domingo, 16 de octubre de 2016

37. Otoño en Seattle: tango, calabazas y tormenta

Hoy hace un año que me concedieron el visado, un año de aquel momento en el cual quedaban dos semanas para empezar a trabajar y aún no tenía vuelo ni alojamiento… Un mar de dudas sobre cómo sería esto y una gran ilusión por descubrirlo (unido al apoyo de los míos) es todo lo que tenía. Quería publicar, por fin, el post de Nueva York (parece que se me resiste el muchacho…) pero prefiero contaros cómo se vive este inicio de otoño, ese comienzo de curso escolar que me perdí el año pasado.

Por primera vez estoy observando en directo cómo cambia de color un árbol

11 de octubre
Cuando era pequeña leí un libro de misterio que transcurría en Venecia y me enamoré de la ciudad. Fue mi viaje soñado hasta que la visité un par de veces. Luego le tocó el turno a La India y de momento sigue siendo mi unicornio de los viajes... aunque he de decir que estoy haciendo muchos amigos de allí y veo cada vez más posibilidades de ir de forma segura.

Con el tango me ocurre lo mismo, no recuerdo el momento exacto en el que me enamoré de ese baile, puede que fuese en alguna película… la cuestión es que siempre me ha parecido mágico, sensual, elegante y magnético. Mi historia con ese baile, hasta el momento, se reducía a una colección de intentos infructuosos por intentar aprender a bailarlo: la primera vez no tenía la edad mínima requerida, la segunda pedían ir por parejas, la tercera vez dijeron que lo aprenderíamos pero las clases se limitaron a merengue y salsa, y la cuarta esperé a que se formase un grupo mínimo y el momento nunca llegó. Después de eso estuve atenta, preguntando de vez en cuando pero no encontré ningún sitio que me diera la oportunidad. El último intento fue hace ahora dos años, cuando tuve la oportunidad de ir a Buenos Aires y, ante la falta de medios para recibir clases, comencé a imitar con un amigo los pasos de un tutorial de Youtube pero digamos que los logros fueron “limitados”.

Inciso: Aprovecho aquí para presentarle y ponerle un nombre, ya que por suerte lo tengo cerquita ahora e iré a visitarlo a Los Ángeles pronto (y os lo contaré todo sobre las tierras de Hollywood, prometido). Si yo soy Dorothy, digamos que a estas alturas él se ha convertido en mi espantapájaros y en honor a eso voy a llamarlo como el actor que lo encarnó en la película de 1939: Ray.

Retomando el tema de mi querido tango, por azares del destino, este verano descubrí que la Universidad de Washington tiene un club de tango. Una vez más, Seattle me está ofreciendo ventajas insospechadas, me está acercando a algunos de mis sueños de las formas más extrañas. A lo mejor os parece exagerado que lo llame sueño, quizás no parezca algo grande pero puedo aseguraros que para mí es importante ser capaz de quitarme esa espinita. Quién me iba a decir a mí que aquí sería donde aprendería, por fin, a bailar tango...

La primera clase ha sido curiosa, me he pasado más de una hora andando hacia atrás dando vueltas a una habitación en calcetines mientras palpaba los bíceps de muchachitos a los que no conozco. No era para nada como lo imaginaba... y aun así, pese a la inexperiencia, al idioma, a no conocer a nadie y a tener que controlarme para no guiar yo a los pobres muchachos si iban muy perdidos, lo he disfrutado. Ha sido oír esos acordes, escuchar a Gardel quejarse por sus amores perdidos y empezar a fluir por mis piernas los movimientos... igual parecía un pato mareado pero yo me sentía segura y elegante, y creo que eso es lo que importa. Estoy deseando que llegue el lunes que viene para repetir y aprender pasos nuevos. Por cierto, estaba yo preocupada porque no hubiese suficientes hombres y ha sido al revés: a algunos de ellos les ha tocado hacer de chicas.

He estado a punto de no ir porque estoy bastante floja, me dolía la barriga y Candela (no sé si os acordaréis, la chica de las fiestas de verano) con la que iba a ir me dijo a última hora que no lo haría... eso sumado a la incertidumbre, los nervios de no conocer a nadie, no saber dónde era, la vergüenza de pisar a alguien y liarla, etc. Pero he recordado la de años que llevo queriendo esto, así que he tirado de mí como he podido y, como siempre, me he alegrado.

