domingo, 6 de noviembre de 2016

38. Trescientos sesenta y cinco días

29 – 10 – 2015 (hace un año)


Quedan 4 horas para llegar a Newark, primera parada en mi viaje a Seattle. Sí, ya me voy... Apenas soy consciente, no me lo creo del todo. Llevo dos días muy intensos de despedidas y llantos. Han sido duros pero preciosos: ha habido regalos, sentimientos que salen a la superficie, personas que te sorprenden, personas a las que descubres.

Se me hace raro saber que en una semana ya conoceré a mis nuevos compañeros de trabajo, habré ido varias veces al lugar donde pasaré los próximos dos años, me habré reunido con mi jefe y sabré más o menos lo que voy a hacer. Estoy un poco abrumada por todo, tengo muchas cosas en la cabeza. Me siento como aquellos marinos que se embarcaban para volver, si volvían, dos años después. Ahora entiendo esos llantos de la familia en el momento de la despedida. En mi caso es mucho mejor, ya que si hay algún imprevisto podría volver en, como mucho, dos días.

Creo que debo mentalizarme y aceptar que debo tomármelo todo con calma, darme permiso para ser torpe al principio y no tener ni idea de nada. Mirar primero alojamiento, teléfono, supermercados, transporte, normas del trabajo... y luego ya pensar en disfrutar de la ciudad, hacer amigos y ser productiva. Paso a paso, step by step.

Qué expectación: ¿cómo será la gente, el clima, la comida, mis responsabilidades...?, ¿Cómo llevaré el idioma?, ¿Haré contactos?, ¿Seré capaz de comer bien?, ¿Será muy difícil la entrada al país? Eeeen fin, creo que este es uno de esos momentos en los que te encuentras con la página en blanco y en los que sabes que puede pasar cualquier cosa....

Todos me dicen que me esperan grandes cosas, pero yo no lo veo así. Nunca se sabe, pero creo que todos confían más en mí que yo misma. Sólo el tiempo lo dirá... De momento espero ser fuerte ante la distancia, valiente ante los retos, perseverante ante las dificultades y tener fuerza de voluntad para que no me puedan la pereza y la apatía cuando toque trabajar duro (ya sea la mente o el cuerpo).

29 – 10- 2016 (un año después)
Totó, me parece que ya no estamos en Europa…” Evidentemente no, veo tan lejana esa frase… Mientras miro sorprendida al hombre vestido de Deadpool que está sentado en la mediana de la autopista, un abuelillo asiático me saca de mis pensamientos y me cuenta que acaban de atender en urgencias a un hombre que ha llegado con heridas de bala, que ha sido la policía y que nunca los llame ni me fie de ellos… me da las buenas noches y se va con su andador a otra parte. Tras eso, me hago consciente de que me sorprenderé de verdad el día que esta bendita ciudad deje de sorprenderme.

Creo que para conocer un sitio debe pasar al menos un año, porque así pasas por todas las estaciones, vives todas las fiestas, los distintos periodos escolares, etc. y yo siento que aún no conozco Seattle, y mucho menos la cultura americana. Sí, Soletes, ya llevo un año entero por aquí. No me parece posible que me sienta tan “en casa” en muchos aspectos y en otros siga abríendoseme la boca cuando descubro cómo son algunas cosas. Tengo mi piso aquí, decorado y utilizado a mi gusto, pero sigo sintiendo que estoy de paso, por mucho que tenga planteado quedarme bastante tiempo.

Había pensado titular este post “Surrealismo made in the USA”, puesto que a pesar de que ya hace un año que llegué, me siguen pareciendo surrealistas muchas de las cosas que veo por aquí. Para el post de hoy tengo pensado algo especial como celebración de este primer aniversario en Ciudad Esmeralda: voy a haceros una recopilación de vivencias de los últimos días que, incluso después de un año aquí, me siguen pareciendo surrealistas. Eso incluye un post de los largos (para compensar el abandono) y bastantes fotos.

Hay otra cosa “especial” que he planeado para celebrar el año: estoy recopilando información para siguientes post según lo que me pedisteis en la encuesta que lancé hace ya tiempo, con idea de publicarlo alguna semana que no tenga nada interesante que contar: se llamarán “La torre de Babel” y “Sólo sé que no se nada 3”. Si no llegasteis a contestarla y os apetece hacerlo (y así decidir sobre los temas), aún estáis a tiempo. Sólo tenéis que pinchar aquí y rellenar el cuestionario

En las próximas semanas hablaré también de las otras ciudades que he visitado o visitaré: Nueva York, San Francisco, Vancouver y Los Ángeles. Y sin más, os dejo con mi top 3 de surrealismo otoñal 100% americano, todo lo que me perdí el año pasado porque aún no estaba aquí o estaba aterrizando.

