay

 Y tras esas aventuras volvimos al hotel a trabajar un poco y prepararnos para el congreso. Y ya de paso recordar de qué iba el poster que tenía que presentar más tarde.

Día 3
La presentación de mi póster en el congreso fue bien, muchas preguntas interesantes y alguna que otra un poco borde. El diluvio universal siguió cayendo, hasta tal punto que estamos en riesgo de inundación y estaban desviando vuelos por la tormenta… espero que mejore.

Hoy ha sido un día intenso… talleres, conferencias y pósteres de principio a fin: desayunar mientras ves pósteres, comer mientras intentas hacer contactos con un “big name” sueco que tiene los mismos intereses de investigación que tú, cena (picoteo más bien) mientras ves más pósteres y luego una copa (o nada en mi caso) en un hotel bastante lujoso para conocer a los otros miembros internacionales de la sociedad que organizaba el congreso. Total, que unas 14 horas de actividades planeadas de las que decidí tomarme un descanso de 2 en medio (mientras había un taller que no me interesaba) para ir al gimnasio a correr un poco en la elíptica (y así hacer que mi cansancio físico se equiparase un poco al mental), pegarme una ducha y meditar, una de las ventajas de alojarte en el hotel del congreso. Para ello terminé comprando una camiseta conmemorativa de la sociedad de la conferencia: así ayudo a recaudar fondos y he podido entrenar, porque con las prisas me dejé las mías de deporte en Seattle. En el gimnasio, aparte de agua y toallas, tenían auriculares y fruta fresca que podías llevarte. Qué nivel.

En fin, hora de irse a la cama, que mañana me espera otro día intenso… las sesiones acabarán pronto pero luego haré un tour de 2 horas por la ciudad (cruzo los dedos porque no diluvie) y después tengo una cena. Es súper complicado no cebarse aquí… está todo delicioso. Ahora entiendo que haya gente que viaje aquí de vez en cuando sólo para comer. Yo estoy comiendo todo lo sano que puedo, pero aun así: no voy a quedarme sin comer delicatesen únicas.

El bar estaba dentro de otro hotel, muy sencillito

Día 4
Exhausta tras la conferencia y con el culo cuadrado de pasar el día sentada, voy al gimnasio a hacer un poco de elíptica para intentar que la sangre circule un poco. No me ha dado tiempo de comer pero me compro una ensalada... quizás después de todo el equilibrio sea posible mientras viajas. Y digo equilibrio porque la cena que me espera esta noche y el brunch de mañana me van a dar calorías suficientes para sobrevivir hasta verano...

Justo antes de salir, se despeja el cielo como por arte de magia, pero ya se sabe que toda magia tiene un precio y con el buen tiempo vienen 28 grados de temperatura y un sol justiciero. Encuentro a la gente del tour de vampiros, fantasmas y vudú que he contratado y me hacen la típica pregunta: ¿estás sola? Sí. ¿Y? En fin...

La guía no es demasiado buena y se pasa las dos horas quejándose de la cantidad de turistas que hay por todas partes… lo cual me parece irónico porque eso precisamente es lo que le da un puesto de trabajo. En fin, así no está mal del todo y aprendo sobre los orígenes franceses y españoles de la ciudad en el siglo XVIII, hasta que la vendieron a Estados Unidos. Concretamente, el estado entero de Luisiana perteneció a la Corona Española durante 40 años. En el barrio francés los letreros de algunas calles están en francés y otras en español, creando una mezcla curiosa.

La famosa Bourbon street, epicentro de la fiesta y los desfiles

Ejemplo de una de las calles de la época española

Aquí se rodaron algunas escenas de Entrevista con el vampiro

Me encantan las macetas con forma de bola que se veían por diferentes sitios

Atardecer desde Jackson Square, anteriormente conocido como "Plaza de armas"

Al igual que en Seattle, una serie de incendios arrasó la ciudad completa, de modo que, al reconstruir la ciudad, hicieron casas de ladrillo estilo español para evitar los fuegos que tan fácilmente se propagaban en las casas de eucalipto francés. Una de las leyendas cuenta que la noche del fuego era viernes de pascua y que los monjes de la catedral habían hecho voto de silencio. Como parte del voto de silencio, no tocarían las campanas y para evitar que sonaran por accidente debido al viento, las habían envuelto en unas telas. Cuando comenzó el incendio, fueron a la catedral para pedir que tocaran las campanas para dar aviso… pero no fueron capaz de hacerlo hasta 5 horas después. Para entonces, toda la ciudad, excepto dos casas, había ardido y unas mil personas murieron mientras dormían... Hasta la catedral terminó ardiendo. Dicen que, desde entonces, se escuchan las campanas de la catedral cada viernes de pascua, aunque nadie las esté tocando.

En el tour nos cuentan otras historias, algunas horrorosas como la de Lalaurie house (sobre torturas a esclavos), que me hacen entender por qué hay tantas historias de fantasmas aquí y allá (incluyendo, por supuesto, el paso del huracán Katrina). Por ejemplo, se dice que Lafitte's Blacksmith Shop, situado en la famosa Bourbon Street es el bar que ha estado abierto durante más años en EEUU, ya que durante la ley seca lo hacían pasar por una herrería. Dicen que el lugar en sí está encantado y que a los fantasmas les encanta jugar con la electricidad, motivo por el cual sólo tienen luz eléctrica sobre la caja, el baño de señoras y una nevera, el resto está iluminado con velas, contribuyendo a aumentar el aspecto fantasmagórico del lugar.

