"Aquél que dijo "más vale tener suerte que talento", conocía la esencia de la vida. La gente tiene miedo a reconocer que gran parte de la vida depende de la suerte, asusta pensar cuántas cosas escapan a nuestro control.
En un partido hay momentos en que la pelota golpea con el borde de la red, y durante una fracción de segundo puede seguir hacia delante o hacia detrás. Con un poco de suerte sigue hacia delante y ganas, o no lo hace y pierdes."
Match Point, 2005
18 de Septiembre
Mientras bajaba
Spring Street hacia el paseo marítimo, reflexionaba acerca de que lo que sentía
se parecía bastante al enamoramiento. Iba sonriendo sola, reflexionaba acerca
de la suerte que tenía viviendo aquí, me sentía tranquila por estar cerca de
estas calles que había echado de menos: estaba un poco enamorada de Seattle, de
mi vida aquí.
Iba pensando en que
quizás me atrevería a decir que estaba en mi mejor momento, más libre y con
menos tonterías encima que hacía tiempo. Por un momento tuve esa sensación de
que era demasiado bonito para ver verdad, de que algo malo tenía que pasar para
compensar, que llevaba una racha muy buena. Casi sacudí la cabeza de un lado a
otro para que el pensamiento se fuera también y entonces vi el coche.
Ya me había
resultado raro que no redujese velocidad al acercarse al paso de peatones, por
lo que tenía un ojo puesto en él... cuando vi que se me echaba encima medio
corrí, medio salté hacia delante mientras gritaba "What are you
doing?" (¿Qué haces?). Frenó justo a tiempo para no embestirme y me pidió
perdón mil veces. Con el corazón a mil y en shock, terminé de cruzar la calle y
seguí mi camino.
Entonces me dí
cuenta de lo lejos que estaba de casa, de que esta vez no había llorado nada al
irme... y de lo que te puede cambiar la vida en un segundo.
Como siempre, no
pasó nada. Pero los pajaritos que cantaban en mis oídos instantes atrás se
quedaron mudos para mí... es curioso cómo puede fluctuar el ánimo sin si quiera
haber pasado nada.
Me dí la razón a mí
misma un momento después, cuando iba riéndome sola al ver al hombre con gafas
amarillas que iba conduciendo un jigshaw mientras bailaba "beat it"
con gran ilusión y destreza.
En fin, disfrutaré
de este soleado atardecer que mi querida Ciudad Esmeralda ha querido regalarme,
nunca se sabe cuándo puede ser el último.
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