domingo, 24 de febrero de 2019

72. Allí abajo. Parte 1: Nueva Zelanda


Los habitantes de Australia y Nueva Zelanda llaman a esa zona “down under”, algo así como “allí abajo”. Por fin estoy volando hacia Auckland, por el camino cruzaremos la línea del cambio de fecha (cosa que no sabía que existía) y serán dos días más al llegar. Se me va a hacer raro vivir en el futuro. Al haberme reubicado en este vuelo tengo que conformarme con el asiento de en medio, aun así las 14 horas de viaje no son tan horribles. Hay una cosa que me impresiona: la mujer de al lado no se levanta en todo el vuelo, ni si quiera a hacer pis. Es casi un súper poder… si fuera un superhéroe podría llamarse Retento.
 
Tengo la sensación de que se me olvida algo importante. Supongo que es normal después de todas las cosas que han pasado hoy... todo el estrés, el correr, el tener que tomar decisiones rápido y vencer la adversidad (podéis leer el post anterior aquí). Si algo me ha enseñado la aventura de hoy es a no desistir, a que con paciencia y manteniendo la calma se pueden buscar opciones. Pues eso es lo que quiero aplicar al viaje.
 
Día 1
Llego bien, pero mi maleta no… está perdida. Supongo que con los 150 vuelos cancelados el aeropuerto de Seattle sería un maremágnum de equipajes perdidos. Me alegro de haber comprado una maleta bastante llamativa: morada con flores (lo cual evita infartos en la cinta de equipajes y es útil para que la localicen en situaciones así). En fin, si no me llega mañana a ver qué me pongo para el congreso al que voy a asistir, motivo principal de mi viaje.
 
Un ilustre amigo me recibe en el aeropuerto y me recuerda las experiencias increíbles que estoy por vivir.
 
"Kia ora" es lo que más escucho desde que llego. Se traduce cómo “Hola” pero significa "espero que tengas salud". Las lenguas oficiales en Nueva Zelanda son el maorí, el inglés y la lengua de signos y en la TV las usan todas. Hace un calor impresionante, soy la única que va por la calle en manga larga pero no tengo más opción. Tras coger un bus y vivir otra pequeña aventura hasta localizar a mi anfitrión de AirBnB al fin llego al piso. Es desastroso, huele a pescado frito y el baño está sucio. Al menos parece que han cambiado las sábanas... con lo cansada que estoy me dará igual dormir ahí. Entre eso y que no tengo champú ni nada, acabo yendo al hotel de mi jefa a ducharme.
 
De ahí nos dirigimos a Waiheke, una isla famosa por sus playas y sus viñedos a la que se puede llegar en ferry. Al principio me asusté un poco: el bus que te llevaba de una parte a otra, me recordaba a los icónicos autobuses londinenses de dos pisos. No había caído en que en Nueva Zelanda y Australia se conduce por la izquierda y entre eso y que el techo del bus se iba pegando golpes con la mitad de los árboles, yo iba “frenando” (haciendo el gesto con el pie) sin querer cada dos por tres pensando que nos la pegábamos. Quitando eso, la isla fue genial para ayudarme a vencer el jet-lag: aire fresco, una playa de 2 km preciosa que recorrimos entera y un viñedo mágico (con unos vinos excelentes) desde el cual vimos el atardecer con el perfil de la ciudad de fondo. El día terminó teniendo que correr por una jungla cuesta abajo porque el último bus había pasado y se nos iba el ferry… llegamos a tiempo porque dos mujeres nos señalaron un “atajo” y decidimos hacerles caso.
 



 
Día 2
Abro un ojo y un dolor de cabeza martilleante me despierta. Son las seis de la mañana y más vale que me active pronto porque el bus me recoge en media hora. Aunque tengo un sueño inmenso no me importa: teniendo un solo día completo libre, contratar un tour era la única manera que tenía de visitar todo lo que quería, y más estando tan lejos unas cosas de otras. Una vez en mi asiento, cierro los ojos y cuando los abro han pasado dos horas y estamos llegando a La Comarca.
 