Ay, Soletes, mientras escribía algunas notas sobre esto para acordarme de desarrollarlo más tarde, no me he dado cuenta de que estaba sola en Jackson Square (originalmente conocida como “Plaza de Armas”) hasta que un guarda se me ha acercado y me ha dicho “Madam, el parque está cerrado”. Le he pedido perdón y le he dicho que ya me iba y al mirar hacia las puertas he visto que estaban todas cerradas con cadenas y candado, ¿cuándo ha pasado eso? Ni idea. Por suerte mi amigo guardia me abrió muy amablemente… ya me estaba imaginando a mis amigas, que me esperaban para cenar, alimentándome por la verja como a las palomas.

No eran más que las 7, así que di una pequeña vuelta y mientras esperaba vi una boda en directo. Aparte de eso, en ese mismo día, pude ver como tres desfiles fiesteros por boda. Primero un par de motos de policía para cortar el tráfico, luego los novios, damas de honor, resto de invitados y una banda de música con trombones al final. Me ha parecido genial, me han entrado ganas de casarme nada más que para poder hacer eso.

La cena en la galería, con vistas a la plaza es inmejorable. De primero pido gambas cristal y de segundo pruebo por fin el gumbo. Maravilloso todo.


El famoso gumbo. Sabe mucho mejor de lo que parece, si te gusta el marisco

La ciudad entera me transmite una extraña sensación de familiaridad, no es que me recuerde a casa como me pasó con California, para nada, soy plenamente consciente de que estoy lejos, muy lejos… Aun así, algo me atrae a este sitio hasta el punto en que te hormiguean las manos, es una sensación difícil de explicar. Me hubiese encantado vivir aquí en los años 20... creo que ya que nunca podré (aunque, bien pensado, el año que viene comienzan los años 20 de nuevo y, quién sabe) puede que sí que lo haga con la imaginación y que termine empezando mi novela ambientada en esa época y en este lugar.

Día 5
Me da pena decir adiós. Aunque el cielo está encapotado aún tengo la oportunidad de pasear una vez más por estas calles, deleitarme mirando las antiguas barandillas adornadas con macetas colgantes y los candiles que mantienen su llama con gas, en sustitución de las farolas con bombillas a las que estamos acostumbrados.

Arnaud´s, el sitio donde hacemos el brunch, también parece sacado de una película. Más que un restaurante, parece un salón de baile: techos altos de los que penden candelabros, cuadros de ilustres antepasados, suelos de teselas blancas y negras y pesadas cortinas de terciopelo. La comida es, de nuevo, deliciosa. De entrante pido gambas remoulade y de segundo, tarta salada de cangrejo y queso, lo más bueno que he probado en mucho tiempo.





 Una de las atracciones del brunch es que tienen una banda de jazz tocando en directo. Me sorprende que, al igual que la primera noche, uno de los instrumentos que tocan es un banjo. Es algo que, a priori, no me habría pegado para nada pero que tal y como lo integraban, resultaba lo más normal del mundo.

Para bajar la comida, voy a dar un paseo y tachar de la lista lo que se me había quedado pendiente. El parque Louis Armstrong es pequeño, aunque tiene cierto encanto, con una estatua dedicada al músico y un pequeño río con puentes.




Mi última parada antes de partir hacia el aeropuerto es el río Mississippi. Quería ir en persona. Sus aguas son opacas... como con barro, aunque puede que eso sea consecuencia de la tormenta de los días anteriores. No me ha impresionado mucho, aunque sí que puedo decir que es enorme.



Y así, queridos Soletes, es como acaba la historia de la primera vez que pisé esta mágica y misteriosa ciudad, todo un placer para los sentidos. Sin duda ha pasado a encabezar mi lista personal de “sitios para volver”. Aunque, quién sabe cuándo será. Lo que tampoco sé es cuándo volveré a escribir. Viajo a casa en dos semanas y no sé si habrá algo digno de contar hasta entonces, así que seguramente: nos vemos a la vuelta.

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sábado, 30 de marzo de 2019

73. Allí abajo. Parte 2: Sídney


Hola Soletes,

Me ha costado volver a escribir más de lo que me hubiera gustado pero aquí me tenéis, compartiendo con vosotros las pocas pinceladas que pude ver de Australia. Creo que hablar de las grandes capitales o de destinos muy conocidos me impone… Me pasó lo mismo con Nueva York y al final nunca publiqué aquel post. Así que nada, este será mi nuevo reto, reto con el que continuaré en el siguiente post, ya que la semana que viene ¡¡viajo a Nueva Orleans!! Pero de momento, volvamos a las antípodas y a relatar lo que allí pasó.
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Como supongo recordaréis, la primera parte del viaje fue bastante impresionante pero también bastante accidentada (podéis recordar las aventuras con la nieve, los hobbits, etc, pinchando aquí). Me quedé contando el susto que me llevé cuando en el avión me di cuenta de que había reservado el hotel desde el día siguiente porque me había liado con el cambio de fecha. El viaje fue bien, y al llegar al hotel fueron muy amables y me ampliaron la estancia una noche más. Eso sí: me dijeron que había tenido suerte porque la noche anterior estaban completos… uff. 