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3. Malaga, sin tilde
No sé si lo he dicho alguna vez en el blog: soy de Málaga. Una vez, en el periódico SUR, el diario más emblemático de la provincia, publicaron un artículo en el que contaban que había 21 Málagas repartidas por todo el mundo, seis de ellas en Estados Unidos. Me pareció curioso pero me olvidé de ello. El artículo volvió de nuevo a mi memoria cuando mi compañera de trabajo (y ya amiga) May me comentó que había descubierto una de ellas en el Estado de Washington, a unas tres horas de Seattle. Me dijo que si me interesaba podíamos hacer un viaje por carretera, que a ella le encanta conducir (con ella fui a las granjas de tulipanes el año pasado).

Como buena Dorothy, y motivada por el “en casa se está mejor que en ningún sitio” decidí seguir el camino de árboles amarillos e ir a investigar qué era aquella Málaga (Malaga en realidad, sin tilde). Mi idea original era ir al Ayuntamiento y tratar de ver si había alguna historia que la relacionase con la original. May me advirtió que por lo que ella había visto en internet, seguramente sería una especie de agrupación de granjas, algo muy rural y pequeño. Decidimos ir de todas maneras, ya que el Condado de Chelan, donde se encuentra, tiene unos paisajes preciosos en otoño y el mismo camino merecería la pena, seguro.





Juzgad vosotros

Antes de ir a Malaga (a la que, sorprendentemente, la voz del GPS le coloca el acento en su sitio) pasamos por Leavenworth ya que Laura estaba pasando el fin de semana allí y queríamos saludarla. Leavenworth es un pueblo bávaro, con casas tradicionales, artesanía y comida europea (cerveza, pretzels y salchichas también, por supuesto). Me resultó muy curioso y me puse a investigar a ver cómo se había establecido esa comunidad europea ahí en medio de las montañas. Resulta que es todo mentira: hace unos años decidieron tematizar el pueblo para atraer al turismo y revitalizar la economía. Resulta que empezó porque era un buen lugar para hacer una estación de tren y en la época de la fiebre del oro empezaron a construir posadas, barberías, tiendas y prostíbulos para que los mineros encontraran “lo que necesitaban” allí. Evidentemente, ahora no podrían vivir de eso, así que hicieron el cambio.




Hay una tienda que vende artículos navideños todo el año (fotos navideñas cortesía de Laura)

Aun así, no puedo quejarme, la verdad es que es que es realmente bonito. De hecho, estoy pensando en ir en diciembre, cuando esté todo nevado y pongan el alumbrado de Navidad que dicen que es impresionante (si voy dedicaré un post para que lo veáis).

Tras visitar Leavenworth y comer allí nos dirigimos a Malaga, WA. Los carteles a favor de Trump se multiplican conforme nos adentramos en las profundidades del estado… el paisaje sigue siendo precioso. Cuando llegamos veo que, como nos temíamos, Malaga como tal casi no existe; se reduce a una gasolinera, una oficina de correos y unos cuantos graneros solitarios alrededor de un lago ¿Sabéis esas películas en las que secuestran a alguien y por más que grita no la oyen? Podría suceder aquí perfectamente, todo tiene una estética a lo “Twin Peaks” pero en el presente. Decidimos hacer un par de fotos y volver.



Era curiosa la sensación de familiaridad y extrañeza combinada

2. Halloween
- Tía pareces americana.
- ¿En serio?
- Sí, hasta que no has hablado en español con el acento andaluz pensábamos que sí.

Vale, otra prueba más de que “me ha cambiado el estilo”. En fin, el fin de semana de Halloween, mi disfraz de conejo de pascua (pensado en el último momento apañando mi bata de estar por casa) y yo fuimos a una fiesta que se titulaba “cute and creepy” (algo así como “lindo y espeluznante”). Pensé que una especie de conejito de pascua con maquillaje a lo Emo y un corazón luminoso bastaría, total, he estado tan liada que no he tenido tiempo para más.

La vergüenza de montarme en el autobús disfrazada se me pasó cuando vi a una mujer con orejitas, otra con una cesta de frutas en la cabeza y otra con un disfraz de perro. Ojitos (quien me había invitado y la única a la que conocía) y yo llegamos un poco cortadas: era una casa enorme, dos pisos llenos de gente disfrazada, decoración muy conseguida y cosas típicas de las “house party” (las fiestas que se hacen en casa de la gente) como los jelly shots que probé por primera vez.

Son gelatina de sabores a las que han añadido vodka (foto cortesía de Ojitos)


Había disfraces muy conseguidos como uno de Oogie Boogie (de Pesadilla antes de Navidad), otros más típicos como piratas y algunos desconcertantes, como la piedra negra de 2001: una odisea del espacio. La verdad es que fue una noche muy interesante, me hacía falta desconectar… conocí a un grupo de españoles muy apañados al que supongo que volveré a ver, a una pareja de brasileños y a uno de los anfitriones que es de los americanos con más arte que he conocido. Eso sí, sigo estando desentrenada en beber… solamente tomé vino tinto, igual tres copas en toda la noche, e iba considerablemente contenta. Ojitos se fue y no le hice casi caso, fui consciente cuando ya no estaba. Yo seguía en mi pompa hablando con la gente y riéndome de tonterías cuando, de pronto, todo el mundo se iba. Esa noche aprendí una lección valiosa: no te vayas de una fiesta a las 2 de la mañana, porque es la hora de cierre de la mayoría de locales y los Uber se ponen por las nubes.