Hobbiton
El ambiente es muy pacífico y bucólico, hay cientos de vacas por todas partes (por lo viso en el país hay más vacas que personas). El set de rodaje es impresionante y está muy bien cuidado, merece la pena y te dejan sacar todas las fotos que quieras. Eso sí: si vais no os hagáis muchas ilusiones que son todo exteriores. Se puede “entrar” en una de las casas, pero por dentro son estructuras de cemento. Hay 44 casas en total, todas con detalles diferentes. Nos llovió, pero creo que eso terminó de darle un aire más auténtico. Si queréis más información esta es su web oficial: https://www.hobbitontours.com/en/
 
Durante el tour nos contaron un montón de curiosidades, como que una de las escenas del final de El Señor de los anillos, en la que Sam se reúne con su hija, se rodó con la verdadera hija del actor, que llevaba meses sin ver a su padre y esa fue su reacción espontánea. O que para El Hobbit el árbol que sale del tejado de la casa de Bilbo lo construyeron de forma artificial porque tenía que aparentar ser mucho más joven que el árbol que aparece en ESDLA, ya que la historia ocurre muchos años antes.
 
Lo que sí era de verdad es la posada de El Dragón Verde. Hemos acabado la visita tomando una sidra allí, a las 11 de la mañana. Me iba a haber pedido algo sin alcohol pero he caído en la cuenta de que a lo mejor era la única oportunidad que tenía de probar la sidra de Nueva Zelanda... No me he arrepentido. Me he tomado media y listo, que si no iba a terminar KO. Creo que habría sido un buen hobbit (y no sólo por la altura), a simple vista parece que no doy para mucho y me encanta estar en mi casa tranquilita… pero en el fondo soy como ellos respecto a las aventuras.
 




 
Rotorua
Me vuelvo a quedar frita y cuando me despierto estamos en Rotorua. Vamos a un parque que se llama Te Puia, en él se encuentra Pohutu, el geiser más grande del hemisferio sur. Todo huele a huevo podrido y parece que estemos en un planeta extraño. De propina, puedo ver un kiwi durmiendo… son adorables, entran directos en la lista de mis animales preferidos. Allí hacemos la parada para comer, tienen un bufete de comida delicioso con especialidades nacionales como la pavlova (una tarta de un merengue muy ligero con frutas) o comida cocinada de forma tradicional: enterrándola todo en un horno que está en el suelo, aprovechando la energía geotérmica. Pruebo la patata neozelandesa, que es un poco dulce, la calabaza y el cordero de allí: muy recomendables. También hay actividades sobre la cultura Maorí, pero no nos da tiempo de hacerlas. Aquí su web para más información: https://tepuia.com 
 

 
Waitomo Caves
Me vuelvo a echar una siesta de dos horas y cuando despierto estamos en las cuevas Waitomo, el lugar donde viven los “glow worms”. Sí, definitivamente ha sido mejor idea contratar un tour que alquilar un coche e intentar conducir por la izquierda con ese nivel de cansancio, total, he hecho todo el viaje frita, así que no se me ha hecho nada pesado. Me he quedado sin habla. Ver a los gusanos era lo que más ilusión me hacía y ha estado a la altura. Por si vais: http://www.waitomo.com
 
El recorrido se hace prácticamente a oscuras, incluyendo bajar por escaleras, pero lo tienen tan bien montado que no se la ha pegado nadie. Creía que los "glow worms" (gusanos brillantes) eran lo mismo que las luciérnagas pero no. Por lo visto sólo existen en Australia y Nueva Zelanda. Viven en cuevas durante unos nueve meses y se alimentan de moscas e insectos. La forma que tienen de cazarlos es atraerlos con su luz y que se queden pegados a una especie de cuerda pegajosa que dejan colgando al final de su cuerpo. La verdad es que es bastante inteligente.
 
En la última parte del recorrido nos montamos en una barca y paseamos un rato por un lago. Fue uno de esos momentos mágicos, ese darme cuenta de que estoy justo aquí, haciendo esto, en parte gracias a algunos esfuerzos que he realizado y siento que de alguna manera el universo me recompensa con esta imagen que dejó sin habla a mi grupo entero. No hay fotos porque no lo permitían, ya que los bichitos brillan solo si están en la más absoluta oscuridad, pero aquí tenéis unas de Internet para que os hagáis una idea. 
 

