Cada vez leo con más frecuencia en las redes sociales
publicaciones que empiezan diciendo “Yo no suelo hablar de política ni
compartir publicaciones sobre estos temas pero…”. Pues bien, hoy me toca a mí.
Esta tormenta ha desbordado mi vaso.
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Resulta difícil concentrarse, resulta difícil relajarse.
Cuando se hizo público el resultado de las elecciones no pensé que fuese a ser
para tanto, sinceramente. Desde mi ignorancia, o inocencia, creí sinceramente
que un solo hombre no podía tener tanto poder: existe un congreso, un senado,
un sistema democrático con sus leyes. Pensé, por tanto, que este señor, como
“buen” hombre de negocios se limitaría a vender humo y después buscaría
soluciones conciliadoras, más conservadoras que su precedente, para estar a
bien con todos. Cuánto me equivocaba.
Al día siguiente, antes incluso de investirle ya cundió
el pánico. Inmigrantes que dejaron de ir a trabajar porque no sabían si tenían
que volver a su país para no ir a la cárcel, personas llorando, personas con
crisis de ansiedad… y yo alucinando de lo sensible que era la gente aquí,
pensando que habían dejado que el pánico cundiera y que eso era todo. Había una
oposición para frenarlo, unos derechos humanos que respetar y una reputación de
país del primer mundo, abierto y moderno, que cuidar así que no podía haber
tantos cambios. Me equivocaba otra vez.
Con curiosidad y sorpresa observé la investidura de aquel
también conocido como Mr. Cheeto (por su discreto tono de piel) y las grandes
diferencias con su predecesor en la actitud, el trato a su esposa, etc. Tras
eso y, literalmente, de la noche a la mañana empezaron las Órdenes Presidenciales
absurdas y las protestas. Tiroteos aquí en Seattle, en el campus de una de las
Universidades más liberales del país. Odio, muchísimo odio: a los de otras
razas, otros países, otras religiones, otras orientaciones sexuales… odio a lo
diferente, a lo que no se conoce o no se entiende. Sí que creo que esto no ha
surgido de la nada, que estas personas ya pensaban así antes, pero sin duda se
han enaltecido y empoderado. Y cuando la cosa empezó a salpicar a personas de verdad, a personas que conozco, y me consta que son buenas, el pánico me
salpicó un poco a mí.
Mi decepción y sorpresa llegaron al ver, como decía,
todos los comentarios cobardes volcados desde el anonimato de Internet,
denotando una ignorancia y un egoísmo absolutos con argumentos tan sólidos como
“Que se vayan, son todos terroristas”. ¿Cómo podía ser que hubiera foros y
grupos en internet destinados a fastidiarles la vida a otras personas sólo por
ser diferentes? Me entristece, y mucho, pensar que todos esos esfuerzos, toda
esa energía y capacidad de organización podría ser mucho mejor empleada para
hacer el bien. Me cuesta tanto comprender qué hay en la cabeza de esas personas:
¿tan vacías están sus vidas que no tienen otra cosa que hacer que meterse en
las de los demás?, ¿de verdad creen que son superiores y tienen el derecho de
insultar, atacar y hacer daño a otros?
Algunas promesas presidenciales ya son realidades. Por
ejemplo: prohibir la entrada al país de personas de países mayoritariamente
musulmanes, inmediatamente y porque sí, incluidas personas con residencia
permanente, personas que estaban aquí labrándose un futuro y ayudando a
levantar el país (incluido el científico que iba a investigar sobre cardiología
en Harvard, ese que quizás podría haberle salvado la vida si algún día le da un
infarto) y que ahora no pueden entrar (o que no se atreven a salir por si les
pasa lo mismo), construir un oleoducto que dañará al medio ambiente y
beneficiará a sus empresas, pretender que México pague por el dichoso muro,
suspender el programa de planificación familiar… Puedo entender que por tus
creencias o por tu cultura estés en contra del aborto pero ¿qué sentido tiene
eliminar un servicio cuya labor consistía en un 95% en ofrecer métodos
anticonceptivos y prevenir las enfermedades de transmisión sexual (el 5% sí que
tenía que ver con el aborto pero no usaba dinero público)?. ¿Qué se supone que
pretende hacer cuando se encuentre con un montón de chicas embarazas y muchas
personas con SIDA, hepatitis, etc.? Porque el Obama Care también lo ha quitado… y el español de la web de la Casa
Blanca, y ha censurado a muchos científicos, y ha aprobado la tortura como método
para los interrogatorios, y… Y lo peor es que hay muchas personas que lo
aplauden y a las que les parece muy bien que haya hecho todo eso. En fin, que
miedo me da lo que pueda pasar.