Tras acomodarme me puse a explorar un poco y terminé en un supermercado fascinándome de lo similares y lo diferentes que eran las cosas, y me hice con unas cuantas para ahorrar en comida. Tras eso decidí que me merecía probar la piscina y el jacuzzi del hotel (que no recordaba que tenían) y la verdad es que me parecieron geniales. Las luces eran bastante tenues y había una composición de luces led en el techo que hacía que pareciera que estabas bajo las estrellas.

Aquí el spa

Estas galletas son, según me han dicho, las más famosas

Cosas que sé de Sídney por ahora: la conquistaron los británicos en el siglo XVIII poniéndole por nombre “Nueva Albión”, y allí era donde enviaban a sus reclusos porque sus cárceles estaban llenas, sé que es casa de la famosa ópera, que hay animales exóticos, que es la capital del país y que tiene playas bonitas. A ver qué descubro tras una semana por aquí.

Día 2
Me levanto cansada, supongo que es normal tras haber estado ayer el día de viaje, cruzar la frontera y el mal rato del error del hotel. Si alguna vez venís a Australia, lo primero que os recomiendo es que os compréis una SIM australiana para el móvil. Al menos en mi caso me parece lo más sensato, por 10 dólares (unos 7 euros) tienes un número de teléfono local, llamadas gratis y 4 gigas de datos, lo que a efectos prácticos se traduce en quedar con gente sin estrés, poder llegar a cualquier sitio en Uber (están arreglando la red de trenes y hay muchos desvíos) o poder encontrarte en el mapa si no sabes dónde estás. En el mismo aeropuerto las venden.

Lo segundo es comprar una Opal Card, una tarjeta de transporte con la que se pueden coger buses, trenes y ferris, lo que también es una tranquilidad. Si haces ciertos viajes al día, ya no te cobran más, así que merece la pena y reduce el gasto y el estrés (o tener que llevar dinero suelto). En este blog he visto consejos bastante buenos, así que también os invito a mirarlo si venís: https://sydneyexpert.com

Así que nada, aquí estoy, un poco abrumada por las posibilidades… sintiéndome casi culpable por no haberme levantado a las 7 de la mañana y salido pitando a dejarme las suelas de los zapatos visitando la ciudad. Ay que ver cómo funciona la mente y cómo somos capaces de ponernos presión hasta para estar de vacaciones “de la forma correcta”. La cuestión es que no son exactamente vacaciones… voy a hacer una visita de laboratorio, y en dos días me tocará hacer una presentación de una hora, la cual no he empezado a prepararme. Al final he decidido dedicarle un par de horitas a la presentación y luego ir a echar la tarde en una playa que me han dicho que es preciosa… tampoco puedo irme muy pronto o me quemaré entera (luzco un blanco nuclear muy de Seattle), y la idea de ver el atardecer por allí me resulta muy apetecible. Espero que no me roben el móvil ni nada parecido si me voy a bañarme... que es lo que me falta ya.

Día 2 por la noche
Manly Beach tampoco es lo que esperaba. Me la habían recomendado 3 personas diferentes, así que decidí venir. Absolutamente abarrotada y con un viento que impedía bañarse (cosa que está prohibida salvo en unos pequeños espacios señalados por banderas, ya que si no los socorristas no podrían estar pendientes de tanto rango de playa) es una playa grande pero sin nada reseñable, muy urbana. Lo bueno es que puedes llegar cogiendo un ferry municipal y pagando con la Opal, por lo que no es caro ni hay que aventurarse demasiado. Manly significa "varonil". Yo había asumido que el nombre se lo habrían puesto en honor de alguno de los primeros pobladores que llevaría ese apellido, pero no. Resulta que se lo pusieron porque cuando llegaron y vieron a los aborígenes, les parecieron muy masculinos. Qué cosas.

Y no se aprecia la cantidad de gente que había...



De camino a la isla, al coger el tren, constato algo que me habían dicho: algunos por aquí son un poco bordes y cortantes. Quien me hizo ese comentario dijo algo así como que qué se podía esperar de los descendientes de ladrones y convictos expatriados... No estoy de acuerdo. He tenido la misma sensación que tuve en Nueva York, en Londres y en Madrid: la gente no tiene paciencia, está demasiado ocupada para que tú, estúpido turista que te paras a mirar un mapa o no caminas a 100 por hora, les hagas perder su valioso tiempo. Y eso que es domingo. Un local me soltó una bordería: que si no había leído los carteles que decían que había que caminar por la izquierda. Lo dijo con una amargura y un desprecio que la principal emoción que me suscitó (una vez se me pasó el mosqueo de que justo después se cerrara la puerta del tren en mi cara) fue la pena... creo que no podría vivir en una ciudad tan grande, por mucho que sea el paraíso. Creo que acabaría siendo una de ellos.