Los paisajes de aquí me recuerdan bastante a los campos de mi tierra, las casas de las afueras a las del Washington profundo, las praderas podrían pertenecer a Inglaterra y las islas, con esos pinos cerca del agua y esos olivos, podrían ser cualquier parte del Mediterráneo. Me pregunto si una vez que has viajado a un determinado número de sitios, todo lo que veas te va a recordar necesariamente a algo... no sé muy bien qué esperaba encontrarme aquí... ciertamente creo que algo más exótico, pero no deja de ser un país que podría encontrarse en Europa.
 
8.30pm
Ya estoy en el hotel. He tardado más porque al conductor no le habían dicho que me tenía que dejar en otro sitio y me ha dejado donde me recogió... De camino intento encontrar alguna tienda abierta para comprar ropa porque no me fío, pero no tengo suerte: todo cierra a las 7, sin excepciones. Cuando llego compruebo que no ha llegado mi maleta... y cuando me miro en el espejo compruebo que me he quemado la cara. Genial. Llamo a los de la maleta del aeropuerto y cerraron hace una hora... por Internet me pone que están buscándola y aún no está localizada. Estupendo.
 
Decido ducharme y que mañana sea otro día. A primera hora iré a comprar ropa decente y luego iré al congreso. Me voy a perder la ceremonia de apertura, pero creo que es mi única opción... Mientras seco a la vez la ropa interior que acabo de lavar con champú y mi pelo, me lo desenredo como puedo sin cepillo ni suavizante, y pienso que sí que se está cumpliendo mi predicción sobre probar mis límites... Nada como perder algo básico para darnos cuenta de los lujos que tenemos.

Día 3
Me siento en mi salsa en el congreso. Entiendo todo de lo que hablan, aunque no sea exactamente de mi tema. He conectado con investigadores que no conocía y reconectado con algunos que conocí hace bastante. Incluso he conocido en persona al director del grupo de Irlanda con el que me entrevisté hace dos años para un posible trabajo... y se acordaba de mí. Pero ay, vaya inicio de día... me tiré media hora al teléfono con los del aeropuerto, porque por Internet seguía poniendo que estaban aún buscando mi maleta. El agente me dijo que en teoría estaba al llegar en un vuelo. En fin. Salí pitando al H&M y una vez allí arrasé con la tienda. Con lo poco que me gusta ir de compras estoy orgullosa de haber encontrado en menos de media hora unos pantalones arreglados, dos blusas, una camiseta básica para debajo, calcetines, braguitas y unas sandalias. Espero que me lo pague la aerolínea... sudando por el sol que ya empezaba a apretar y por la cuesta arriba llegue al hotel, me cambié corriendo y me dirigí a la conferencia. Me había perdido la ceremonia de apertura (y el Haka que tanta ilusión me hacía ver) pero al menos estaba presentable.

Tras un día largo e intenso regresé a mi hotel para comprobar con gran alegría que mi maleta me esperaba en recepción. Como dice el dicho: "Lo imposible sólo tarda un poco más". Ahora a la cama, que mañana empieza el jaleo temprano y me levanto a las 6.30 para ir a un desayuno de trabajo.

Día 4
Pensaba que ni siquiera iba a escribir sobre este día… he presentado mi poster pero tampoco ha habido más cosas relevantes: he cogido un par de ideas, conocido un par de personas interesantes (entre ellas el que dirige el grupo de investigación que voy a visitar en Sídney) y poco más. Pero entonces, la dosis diaria de “este es el viaje de la frustración” ha hecho su aparición.

Hoy ha sido la cena de gala, cena a la que no he ido porque: 1) era carísima y me van a venir un montón de gastos ahora con el viaje, 2) pensaba que no iba a ir mucha gente (normalmente van los catedráticos y son un rollo burocrático) y 3) no tenía ni idea de lo que iba a pasar… Así que nada, me he ido a mi hotel y me he puesto a preparar una presentación de 3 minutos sobre mi póster que tengo mañana. En esas estaba cuando recibo un wasap de un chico español que he conocido: “Tengo una buena noticia, te han concedido el premio al mejor póster, ¡enhorabuena!”. ¿Qué?, ¿A mí? No es mi mejor trabajo… a ver, ha quedado bonito y hay mucho esfuerzo detrás, pero los datos presentados son preliminares. Le pregunto: pero, ¿lo han dicho ahí en la cena? - Sí, han dicho tu nombre y te hemos aplaudido… pero no estabas.