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Hacer fiestas y disfrazarse o salir a pedir caramelos no son las únicas tradiciones de Halloween. Una de las cosas que tampoco sabía, es que es típico ir a un huerto de calabazas (pumpkin patch) y tallar tus propias calabazas (pumpkin carving) para lo cual hay herramientas específicas y se ofrecen hasta talleres. En el trabajo también se vive intensamente: hay personas que van disfrazadas, otras que hacen dulces especiales y en el hospital de niños habían decorado uno de los ascensores con las siluetas del Skyline de Seattle pero ambientándolo como si fuera Gotham: con una Batseñal en un lado, una máquina de gritos y luces estroboscópicas… os podéis imaginar el susto que me llevé cuando me monté medio dormida por la mañana.

Ejemplo de calabazas talladas (foto cortesía de Ray)

Hay algo que he descubierto hace poco y que hace que mantenga la sensación de que puedo seguir metiendo la pata sin querer porque no conozco la cultura: el concepto de apropiación cultural. Resulta que aquí no te puedes vestir de cosas relacionadas con culturas que no sean la tuya porque se considera ofensivo. De nuevo me parece que se exagera todo mucho… claro que entiendo que no está bien si el objetivo es ridiculizar a la cultura en cuestión o faltar al respeto, eso puede dar lugar a clichés que perpetúen los estereotipos negativos que hay, pero me parece excesivo que no lo puedas hacer si vas de buena fe. Me explico: normalmente te disfrazas de algo que te gusta, de algo que admiras o que te gustaría ser en tu día a día pero no puedes ser. No sé, quizás no lo entiendo del todo porque a mí no me molestaría para nada ver a alguien disfrazado con un traje típico de mi tierra, es más me haría hasta ilusión, pero ¿dónde están los límites? Por ejemplo, no estaría bien visto que me disfrazase de Geisha, pero sí que está permitido vestirse de personajes de películas, entonces ¿si me visto de Sayuri, la protagonista de “Memorias de una Geisha” estoy haciendo lo correcto o no? En fin, que sigo teniendo la sensación de que en cualquier momento puedo meter la pata haciendo algo sin mala intención que jamás se me hubiese ocurrido que pudiese ofender a alguien por algún motivo que se me escapa.

Hay hasta campañas de concienciación al respecto

1. Las elecciones
Como supongo que sabréis, por el bombardeo que dan las noticias, el 8 de noviembre (casi ya) son las elecciones generales de EEUU. El sistema es diferente aquí, según tu condado tienes que votar a un representante y los elegidos son los que finalmente darán su voto a alguno de los candidatos a presidente que, si he entendido bien, son siete.

Los debates presidenciales se viven como todo un espectáculo… no todo el mundo, pero algunos jóvenes se van al bar a verlos y hay hasta juegos de beber y bingos relacionados. Es muy diferente cómo tratan el tema para que la gente sepa que puede votar, dónde y cuándo. Siendo un país tan grande, supongo que tiene sentido organizarse bien. El primer paso para poder votar es registrarse (no vale con estar censado, puedes hacerlo por Internet, pero tienes que hacerlo). Me sorprende mucho la implicación de todo tipo de entidades y personajes a este respecto: Facebook, Google, Twitter, Coursera, y muchos otros lo promocionan, y ha aumentado el número de inscritos con respecto a otros años. Incluso en algunas series de televisión se han rodado mini episodios para concienciar a la gente.




Aquí tenéis algunos ejemplos

Por último, hay todo tipo de merchandising, tanto serio, para apoyar a los candidatos, como de broma, para reírse de ellos. Se pueden comprar desde pines hasta pastillas de menta, libros para colorear, chapas, bolígrafos, camisetas o pelotas anti estrés. Mis amigos americanos me han dicho que esta elección es cualitativamente diferente de las anteriores, que las otras no han sido tan mediáticas y que la gente no estaba tan exaltada. Es lo de siempre: hay dos grandes partidos que a mucha gente no les gustan. Estos se debaten entre dar su voto al “menos malo” de los dos o seguir sus ideales y votar a alguien que seguramente no ganará (arriesgándose así a que el peor, en su opinión, pueda ganar). Ay, Soletes, qué complicado es esto de la democracia… aún así, no sé qué otro sistema podría ser mejor. En fin, ya os contaré qué pasa después.
 
Esta pegatina también la he visto en algunos baños móviles, de esos que ponen en las obras



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Soletes, no quiero despedirme sin daros las gracias por seguir ahí alimentando mis ganas de seguir escribiendo. Sé que no he sido muy buena “bloguera” en estos últimos meses, ya que el trabajo u otros planes divertidos me han dejado sin tiempo o energía mental para escribir de forma regular. Aun así, mi doble objetivo de probar esto de enseñar lo que escribo y estar más cerca de vosotros creo que se ha cumplido. Como siempre, cualquier comentario o sugerencia es bienvenido, ah, y ¡No os olvidéis de contestar la encuesta!

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