Al mismo tiempo son bastante relajados de cara a planificar cosas... mañana me tengo que reunir con un investigador con el que llevo en contacto desde octubre y aún no me ha confirmado sitio ni hora. El tópico de que son muy guapos también es verdad, o al menos están muy en forma. Son como una versión más "auténtica" de la fauna que se puede encontrar en las playas de Los Ángeles. O al menos así me lo ha parecido: bronceados, desenfadados, muchos surferos y skaters, tatuajes, rastas...

Me está costando desconectar... supongo que es por todos los incidentes que he tenido y porque tengo la presentación en menos de dos días. Me cuesta estar presente, disfrutar del contacto con la arena y el agua, y la sensación del sol tocando mi piel, que tan infrecuente es en Ciudad Esmeralda. Tras recorrer la playa entera paseando por la orilla y de meditar, me encuentro mejor. De alguna forma estoy como esperando que pase algo fabuloso e inesperado en este viaje, y me voy decepcionando cuando pasan los días y veo que no es así. ¿Es que no es este suficiente regalo? ¿Acaso no vale con haber venido a la otra punta del mundo y experimentar un verano en febrero? ¿Qué más quiero?

Al volver me paro en el muelle a admirar la Ópera. Me sorprende un poco que sus paredes no sean brillantes, no sé por qué pero pensaba que eran como de azulejo en lugar de cemento mate de color amarillento. Sinceramente ha sido un poco decepcionante, como siempre que ves en directo algo muy esperado…. No es tan grande como pensaba, o quizás sea que los cientos de turistas que la rodeaban le quitaban un poco la magia. También descubro que aquí el Burguer King se llama Hungry Jack’s (por lo visto alguien tenía el nombre registrado y no quiso vender los derechos).



Día 3
Empieza un día nuevo y con él se abren nuevas posibilidades. A pesar de que aún no soy muy habilidosa, decido ponerme hoy lentillas y disfrutar de un día como aquellos que no tienen problemas de visión. No tener que estar preocupada por si a alguno de los animalitos le gustan mis gafas ni estar limpiándolas todo el rato del polvo que, sin duda se acumulará.

Me dirijo a Featherdale Wildlife Park, una reserva de animales salvajes en la que espero poder ver: canguros, wombats, dingos, equidnas y ornitorrincos (creo que es lo que más ilusión me hace) y, por supuesto, koalas. Tras eso voy a la Universidad a conocer por fin al catedrático que me acogerá en la estancia. A ver qué tal va.

En el parque no había ornitorrincos pero los otros animales eran adorables y únicos, sobre todo los equidnas (son como erizos gigantes). No todos los días tienes a varios canguros comiendo de tu mano, puedes ver pingüinos azules, o aprender que los koalas están casi todo el día fritos encima de los árboles pero que no se caen porque se sostienen utilizando unos músculos especiales que tienen en el culo. Ah, y que los wombats expulsan heces en forma de cubo. Sí. Son el único animal del mundo.




Sofocada por el tremendo calor y la humedad (me he podido beber tres litros de agua fácilmente) pongo rumbo a la Universidad, que es bastante difícil de encontrar. Los investigadores de allí son encantadores, amables, y tienen unas ideas muy interesantes.

Para terminar el día, me quedo sin batería y me pierdo a la vuelta cogiendo uno de los autobuses en el sentido equivocado. Cansada pero muy contenta me voy a la cama esperando que vaya bien la presentación de mañana.

Día 4
Todo sale bien. Creo que la presentación les gustó, que les ha resultado útil y que han aprendido algo. Objetivo cumplido. O eso o son muy buenos actores, porque me han echado bastantes flores. Vaya equipo más genial, me tienen impresionados con todo lo que hacen.

A la vuelta me da un bajón de cansancio importante… supongo que es una mezcla de la liberación de tensiones, de haber estado una hora de pie dándolo todo con la charla y que no estoy acostumbrada a ir sudando de un lado a otro con las temperaturas por encima de los 30 y el solano que hace por estos lares. Al final acabo picando de las cosas que tenía en la habitación en vez de salir a cenar. No sé si me estaré perdiendo mucho, pero he preguntado a tres personas diferentes y todas me han dicho que no hay nada típico de comer de Australia, a excepción de las galletas de chocolate que mencioné antes, que el salmón está muy bueno y la comida asiática también. Pero a ver… ¿no se supone que hay más ovejas que personas? (sí, en Nueva Zelanda son vacas y aquí ovejas) esperaba que al menos tuvieran algún buen queso. Lo que sí pruebo es una sidra local del minibar; está buena, se parece a las de Seattle.

Día 5
Llueve. El cielo está gris y espeso. Casi diría que la ciudad se ve un poco triste hoy... aunque agradezco que las temperaturas hayan bajado. Casi me viene bien para el paseo que tengo en mente. Me dirijo al planetario, tengo mucha curiosidad por aprender acerca de las constelaciones del hemisferio sur. 