Es curioso lo que aprendes de ti bailando con otros: que te cuesta confiar cuando debes bailar hacia atrás a riesgo de chocarte con otro, que te cuesta no "mandar" si ves que el que guía no tiene ni idea, que prefieres preguntar el nombre de aquel que te va a estar guiando durante un par de canciones para que resulte más cómodo... en fin, supongo que es como en las relaciones de pareja: puedes conocerte muy bien a ti mismo, pero hay cosas que sólo puedes aprender con la interacción humana.

15 de octubre
Estoy nerviosa. O estresada. O todo. No tiene sentido ninguno… mis planes para hoy son ir a una fiesta de Halloween, un cumpleaños y refugiarme de la tormenta. Fin. ¿O sí que debería estarlo? Igual han metido tanto miedo con esto de la tormenta que me lo han contagiado.


Aquí un par de ejemplos de los citados avisos
Por mucho que sepa que suelen exagerar y seguramente no será para tanto, a veces sí que pasan cosas y es lo de siempre: no soy de aquí, no conozco esta región… a ver si por hacerme la chula voy a ir por la calle y me va a caer un árbol en lo alto. Que sí, que suena exagerado y seguramente la única consecuencia que traerá esto será una historia interesante que contar (otra para la lista) pero debo confesar que tengo en mi cabeza las imágenes de los postes de luz volcados, los árboles arrancados de cuajo, esa casa con un boquete y las 10.000 personas que se quedaron ayer sin luz.

Los puntos rojos del mapa corresponden a los domicilios afectados
14.00
La cuestión es que lo fuerte empieza dentro de una hora, se supone… Se esperan rachas de viento de hasta 110km/h. Utilizaré el ejemplo que me puso una amiga para que os hagáis una idea: es como cuando vas en coche por la autovía y sacas la cabeza por la ventanilla.

20.00
Acabo de volver de una fiesta de Halloween que han hecho en mi piso. No sé si lo había dicho ya pero Halloween y las calabazas son la estrella del otoño aquí (con permiso del día de Acción de Gracias). Los supermercados están literalmente invadidos por las calabazas y sus derivaros, entre los que destacan bajo el nombre de “pumpkin spice”: sopa, puré, té, café, bizcocho, galletas, bombones, helado, Oreos, Baeylis, queso para untar, sidra…

Aquí tenéis un ejemplo: bombones y sidra

Pues con Halloween ocurre lo mismo, es llegar octubre y comenzar la invasión de calaveras, telarañas y lápidas en edificios públicos y supermercados. En mi comunidad han decidido hacer una fiesta hoy y proyectar la película “Pesadilla antes de navidad” el fin de semana que viene en la sala de cine. La fiesta no ha estado mal, según lo habitual por estos lares, había hora de comienzo y fin estipuladas de antemano, por lo que a las 8 estaban echando a todo el mundo de allí. La habitación estaba decorada con telarañas, cintas de policía, calabazas, calaveras… Había una mesa dulce, otra salada, bebidas y juegos: un Jenga gigante, billar, unas damas gigantes y un juego electrónico que era similar al tabú. Fui a la fiesta con Abby, una vecina muy maja a la que conocí en verano y con Noah y Joan. Noah es una chica española que ha venido a mi departamento con una beca predoctoral de tres meses y se ha traído al maromo a conocer mundo, son muy apañados los dos y traen ganas de vivir todas las experiencias posibles, así que ya volverán a aparecer por el blog. Total, que acabé aprendiendo cómo se pierde a las damas, que en inglés hay una expresión que viene a significar “tengo un mal día de pelo”, osea, que hoy tienes el pelo rebelde, que a los americanos les sorprenda que la mantequilla de cacahuete no sea un elemento básico de la dieta española, y poniéndome ciega de chocolate.


Nos dieron estas bolsas de chuches tan monas (Foto cortesía de Noah)
Supongo que es porque llevo un mes un poco pachucha (nada grave, un c***azo, pero algo pasajero) pero a las 10.30 estaba durmiendo como una bendita… a lo mejor es que me hago mayor. La famosa tormenta pasó por mi casa sin pena ni gloria. Parece que apenas causó daños en el centro… se ha cebado con la costa y algunos pueblos del norte pero aquí no ha hecho apenas nada. No puedo evitar que me resulte incluso decepcionante: en el tiempo que llevo aquí nunca he visto una tormenta y esperaba que esta fuese a ser la primera, en teoría iba a ser la peor tormenta que ha vivido la ciudad en 10 años. En fin, me alegro de que la peor consecuencia sea que tengo un montón de comida enlatada que supongo que acabaré donando.

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