La madre que los parió… ¿Cómo se les ocurre hacer una entrega de premios en un evento opcional?, ¿En un evento en el que hay que pagar por ir? En realidad son lo de menos, me quedo con el reconocimiento, con que cuenta para el currículum y con que parte del premio consiste en que me pagan la inscripción al congreso del año que viene (que no es barata) y la afiliación durante un año. Pero jo, nunca antes había ganado el premio al mejor póster y me hacía ilusión, porque además no es como las ayudas de viaje, que suelen dar varias… En fin, que si me hubiesen avisado antes hubiese ido seguro. Pero bueno, no se puede volver el tiempo atrás. Desde luego me alegro mucho de la noticia, aunque ahora sienta más presión ante la presentación de mañana: espero estar a la altura.

Día 5
Pregunto por el certificado del póster y tras rebotar como una pelota de ping pong de una persona a otra, me dice una mujer, entre risas, que no tiene el certificado... que se lo dejaron anoche en la cena "porque estábamos un poco... ya sabes, jajaja". Cara de póker. ¿Me estaba diciendo tan pancha que se habían emborrachado y se lo habían dejado por ahí? Vale. 

Total, que le dije que como no sabía que los premios eran en la cena pues no fui... y me contesta: "Ay, por eso hay que ir siempre a las cenas del Congreso jajaja, bueno, no te preocupes...". ¿Que no me preocupe? ¿Encima? ¿Mucho rollo con la inclusión y la accesibilidad para todos y das los premios en un evento opcional por el cual tienes que pagar 100 dólares? O sea: o tienes pasta o te quedas sin aplausos. En fin.

Hice mi presentación sin mucho público, cogí algunas ideas bastante interesantes, descansé un poco en el hotel y terminé yendo a cenar con algunos españoles y el hombre irlandés con el que me entrevisté hace ya dos años.  Probé una comida asiática deliciosa... y ya me cuesta decir eso acostumbrada a Seattle. También probé la sidra de pera neozelandesa, muy rica. Terminamos tomándonos una copa en un pub irlandés con música en directo muy chulo. Iba a haberme ido, pero todos se alojaban cerca de mí y me pareció más seguro esperar a volver con ellos. Me invitaron a todo: a todo. Qué vergüenza... no sé cómo lo hago que siempre acaba pasando eso. En fin, no voy a quejarme que a partir de ahora nadie me va a invitar a nada.

Día 6
Pues esto ha sido todo en Auckland. No me esperaba Nueva Zelanda para nada así... Me la imaginaba mucho más exótica, más "isleña" pero ha sido muy anglosajona... como ya comentaba podría ser cualquier país. Hay mucho ganado, prados verdes, casas de madera con tejados a dos aguas... y sí, hay palmeras y hace buen tiempo, pero eso es todo. Es bonito, no me malinterpretéis. Lo del hobbit estuvo muy chulo, lo de los gusanos fue mágico y la visita a la isla muy relajante y completa. Pero no es un sitio con el que me vaya a quedar con pena si no vuelvo nunca...

Voy ahora en el bus al aeropuerto... salí hace ya más de una hora, por lo que deberíamos estar llegando. Espero que 2.15 sean suficientes para facturar y desayunar... porque voy sin nada en el cuerpo. Las últimas diferencias culturales se hacen patentes antes de despegar: una papelera en la que pone “prohibido escupir, utiliza el cuarto de baño” y las instrucciones de seguridad del avión rapeadas. Desde luego, Nueva Zelanda es única.

En el avión
No me lo puedo creer… he reservado el hotel desde mañana. O sea, con esto de que aquí es un día más sí que me parece factible haberme hecho un lio. Voy a intentar que me den una noche más, pero siendo temporada alta y en una ciudad grande veremos a ver. De verdad que lo que no me pase en este viaje… Voy a ir hasta el hotel y preguntar si tienen habitaciones libres para esta noche y si pueden ampliar mi estancia un día. Si no, pues les preguntaré si tienen wifi o si saben de algún hostal en el que pueda quedarme una noche y si me pueden guardar la maleta hoy. En fin Soletes, la aventura continúa… y en dos semanas volveré para contárosla.

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