Vaya decepción. Es un edificio antiguo y hay algunos instrumentos astronómicos y meteorológicos del siglo XVII pero eso es todo... al menos ha sido gratis. Por lo visto hay unas visitas nocturnas en las que sí que se hace una observación del cielo, pero sí está nublado (como se prevé) te ponen una peli en el IMAX. No gracias, eso lo puedo ver en cualquier parte.


Así son las constelaciones del hemisferio sur
Me he venido paseando por The Rocks uno de los barrios más antiguos, que aparentemente ha sido reconstruido. Tiene un rollito un tanto bohemio y parece que está de moda para venir a tomar algo. La humedad que hace es impresionante... no sé si será así todo el verano. Se ha puesto a llover otra vez. Creo que voy a pasarme por un centro de visitantes mientras escampa, a ver si me dicen algo más que hacer... porque aún no he visto nada que me deje con la boca abierta. No sé, a lo mejor es como la imagen estereotipada que tenía de Estados Unidos con los cowboys pegando tiros. Creo que a estos me los esperaba llevando sombrero y cazando cocodrilos por los pantanos. No sé, Soletes, quizás es que tenía muchas ganas de enamorarme de Australia y esas cosas no se pueden forzar... quizás es que la naturaleza me toca más el corazón que las grandes ciudades.

Día 6
Hace unas horas maldecía mi suerte porque se hubiera levantado el día lluvioso. Ahora no puedo sentirme más conectada con el sitio. Estoy chorreando de la cabeza a los pies, hasta el punto de que la camisa blanca que llevo está pegada a mi piel y se ha vuelto transparente. Las gotas en mis gafas me impiden ver bien por dónde voy pero me da igual. Bondi Beach con lluvia es toda una experiencia. Tiene esa belleza salvaje que sólo otorga el mar embravecido. Sólo unos pocos surfistas valientes y yo hemos decidido que vale la pena disfrutarla.

Y entonces me doy cuenta, entonces recuerdo lo poco que me gustó la soleada y turística Manly. Esto es lo que me hace disfrutar, aquello que tengas que ganarte venciendo un poco la pereza y la incomodidad, pero que te recompense con un espectáculo como este. Estar como una sopa, con arena hasta en la cabeza (que no sé cómo ha llegado ahí) y barro en los pies, hace que te dé igual que la marea te trague hasta media pierna aunque lleves los pantalones del trabajo puestos. Que te hace sonreír porque recuerdas que estás viva, que no todo tiene que ser perfecto para estar bien, para ser apasionante, que esos momentos mágicos no se pueden buscar ni forzar, y que a veces sólo con el tiempo puedes dejar de pensar en lo superfluo y dejarte llevar por las sorpresas que puedan venir. Escribo esto refugiada bajo un saliente de la roca, en el paseo que va hasta Bronte Beach (se llama Coastal Walk, muy recomendable). 





Día 7
Último día, también lluvioso. Ahora casi me da pena irme... Sídney y yo no hemos tenido amor a primera vista pero le he ido cogiendo cariño con el paso de los días. Nubes y viento me despiden, como para que no me duela demasiado alejarme de unas gentes y una cultura cuyo estilo de vida me ha encantado, para que no se haga difícil volver a la nieve que está por caer. No ha estado nada mal viajar a las antípodas, meter mis pies en sus mares, sentir cómo es el sol australiano. Aunque terminara por no ver a Orión y a la luna boca abajo (cosa que ocurre en el hemisferio sur y me hacía ilusión comprobar), soy de la opinión de que siempre hay que dejarse algo por hacer… y aunque no tengo tan claro que alguna vez vaya a volver a Sídney, si la vida me termina llevando por aquellos lares, tendré algo con lo que ilusionarme para volver.

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domingo, 24 de febrero de 2019

72. Allí abajo. Parte 1: Nueva Zelanda


Los habitantes de Australia y Nueva Zelanda llaman a esa zona “down under”, algo así como “allí abajo”. Por fin estoy volando hacia Auckland, por el camino cruzaremos la línea del cambio de fecha (cosa que no sabía que existía) y serán dos días más al llegar. Se me va a hacer raro vivir en el futuro. Al haberme reubicado en este vuelo tengo que conformarme con el asiento de en medio, aun así las 14 horas de viaje no son tan horribles. Hay una cosa que me impresiona: la mujer de al lado no se levanta en todo el vuelo, ni si quiera a hacer pis. Es casi un súper poder… si fuera un superhéroe podría llamarse Retento.
 
Tengo la sensación de que se me olvida algo importante. Supongo que es normal después de todas las cosas que han pasado hoy... todo el estrés, el correr, el tener que tomar decisiones rápido y vencer la adversidad (podéis leer el post anterior aquí). Si algo me ha enseñado la aventura de hoy es a no desistir, a que con paciencia y manteniendo la calma se pueden buscar opciones. Pues eso es lo que quiero aplicar al viaje.
 
Día 1
Llego bien, pero mi maleta no… está perdida. Supongo que con los 150 vuelos cancelados el aeropuerto de Seattle sería un maremágnum de equipajes perdidos. Me alegro de haber comprado una maleta bastante llamativa: morada con flores (lo cual evita infartos en la cinta de equipajes y es útil para que la localicen en situaciones así). En fin, si no me llega mañana a ver qué me pongo para el congreso al que voy a asistir, motivo principal de mi viaje.
 
