viernes, 20 de noviembre de 2015

2. Era un ratoncito chiquito, chiquito... o "de cómo fueron mis primeros días"



“Era un ratoncito chiquito, chiquito
Que asomaba el morro por un agujerito.
Desaparecía, volvía a asomarse
Y daba un gritito antes de marcharse.
 
Salió de su escondite,
Corrió por la alfombra
Y miedo tenía
Hasta de su sombra…”
 
Canción infantil
 
4th Avenue, 5:30 PM. Hace algo más de de una semana…
 
Voy andando entre los charcos sujetándome la capucha para que el viento no me la tire y me fijo en cómo se ve mi sombra. Casi al mismo tiempo, descubro otra sombra negra, también con capucha, que me sigue de cerca. Ay, madre, espero que no sea uno de los vagabundos que frecuentan la ciudad… Vienen a mi cabeza los consejos que me dieron el primer día: “si te dicen algo no les contestes, sobre todo no les mires a los ojos porque si lo haces hay dos consecuencias posibles: que quieran pelear contigo o que quieran ligar…”, Vale, eso es lo que haré: si me dice algo, simplemente… Y empecé a morirme de risa poco después. La sombra de la que me estaba asustando, ¿sabéis de quién era? Mía. Sí. Así de pava puedo llegar a ser. Como había visto mi sombra a un lado no me dio por pensar que, debido a la disposición de las farolas, podía tener otra más que cambiaba de forma a medida que me movía. Algo parecido a lo que pasa en los partidos de fútbol.
 
De pequeña me preguntaba por qué los futbolistas tenían 3 ó 4 sombras Fuente
 
He de decir que me pasé los primeros días saliendo a la calle tensa, vigilando por si alguien “me atacaba”, porque me habían metido el susto en el cuerpo: que si no vayas sola de noche (a partir de las 4.30 PM en invierno), que por la zona del campus hay muchos atracos, que cerca del hospital no es buen sitio para vivir porque hay muchos sin techo, que en el autobús hay mucha “gente chunga”… ¿entonces qué hago?, ¿vivo de 8 a 3 y corro a refugiarme después? Anda ya. Tras unos días de salir, como decía, como el ratoncito de la canción, me di cuenta de que no es para tanto: zonas malas hay en todas las ciudades, teniendo cuidado no tiene por qué pasar nada. (Nota: espero no tener que tragarme mis palabras un día mientras lloro porque he aparecido, vete a saber dónde, sin un riñón).
 
Volvamos un momento a mi primer día, aquella primera visión de esta tierra antes de que la corrompieran opiniones ajenas o experiencias propias:
 
Día 1
 
Comienza el primer día, antes de salir al mundo observo la parte de él que se me muestra tras las ventanas. Es como si fuese un animal exótico que ha llegado en un transportín y se asoma al Nuevo Mundo a través de los barrotes de su jaula. Veo la libertad deslizarse en forma de viento a través de las copas de los árboles granates y verdes que están en la calle.
 
En el sofá, un cojín en forma de pollito me hace compañía, el sol, que hasta ahora brillaba por su ausencia, comienza a sonreírme reflejándose en la hoja metálica de la ventana. Estoy hambrienta, he desayunado unos Smarties y un té Earl Grey en una taza que tenía unas cuantas pelusas.
 
"Ya compraré algo en el aeropuerto cuando llegue, seguro que las tiendas están abiertas"

Tengo una sensación extraña, no se parece en nada a cómo me sentía cuando llegué a Canadá. No sé si será que ahora domino más el inglés o que tengo más mundo recorrido, la cuestión es que me siento muy cómoda y con ganas de vivir esta aventura. Me siento orgullosa de haber sido capaz de intentar meter mi vida y mi corazón en una maleta y cruzar medio mundo para perseguir un sueño. Sé que tengo toneladas de cosas por hacer pero para nada me siento agobiada, más bien expectante. Me siento en la cima del mundo sabiendo que ya vendrán épocas de bajón pero sintiéndome preparada y segura. Con tantos buenos deseos y amor recibidos estos últimos días, no sé cómo podría sentirme de otra manera. Bueno, hambrienta y con dolor de cabeza... pero eso son minucias. Dicho esto, voy a darme una ducha, que por cierto la chica tiene el mismo gel y champú que uso en casa... ya es casualidad. Tras eso, sólo me queda mirar en Google como ir al hospital y que comience la aventura, aunque casi creo que no será nada comparado con la historia de cómo llegué hasta aquí.
 