En medio de toda esta maraña, de levantarme y acostarme
con noticias que me tienen meneando la cabeza con desaprobación y frunciendo el
ceño cada dos por tres, hay también personas organizándose para intentar que se
recupere el sentido común. No hablo de las protestas violentas ni de los otros
tiroteos que ha habido. No me convence el argumento de que si no usamos la
violencia no nos van a oír y bla bla bla, si juegas a su juego, ellos ganan.
Nada que se consiga por la fuerza se mantiene mucho tiempo. Hay que
organizarse, sí. Hay que alzar la voz, sí. Pero no hay que perder los valores
por el camino, o al menos yo no estoy dispuesta. A lo mejor soy una ilusa, a lo
mejor algún día me arrepiento, pero sigo creyendo que una resistencia pacífica
es posible.
Perdón por la divagación. Lo que decía, que en medio de
todo este caos hay protestas que han hecho historia, como la marcha de la mujer
(con 0 detenidos en todo el país). Ayer empezaron a concentrarse miles de personas
en los aeropuertos pidiendo libertad para los detenidos que son inmigrantes
legales, y aún hoy lo siguen haciendo (hace un rato, sin ir más lejos ha pasado
una manifestación por delante de mi casa). La cuestión es que hay abogados voluntarios defendiendo a los que intentan deportar y un juez federal ha
conseguido poner la orden sobre la inmigración en suspenso.
Os estaréis preguntando que, si tan bien me parecen estos
movimientos, qué hago yo para apoyarlos, que por qué no he ido a los
aeropuertos, etc. Me lo planteé fugazmente pero alguien recomendó por las redes
sociales que solo fueran los ciudadanos estadounidenses porque allí habría
policía federal y si detenían a algún no ciudadano podrían solicitar cambiar el
estatus de su visado… a lo mejor fui egoísta, pero decidí no correr el riesgo. Ni
ese ni el de que te peguen un tiro por tener la mala suerte de estar en medio. Mi respuesta, por tanto, es esta: contarle al mundo mi humilde opinión sobre
lo que está pasando desde esta, que es mi ventana. Quizás me juegue más
incluso, porque no soy un bulto anónimo en una manifestación, soy una persona
con nombre y apellidos, quizás esto no sirva para nada, quizás nadie siga
leyendo ya estas líneas interminables. Pero tenía que decirlo, tenía que alzar
la voz a mi manera, de forma que los que no hablan inglés puedan enterarse de
lo que pasa: aquí se están cometiendo injusticias y vulnerando derechos
humanos.
Yo de momento no tengo de qué preocuparme, pero tampoco
lo tenían todos los residentes legales que se fueron a casa a visitar a sus
familias o salieron del país por negocios y a la vuelta se encontraron con que
no podían entrar (ni ver a sus seres queridos de aquí, volver a casa con sus
mascotas, etc.) en este país, que tampoco es perfecto, en el que habían
decidido vivir. En menos de una semana estaré volando a San Francisco para mi
entrevista, espero que se hayan calmado los aeropuertos para entonces… hace
unos meses me habría parecido ciencia ficción tener que estar planteándome
esto. Esto, o que como finalmente decidan quitar el visado de trabajo se puede
truncar mi sueño de seguir creciendo por aquí.
En fin, Soletes, ya sé que el tono de este post no se
relaciona con el del resto. No son unas fotos bonitas o unas vivencias que me
dejan sorprendida y maravillada. Creo que lo feo también hay que narrarlo,
después de todo, también forma parte de mi experiencia en Ciudad Esmeralda.
Volveré con más novedades cuando pueda.
Gracias por leerme.
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