Un ilustre amigo me recibe en el aeropuerto y me recuerda las experiencias increíbles que estoy por vivir.
 
"Kia ora" es lo que más escucho desde que llego. Se traduce cómo “Hola” pero significa "espero que tengas salud". Las lenguas oficiales en Nueva Zelanda son el maorí, el inglés y la lengua de signos y en la TV las usan todas. Hace un calor impresionante, soy la única que va por la calle en manga larga pero no tengo más opción. Tras coger un bus y vivir otra pequeña aventura hasta localizar a mi anfitrión de AirBnB al fin llego al piso. Es desastroso, huele a pescado frito y el baño está sucio. Al menos parece que han cambiado las sábanas... con lo cansada que estoy me dará igual dormir ahí. Entre eso y que no tengo champú ni nada, acabo yendo al hotel de mi jefa a ducharme.
 
De ahí nos dirigimos a Waiheke, una isla famosa por sus playas y sus viñedos a la que se puede llegar en ferry. Al principio me asusté un poco: el bus que te llevaba de una parte a otra, me recordaba a los icónicos autobuses londinenses de dos pisos. No había caído en que en Nueva Zelanda y Australia se conduce por la izquierda y entre eso y que el techo del bus se iba pegando golpes con la mitad de los árboles, yo iba “frenando” (haciendo el gesto con el pie) sin querer cada dos por tres pensando que nos la pegábamos. Quitando eso, la isla fue genial para ayudarme a vencer el jet-lag: aire fresco, una playa de 2 km preciosa que recorrimos entera y un viñedo mágico (con unos vinos excelentes) desde el cual vimos el atardecer con el perfil de la ciudad de fondo. El día terminó teniendo que correr por una jungla cuesta abajo porque el último bus había pasado y se nos iba el ferry… llegamos a tiempo porque dos mujeres nos señalaron un “atajo” y decidimos hacerles caso.
 



 
Día 2
Abro un ojo y un dolor de cabeza martilleante me despierta. Son las seis de la mañana y más vale que me active pronto porque el bus me recoge en media hora. Aunque tengo un sueño inmenso no me importa: teniendo un solo día completo libre, contratar un tour era la única manera que tenía de visitar todo lo que quería, y más estando tan lejos unas cosas de otras. Una vez en mi asiento, cierro los ojos y cuando los abro han pasado dos horas y estamos llegando a La Comarca.
 
Hobbiton
El ambiente es muy pacífico y bucólico, hay cientos de vacas por todas partes (por lo viso en el país hay más vacas que personas). El set de rodaje es impresionante y está muy bien cuidado, merece la pena y te dejan sacar todas las fotos que quieras. Eso sí: si vais no os hagáis muchas ilusiones que son todo exteriores. Se puede “entrar” en una de las casas, pero por dentro son estructuras de cemento. Hay 44 casas en total, todas con detalles diferentes. Nos llovió, pero creo que eso terminó de darle un aire más auténtico. Si queréis más información esta es su web oficial: https://www.hobbitontours.com/en/
 
Durante el tour nos contaron un montón de curiosidades, como que una de las escenas del final de El Señor de los anillos, en la que Sam se reúne con su hija, se rodó con la verdadera hija del actor, que llevaba meses sin ver a su padre y esa fue su reacción espontánea. O que para El Hobbit el árbol que sale del tejado de la casa de Bilbo lo construyeron de forma artificial porque tenía que aparentar ser mucho más joven que el árbol que aparece en ESDLA, ya que la historia ocurre muchos años antes.
 
Lo que sí era de verdad es la posada de El Dragón Verde. Hemos acabado la visita tomando una sidra allí, a las 11 de la mañana. Me iba a haber pedido algo sin alcohol pero he caído en la cuenta de que a lo mejor era la única oportunidad que tenía de probar la sidra de Nueva Zelanda... No me he arrepentido. Me he tomado media y listo, que si no iba a terminar KO. Creo que habría sido un buen hobbit (y no sólo por la altura), a simple vista parece que no doy para mucho y me encanta estar en mi casa tranquilita… pero en el fondo soy como ellos respecto a las aventuras.
 




 
Rotorua
Me vuelvo a quedar frita y cuando me despierto estamos en Rotorua. Vamos a un parque que se llama Te Puia, en él se encuentra Pohutu, el geiser más grande del hemisferio sur. Todo huele a huevo podrido y parece que estemos en un planeta extraño. De propina, puedo ver un kiwi durmiendo… son adorables, entran directos en la lista de mis animales preferidos. Allí hacemos la parada para comer, tienen un bufete de comida delicioso con especialidades nacionales como la pavlova (una tarta de un merengue muy ligero con frutas) o comida cocinada de forma tradicional: enterrándola todo en un horno que está en el suelo, aprovechando la energía geotérmica. Pruebo la patata neozelandesa, que es un poco dulce, la calabaza y el cordero de allí: muy recomendables. También hay actividades sobre la cultura Maorí, pero no nos da tiempo de hacerlas. Aquí su web para más información: https://tepuia.com 
 