La historia de cómo llegué hasta aquí, o “niños, no lo intentéis en casa”
 
Anoche me enamoré del skyline de Seattle mientras venía del aeropuerto. Me trajo Tom en un coche que había alquilado... fue una historia bastante surrealista. Tom es un chico al que supongo que no me habría acercado si lo veo por la calle. Tiene tatuajes, piercings, dilatadores en las orejas y barba de chivo. Fuma. La cuestión es que nos sentamos juntos en el avión y me dijo que ya sabía que le iba a tocar conmigo... que lo había presentido. Más que darme miedo me hizo gracia. Me contó que es informático, me habló de su padre y de que, años atrás se dedicaba a vivir viajando de polizón en trenes y camionetas. Me dijo que viene al funeral de un amigo al que han asesinado... que todos los compañeros viajeros vienen de diferentes partes de América para honrar su memoria. Me ha invitado a ir pero no... me da un poco de miedo y no sé si lo pasaría bien.
 
Durante las 5 horas que duraba el vuelo, le pregunté cómo me recomendaba ir hasta mi alojamiento, porque me habían dicho que la estación de tren era un poco peligrosa a esas horas (como veis, la campaña había empezado antes de llegar), y entonces se ofreció a llevarme él. Pensé que alguien a quien le gusta hacer cerveza, que hablaba con tanto cariño de su padre y se reía como un niño con mis tonterías, no podía ser un psicópata… o eso esperaba. Más bien lo vi como un guardaespaldas. Bien mirado, a él lo había estado entrevistando 5 horas, y a saber con qué especímenes me podía cruzar en mi viaje en tren y taxi a la vuelta… y con esas pintas que llevaba seguro que nadie se atrevía a toserme.
 
La parte del alquiler del coche parecía sacada de un programa de cámara oculta... nos tiramos más de una hora en el rent-a-car (que estaba en la quinta puñeta), tiempo durante el cuál lamenté no haberme ido en mi trenecito yo sola. Resulta que la tarjeta de crédito de Tom tenía algún tipo de problema de conexión con el banco y tuvimos que ponerme de segunda conductora y dar mi tarjeta para poder alquilar el coche (previa confirmación por parte del empleado de que no iban a cobrarme nada bajo ningún concepto, que era un requisito del sistema).
 
Tom me estuvo muy agradecido, diciéndome que le había salvado. Me llevó la maleta, me trajo hasta aquí en plan señorita y estuvimos escuchando rock y Amy Winehouse por el camino. Desde luego fue una entrada muy diferente de lo que me esperaba y eso me hace pensar que seguramente ahora no puedo ni imaginar la de aventuras que me aguardan. Esa noche me la jugué y no creo que vuelva a hacerlo de esa manera (por si acaso: no lo intentéis en casa). Por suerte la única que salió herida fue mi maleta.
 
 La pobre se ha quedado coja

………
 
Como me dijisteis que queríais más, esta entrada ha sido mucho más larga que la anterior, casi como dos post en uno. Ya me diréis qué os ha parecido (podéis dejar comentarios aquí o en Facebook si os resulta más cómodo: https://www.facebook.com/viviendoenciudadesmeralda ).
 
P.D. Aunque quizás sería mejor mantener el misterio, os doy un avance del siguiente post: me han invitado a una cena de Acción de Gracias y la cosa promete… hasta ahí puedo escribir, por ahora.
 
Besitos desde el otro lado del arcoíris

4 comentarios:

  1. Esto se está poniendo interesantísimo... si, sigo queriendo mas. Un montón de abrazos

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  2. Para el próximo quiero como cinco en uno y para yaaaa jajajaja. Sigue así preciosa que da gusto leerte .muackkk

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  3. Aquí estoy!! De postdoc contigo!! Cómo me gusta leerte!! Mil besos desde Tarragona!

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  4. Oh, ¡muchas gracias! Desde luego me animáis a seguir en ello :)

    Muack

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