 
Waitomo Caves
Me vuelvo a echar una siesta de dos horas y cuando despierto estamos en las cuevas Waitomo, el lugar donde viven los “glow worms”. Sí, definitivamente ha sido mejor idea contratar un tour que alquilar un coche e intentar conducir por la izquierda con ese nivel de cansancio, total, he hecho todo el viaje frita, así que no se me ha hecho nada pesado. Me he quedado sin habla. Ver a los gusanos era lo que más ilusión me hacía y ha estado a la altura. Por si vais: http://www.waitomo.com
 
El recorrido se hace prácticamente a oscuras, incluyendo bajar por escaleras, pero lo tienen tan bien montado que no se la ha pegado nadie. Creía que los "glow worms" (gusanos brillantes) eran lo mismo que las luciérnagas pero no. Por lo visto sólo existen en Australia y Nueva Zelanda. Viven en cuevas durante unos nueve meses y se alimentan de moscas e insectos. La forma que tienen de cazarlos es atraerlos con su luz y que se queden pegados a una especie de cuerda pegajosa que dejan colgando al final de su cuerpo. La verdad es que es bastante inteligente.
 
En la última parte del recorrido nos montamos en una barca y paseamos un rato por un lago. Fue uno de esos momentos mágicos, ese darme cuenta de que estoy justo aquí, haciendo esto, en parte gracias a algunos esfuerzos que he realizado y siento que de alguna manera el universo me recompensa con esta imagen que dejó sin habla a mi grupo entero. No hay fotos porque no lo permitían, ya que los bichitos brillan solo si están en la más absoluta oscuridad, pero aquí tenéis unas de Internet para que os hagáis una idea. 
 

Los paisajes de aquí me recuerdan bastante a los campos de mi tierra, las casas de las afueras a las del Washington profundo, las praderas podrían pertenecer a Inglaterra y las islas, con esos pinos cerca del agua y esos olivos, podrían ser cualquier parte del Mediterráneo. Me pregunto si una vez que has viajado a un determinado número de sitios, todo lo que veas te va a recordar necesariamente a algo... no sé muy bien qué esperaba encontrarme aquí... ciertamente creo que algo más exótico, pero no deja de ser un país que podría encontrarse en Europa.
 
8.30pm
Ya estoy en el hotel. He tardado más porque al conductor no le habían dicho que me tenía que dejar en otro sitio y me ha dejado donde me recogió... De camino intento encontrar alguna tienda abierta para comprar ropa porque no me fío, pero no tengo suerte: todo cierra a las 7, sin excepciones. Cuando llego compruebo que no ha llegado mi maleta... y cuando me miro en el espejo compruebo que me he quemado la cara. Genial. Llamo a los de la maleta del aeropuerto y cerraron hace una hora... por Internet me pone que están buscándola y aún no está localizada. Estupendo.
 
Decido ducharme y que mañana sea otro día. A primera hora iré a comprar ropa decente y luego iré al congreso. Me voy a perder la ceremonia de apertura, pero creo que es mi única opción... Mientras seco a la vez la ropa interior que acabo de lavar con champú y mi pelo, me lo desenredo como puedo sin cepillo ni suavizante, y pienso que sí que se está cumpliendo mi predicción sobre probar mis límites... Nada como perder algo básico para darnos cuenta de los lujos que tenemos.

Día 3
Me siento en mi salsa en el congreso. Entiendo todo de lo que hablan, aunque no sea exactamente de mi tema. He conectado con investigadores que no conocía y reconectado con algunos que conocí hace bastante. Incluso he conocido en persona al director del grupo de Irlanda con el que me entrevisté hace dos años para un posible trabajo... y se acordaba de mí. Pero ay, vaya inicio de día... me tiré media hora al teléfono con los del aeropuerto, porque por Internet seguía poniendo que estaban aún buscando mi maleta. El agente me dijo que en teoría estaba al llegar en un vuelo. En fin. Salí pitando al H&M y una vez allí arrasé con la tienda. Con lo poco que me gusta ir de compras estoy orgullosa de haber encontrado en menos de media hora unos pantalones arreglados, dos blusas, una camiseta básica para debajo, calcetines, braguitas y unas sandalias. Espero que me lo pague la aerolínea... sudando por el sol que ya empezaba a apretar y por la cuesta arriba llegue al hotel, me cambié corriendo y me dirigí a la conferencia. Me había perdido la ceremonia de apertura (y el Haka que tanta ilusión me hacía ver) pero al menos estaba presentable.

Tras un día largo e intenso regresé a mi hotel para comprobar con gran alegría que mi maleta me esperaba en recepción. Como dice el dicho: "Lo imposible sólo tarda un poco más". Ahora a la cama, que mañana empieza el jaleo temprano y me levanto a las 6.30 para ir a un desayuno de trabajo.

Día 4
Pensaba que ni siquiera iba a escribir sobre este día… he presentado mi poster pero tampoco ha habido más cosas relevantes: he cogido un par de ideas, conocido un par de personas interesantes (entre ellas el que dirige el grupo de investigación que voy a visitar en Sídney) y poco más. Pero entonces, la dosis diaria de “este es el viaje de la frustración” ha hecho su aparición.

Hoy ha sido la cena de gala, cena a la que no he ido porque: 1) era carísima y me van a venir un montón de gastos ahora con el viaje, 2) pensaba que no iba a ir mucha gente (normalmente van los catedráticos y son un rollo burocrático) y 3) no tenía ni idea de lo que iba a pasar… Así que nada, me he ido a mi hotel y me he puesto a preparar una presentación de 3 minutos sobre mi póster que tengo mañana. En esas estaba cuando recibo un wasap de un chico español que he conocido: “Tengo una buena noticia, te han concedido el premio al mejor póster, ¡enhorabuena!”. ¿Qué?, ¿A mí? No es mi mejor trabajo… a ver, ha quedado bonito y hay mucho esfuerzo detrás, pero los datos presentados son preliminares. Le pregunto: pero, ¿lo han dicho ahí en la cena? - Sí, han dicho tu nombre y te hemos aplaudido… pero no estabas.

La madre que los parió… ¿Cómo se les ocurre hacer una entrega de premios en un evento opcional?, ¿En un evento en el que hay que pagar por ir? En realidad son lo de menos, me quedo con el reconocimiento, con que cuenta para el currículum y con que parte del premio consiste en que me pagan la inscripción al congreso del año que viene (que no es barata) y la afiliación durante un año. Pero jo, nunca antes había ganado el premio al mejor póster y me hacía ilusión, porque además no es como las ayudas de viaje, que suelen dar varias… En fin, que si me hubiesen avisado antes hubiese ido seguro. Pero bueno, no se puede volver el tiempo atrás. Desde luego me alegro mucho de la noticia, aunque ahora sienta más presión ante la presentación de mañana: espero estar a la altura.

Día 5
Pregunto por el certificado del póster y tras rebotar como una pelota de ping pong de una persona a otra, me dice una mujer, entre risas, que no tiene el certificado... que se lo dejaron anoche en la cena "porque estábamos un poco... ya sabes, jajaja". Cara de póker. ¿Me estaba diciendo tan pancha que se habían emborrachado y se lo habían dejado por ahí? Vale. 

Total, que le dije que como no sabía que los premios eran en la cena pues no fui... y me contesta: "Ay, por eso hay que ir siempre a las cenas del Congreso jajaja, bueno, no te preocupes...". ¿Que no me preocupe? ¿Encima? ¿Mucho rollo con la inclusión y la accesibilidad para todos y das los premios en un evento opcional por el cual tienes que pagar 100 dólares? O sea: o tienes pasta o te quedas sin aplausos. En fin.

Hice mi presentación sin mucho público, cogí algunas ideas bastante interesantes, descansé un poco en el hotel y terminé yendo a cenar con algunos españoles y el hombre irlandés con el que me entrevisté hace ya dos años.  Probé una comida asiática deliciosa... y ya me cuesta decir eso acostumbrada a Seattle. También probé la sidra de pera neozelandesa, muy rica. Terminamos tomándonos una copa en un pub irlandés con música en directo muy chulo. Iba a haberme ido, pero todos se alojaban cerca de mí y me pareció más seguro esperar a volver con ellos. Me invitaron a todo: a todo. Qué vergüenza... no sé cómo lo hago que siempre acaba pasando eso. En fin, no voy a quejarme que a partir de ahora nadie me va a invitar a nada.

Día 6
Pues esto ha sido todo en Auckland. No me esperaba Nueva Zelanda para nada así... Me la imaginaba mucho más exótica, más "isleña" pero ha sido muy anglosajona... como ya comentaba podría ser cualquier país. Hay mucho ganado, prados verdes, casas de madera con tejados a dos aguas... y sí, hay palmeras y hace buen tiempo, pero eso es todo. Es bonito, no me malinterpretéis. Lo del hobbit estuvo muy chulo, lo de los gusanos fue mágico y la visita a la isla muy relajante y completa. Pero no es un sitio con el que me vaya a quedar con pena si no vuelvo nunca...

Voy ahora en el bus al aeropuerto... salí hace ya más de una hora, por lo que deberíamos estar llegando. Espero que 2.15 sean suficientes para facturar y desayunar... porque voy sin nada en el cuerpo. Las últimas diferencias culturales se hacen patentes antes de despegar: una papelera en la que pone “prohibido escupir, utiliza el cuarto de baño” y las instrucciones de seguridad del avión rapeadas. Desde luego, Nueva Zelanda es única.

En el avión
No me lo puedo creer… he reservado el hotel desde mañana. O sea, con esto de que aquí es un día más sí que me parece factible haberme hecho un lio. Voy a intentar que me den una noche más, pero siendo temporada alta y en una ciudad grande veremos a ver. De verdad que lo que no me pase en este viaje… Voy a ir hasta el hotel y preguntar si tienen habitaciones libres para esta noche y si pueden ampliar mi estancia un día. Si no, pues les preguntaré si tienen wifi o si saben de algún hostal en el que pueda quedarme una noche y si me pueden guardar la maleta hoy. En fin Soletes, la aventura continúa… y en dos semanas volveré para contárosla.

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